Despidiendo el 2019 con “propósito de enmienda”
Ahora que termina el año y nos toca revisar éxitos y fracasos, es importante recordar que en una época en la que, nos guste o no, el acceso a la información nos hace estar más expuestos que nunca, la ética y la transparencia deben preceder todos nuestros (a veces no tan buenos) propósitos.
Los históricos y recientes casos de corrupción y vulneración en nuestro entorno de derechos individuales y colectivos de ciertos grupos de interés, la aplicación e interpretación interesada y, en demasiadas ocasiones, “a medida” de la norma, que cada vez nos exige más a las empresas, nos lleva a plantearnos la necesidad de que las organizaciones, por un lado, revisen y aseguren sus modelos de conducta y, por otro, ofrezcan un marco de garantía y cumplimiento a aquellos sobre los que, de una u otra manera, ejercen influencia.
Resulta evidente que, cada vez más, el cumplimiento normativo y una política de gestión ética determinan la percepción que los consumidores y clientes tienen de nuestra empresa o marca. Las organizaciones más relevantes y avanzadas han demostrado, además, que mantener una política ética a largo plazo, de forma constante y eficaz, reporta una ostensible mejora de nuestra reputación, lo cual constituye un valor intangible de primer orden para cualquier organización.
En este sentido, cada vez más las organizaciones están incorporando estrategias y normas vinculadas a asegurar un comportamiento ético en sus relaciones.
Y es que la sociedad actual demanda que se expliciten unos estándares de comportamiento, que existan códigos cuyos compromisos sean palpables y medibles. Ahí reside el principal desafío que plantean estos instrumentos: garantizar una aplicación, verificación y control eficaces, además de contribuir, principalmente, a:
- Formalizar el compromiso de la dirección con la implementación de un sistema de gestión ética.
- Poner de manifiesto los valores y la cultura con que la empresa desea ser identificada.
- Definir las responsabilidades, los derechos y los deberes de cada grupo de interés.
- Ofrecer criterios para la toma de decisiones.
- Aumentar la confianza de los miembros de la organización, la cohesión y la integración del grupo, y mejorar en algún grado el rendimiento.
A estas alturas, nos parece elemental que nuestras organizaciones, también las pequeñas y medianas empresas, aprovechen el nuevo año para sumar a sus objetivos y buenos propósitos la incorporación de instrumentos que cumplan estas funciones, así como la revisión de los principios, valores y normas que rigen y deben de regir sus actuaciones.
Porque desde VERTA tenemos claro, como señalaremos en nuestro siguiente post que, cada vez más, la ética hay que acreditarla...