Dialogar y pensar.
Para ir a un diálogo, la mejor disposición es, seguramente, la expresada por la frase de Popper: "Es posible que tú tengas razón; yo podría estar equivocado". Se trata de una medida de prudencia autocrítica que obliga a uno a salir de sí mismo: en un diálogo responsable, nadie tiene ninguna obligación de convencer a los demás; sólo tiene la obligación de escuchar sus razones y de valorarlas. Dejemos el resto a la fuerza de los argumentos y a la sensibilidad personal. No hay que medir los méritos por los éxitos. Y el éxito de un buen diálogo no se acostumbra a medir por su resultado. Al fin y al cabo, la experiencia enseña que las malas razones también convencen.