Despolarizar Honduras.
Desde mi militancia en LIBRE y siendo además funcionario público, observo a nuestro país casi entrampado, preso de monólogos, sorderas e intolerancias mutuas, que solo predicen un empate catastrófico, ese mismo en el cual, las naciones pierden tiempo confrontadas internamente, por largos periodos, sin progresos relevantes y en donde cada grupo en el poder —por turnos— es desgastado por sus opositores y la acción gubernamental es socavada sin importar que sea la nación la que fracase.
Quise al respecto aprender sobre polarización y, sobre todo, si los científicos sociales o políticos profesionales de otros lares saben diagnosticarla y medicarla. Y parece que sí.
Es un fenómeno multidimensional, muy presente en diversas sociedades, y en esta coyuntura, es fácilmente observable en casi toda Centroamérica —exceptuando a Costa Rica—, en Colombia, Argentina, en los Estados Unidos que sigue amenazado por Trump, y más allá, en España, Francia, entre otros países.
A veces es un fenómeno positivo, un recurso. Cuando es deliberada, se crea para hacer presente un malestar, un hecho social en una agenda de país y, de esa manera, obligar a los actores diversos —usualmente poderosos— a hacerse consciente del malestar del otro.
Martin Luther King cuando estuvo en la cárcel de Birmingham escribió una carta en la que intentó explicar por qué su movimiento por los derechos civiles —esencialmente pacífico— había optado, además, por hacer actos de desobediencia, una polarización intencional, para hacer presente el malestar de la población negra por la persistente discriminación, tan presente como viva, después de múltiples promesas por eliminarla de parte de la población blanca y sus autoridades. En hechos más recientes, los cierres de la administración gubernamental estadounidense (19 en su historia, 4 en el siglo XXI) han sido una muestra tangible de los grados de polarización, que a veces ha sido provocado por algunos de los líderes, convencidos que solo después de ese cierre, los bandos en conflictos, alcanzan un acuerdo.
Hay casos exitosos de polarización. El gobierno actual del líder Andrés Manuel López Obrador, AMLO, y su agenda de la cuarta transformación combina políticas sociales para los sectores más postergados con un discurso contra las «elites» (jueces, periodistas, académicos, empresarios, etc.) y al final de su mandato, goza de amplia aprobación a su gestión y tiene casi asegurada la continuidad de su partido MORENA con una sucesión presidencial con alta preferencia del pueblo mexicano.
¿Qué causa la polarización? Usualmente, revoluciones, cismas sociales, o crisis estructurales no resueltas. La polarización es una realidad social que tiene que ver con grupos humanos que entran en una espiral de reproches y acusaciones y que puede acabar en graves conflictos. Generalmente proviene de una situación anterior no resuelta. Creo que, en el caso hondureño, el ominoso golpe de Estado de junio 2009 es la «causa no resuelta» de nuestra sociedad. La Constituyente es el camino conocido para acordar un nuevo contrato social y los militares no deberían ser quienes la impidan.
Cuando el fenómeno es económico el grupo que goza de mayores rentas transmite valores a través de las instituciones (como la escuela o la prensa) para subrayar su autoridad en sectores de población humilde. A la vez, los adoctrinan en la docilidad, obediencia o resignación (cuando no pasividad). He escuchado a líderes evangelistas, afirmar que los pobres tendrán sus resultados en el cielo.
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Las causas, según Bart Brandsma, oscilan entre la existencia de un pensamiento de base sobre «nosotros somos así y ellos no». A ese pensamiento se le va añadiendo, por medio de procesos de persuasión, contagio o adoctrinamiento, gasolina y hasta personajes y símbolos incendiarios de fuerte componente visceral. Esto explica el anacrónico anticomunismo de Nasralla.
¿Cómo se reconoce una sociedad polarizada? Los actores no se reconocen mutuamente, la comunicación entre ellos desaparece. Basta ver cualquier programa nacional de debate televisivo o radial y puede advertirse que, en ellos, no se siguen los estándares mínimos de sociabilidad ni de civilidad, moderadores incluidos. Es usual que entre los panelistas abundan las descalificaciones y los personalismos, al margen del tema, el famoso recurso ad hominem. Al nivel personal usted está polarizado si hemos perdido amistades o nos hemos distanciado entre familiares, por simples diferencias de opinión o posición política.
El resultado más efectivo de la polarización es el odio. Si no se detiene, crece.
Otros efectos amenazan con paralizar las instituciones. El avance de la post verdad en medios de comunicación y redes sociales, la desafección ciudadana y el agravamiento de las condiciones materiales en amplias capas de población, subyacen a este fenómeno.
La falta de tolerancia y respeto de los partidos políticos acaba calando en la ciudadanía y se expresa en forma de crispación, nihilismo y furia. Se inhabilitan espacios de encuentro y de debate causal y deliberación. Esto conduce a la desafección ciudadana y a la degradación de nuestra democracia, convirtiéndola en «pseudocracia», el régimen de quien mejor miente. En el caso hondureño, ¿En dónde observamos las consecuencias de la polarización? En la falta de acuerdos y consensos en el Congreso Nacional; en la feroz campaña mediática contra el ejecutivo y en la convicción ciudadana de que la Justicia no existe, y que, por ello, es mejor hacer cada uno lo que crea, realimentando, los orígenes violentos de nuestra nacionalidad. También se observa en la invalidación mutua entre autoridades y opositores. Y en la impaciencia de los gobernados. Otro efecto perverso de la crispación es que agrupa a los actores disímiles solo por miedo. Dicen que el poeta Gonzalo Arango afirmó que «el miedo no une, pero amontona» y la evidencia le da la razón, si no, vea a los líderes del Partido Salvador de Honduras (PSH) unirse al recién ex adversario, Partido Nacional.
Sociedades polarizadas suelen construir infidelidades dolorosas. En el caso hondureño, no tenemos todavía una «Oposición Leal» que reconozca el derecho de gobernar de LIBRE y lo asuma como legítimo. La frase «#Libre_nunca más», anuncia una temprana confrontación, mientras que la inhabilidad del gabinete para callarse ofensas pasadas en pos de viabilizar políticamente las reformas deseadas, muestran que aquí, sirios y troyanos, están alejándose de un leve punto de encuentro que sea beneficioso para el país. También es oposición leal la que no crea noticias falsas y la que propone.
¿Hay salidas? Sí, y en un segundo artículo, compartiré las que he podido aprender e idnetificar, así como las razones por las cuales, deberíamos, todos y todas, despolarizar a Honduras.