Diario para un Padre #6
Hoy quiero recordar cómo era ser niño y como convivíamos con nuestros papás allá por la década de los 80 y principios de los 90. No creo que sea fácil hablar de esto por dos razones, nuestros padres hablaban poco de sus relaciones, sobre todo de aquellas con personas del mismo género, y, además, fuimos enseñados a hablar poco de nuestras familias y de nuestras relaciones.
En fin, mi adolescencia fue marcada por los juegos y las competencias deportivas. En general, lo hacíamos entre hombres y la manera de hacerlo era con intensidad y agresividad. Pasábamos de la alegría a la rabia y luego al llanto, por un gol, unos puntos o unos segundos de diferencia.
No era raro que el niño que fuera bueno para la pelota tuviera más posibilidades de insertarse al curso, tener amigos y que la vida le sonriera.
Sin embargo, con el pasar del tiempo, aparte de ser buen deportista empezaría a tomar importancia las notas, la simpatía, la pinta y la “hombría”. La época de la “inocente infancia” había terminado.
En este último punto quiero detenerme. Quiero describir como se reconocía la hombría de un adolescente en esa época. Era hacer cosas de grandes, de adultos, de “hombres”. En aquellos años pasar de la adolescencia a la adultez era un cambio radical, no era un proceso, era una trasformación total. Pero también la hombría se demostraba cuando se hacían cosas de “hombre”.
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La relación de padre e hijo al iniciar la adolescencia era conflictiva padre e hijo entraban en una dinámica entre la sumisión y la rebeldía. En general, el adolescente debía empezar a administrar su “libertad” y aprender a batírselas solo. En esos tiempos para convertirte en hombre debías ser universitario/profesional ->marido->proveedor y finalmente papá.
El rol y el status de hombre en la sociedad estaba fuertemente ligado a la profesión escogida. Por tanto, la gente preguntaba si querías ser Ingeniero, Médico, Abogado, Arquitecto, Constructor, Periodista y paremos de contar. En general, los adultos te preguntaban para que eras bueno y luego hablaban de las carreras que a su juicio permitían conseguir trabajo, obtener buenos cargos y altos ingresos.
El mundo ha cambiado tanto que prefiero dejar de repetir el patrón y contar lo que hacemos en Desafiarte y cómo podemos ayudar a esta nueva generación.
En Desafiarte acompañamos a los adolescentes con cercanía, autoridad y libertad a buscar un camino que les permita proyectarse a futuro, en un espacio flexible y orientado a resultados. Para ello, los alentamos a que descubran sus talentos, conecten con sus pasiones y tomen las decisiones necesarias para conseguir un “propósito con sentido”.