Desescalando el voto
Durante la gestión de la crisis sanitaria y en especial desde el relajamiento de las medidas de confinamiento y distanciamiento social, se han ido publicando varias encuestas y estudios de opinión que, además de la intención de voto, se hacían eco del clima de opinión e incertidumbre reinante.
El impacto de las crisis en el comportamiento electoral puede ser muy dispar. Abarcando una casuística que va desde un presidente teniendo que huir de la Casa Rosada en helicóptero a un canciller que revalidó el mandato gracias a la gestión de unas inundaciones en Sajonia.
En el caso español, parece que la gestión de la crisis de la COVID en España ha generado un desgaste suave pero prolongado de los partidos que forman el Gobierno central, un reforzamiento del PP, una debilitación de Vox y una reactivación de Cs.
Aunque la lejanía sobre una convocatoria electoral cierta devalúa parcialmente el valor de los datos concretos de cada estudio, sí permite ver tendencias y evolución de las mismas. Y es en el análisis de los últimos datos donde podemos ver el “efecto desescalada”.
El clima de opinión y el estado emocional influye en el voto, y parece que el relajamiento de las medidas de contención, la recuperación paulatina de parcelas de cotidianidad tales como poder ver a un familiar o tomar algo con un amigo han supuesto un aminoramiento de la crítica y un descenso de la vehemencia.
Los partidos que forman el Consejo de Ministros, en especial el PSOE, han detenido su desgaste, incluso apuntan un leve repunte, aunque buena parte de su electorado potencial mantiene altos grados de desmovilización.
La formación de Pablo Casado parece asentar su crecimiento frente a Vox, que continúa descendiendo, y retener buena parte de los votantes de abril que anteriormente habían votado a Albert Rivera.
El partido de Inés Arrimadas continúa su ascenso, nutriéndose tanto de antiguos votantes del PP, PSOE y una parte de Vox (en la mayoría de estudios las transferencias de votos entre estos partidos son favorables a los naranjas), pero aún se sitúa lejos de los resultados de abril del 2019.
Con lo efervescente que se encuentra la actualidad política es imposible saber si estas tendencias se asentarán, si el “relato” de la crisis que está por construir las diluye o el posible efecto que los comicios gallegos y vascos, o los no tan distantes comicios catalanes, pudieran suponer; pero a día de hoy el país continúa su descenso hacia lo cotidiano, aminora la vehemencia. La incertidumbre se mitiga y el voto continúa desescalándose.