Dinero, Calidad de Vida, Éxito y Liderazgo… no te confundas.

Dinero, Calidad de Vida, Éxito y Liderazgo… no te confundas.

En reiteradas ocasiones nos hemos referido en el CLC a la importancia de definir el Rumbo en tu vida y en tu empresa. Si no tenemos claro el objetivo, es muy difícil recorrer el camino.  

Así, conocer el destino al que se dirige la nave es el primer paso para un buen navegante. 

Sin embargo, existe una confusión de conceptos muy básicos que hace muy fácil equivocarse al momento de definir hacia dónde vamos. 

Dinero, Calidad de Vida, Éxito y Liderazgo se tratan en la mayoría de los casos como si tener mucho dinero significara que tendrás todo lo demás. Pero eso dista mucho de ser cierto, y entenderlo es clave para que puedas fijar tu Rumbo. Porque puedes tener mucho dinero sin calidad de vida. Puedes ser rico sin ser exitoso. Puedes ser un gran líder sin mucho dinero. Incluso puedes ser rico sin tener mucho dinero. 

Vamos a desglosar un poco esta idea, definiendo estos conceptos y dar algunos ejemplos para ilustrar.

El dinero es simplemente disponibilidad de efectivo. Tienes dinero en tu cuenta y puedes comprar cosas. Simple. Pero por sí mismo, el dinero no te dará más satisfacciones que gastarlo o verlo en tu informe bancario.

La calidad de vida (como la entendemos en el CLC), en cambio, es un concepto mucho más complejo. Requiere algún nivel de dinero, pero tiene más que ver con la calidad de nuestras experiencias, con la abundancia de tiempo para nuestro desarrollo y nosotros mismos y con el tiempo para disfrutar las posibilidades que tenemos. Calidad de vida equivale en gran medida, a libertad.

El éxito es la capacidad de convertir tus sueños en proyectos, la capacidad de lograr objetivos. Muchos de esos objetivos pueden no tener nada que ver con el dinero, como dirigir una comunidad espiritual, o desarrollar redes de apoyo comunitario. Puedes ser altamente exitoso en la concreción de tus proyectos, aunque esos proyectos no te generen mayores ingresos. El éxito está dado por tu capacidad de hacer realidad eso que tienes en tu mente o tu corazón.

El Liderazgo por su parte, es la capacidad de inspirar a otros. Principalmente, de inspirar a otros a ejercer su propio liderazgo. Ser un líder no tiene que ver con la cantidad de seguidores o admiradores que tengas, sino con la capacidad de guiar a otros, aun si son pocos. Un líder ve más allá que el común de la gente, y usa esa capacidad para servir a sus semejantes, ya sean colaboradores, amigos, feligreses o clientes. 

Cuando creemos que tener dinero es la causa de todo lo demás, no sólo estamos equivocando la lógica de pensamiento, estamos poniendo obstáculos a nuestras metas y sueños, porque glorificamos uno de los elementos que se necesita cuidar en una vida balanceada, y nublamos la visión. 

Generar ingresos es importante para una vida abundante y rica. Pero (y esto aplica especialmente para nosotros que habitamos en el mundo empresarial), el dinero es consecuencia de nuestro servicio al mundo. 

La gente nos da su dinero porque resolvemos algo para alguien, ya sea que aliviemos un dolor, o acerquemos un sueño, necesidad o deseo. Y ese servicio se determina sobre la base de una claridad en el rumbo que vamos a seguir, y ese rumbo nace de tus sueños. 

Si ponemos el dinero por delante, es muy probable que tus sueños queden empañados, y en la búsqueda del dinero, acabes olvidando qué es lo que realmente querías…

Así que ahondemos un poco más en esto y revisemos con ejemplos, cómo es que el dinero no es la causa ni de la calidad de vida, ni del éxito ni del liderazgo.


1.     El Dinero no es calidad de vida.

¿Cómo? ¿Si tengo mucho dinero mi calidad de vida no aumentará proporcionalmente? 

No. Podemos tener mucho efectivo y seguir siendo esclavos del trabajo, del estrés, de un jefe. Puedes tener varios supercoches, un yate y otra larga lista de juguetes que no puedes usar porque no tienes tiempo. 

Crecí en el campo y pasé ahí la mayor parte de mi vida. En mis viajes a Santiago (de Chile), muchas veces visitaba a amigos adinerados. Llegaba a sus casas de lujo, en barrios de lujo, con sus coches de lujo, pero siempre pensaba: “pobrecitos, esta casa cuesta varias veces lo que la mía, y tiene varias veces menos espacio, respiran smog y se pasan medio día en el tráfico”.

En aquel entonces, yo ganaba mucho menos que ellos, pero siempre me sentí muchísimo más rico. Aún ahora, que vivo en una ciudad de tamaño pequeño, y en uno de los mejores lugares para vivir aquí, extraño la calidad de vida que tenía en el campo. 

Recuerdo alguna vez a “Modesto”, un campesino de la zona rural de Michoacán, México, como me comentaba que a veces le ofrecían mucho dinero por sus tierras. Su respuesta a la venta era siempre negativa. “¿Y luego qué?”, me decía. “¿Vivir en la ciudad? Nombre, si aquí es puro gozo[1]. ¿Qué voy a hacer yo allá todo encerrado y con un montón de billetes que no me van a dar jamás lo que me da el bosque?”

[1] La expresión “nombre”, se usa mucho en México y es una contracción de: “No, hombre”… 

Si el dinero que tienes no va acompañado de tiempo para disfrutarlo, no es calidad de vida. Sin embargo, puedes ser muy rico aun disponiendo de poco efectivo.


2.     Tener mucho dinero no es ser exitoso.

Constantemente nos bombardean con estas ideas de éxito, como equivalente a yates, aviones privados y mansiones. Pero algunas de las personas más exitosas que conozco, no son para nada las más adineradas. Asimismo, conozco gente con mucho dinero y escaso éxito.

Tengo un amigo en Chile que hace años heredó una fortuna. Tiene propiedades y efectivo. Pero lleva los mismos años intentando sacar adelante un sinfín de negocios que acaban en la quiebra. Incluso ha intentado hacerse trader en FOREX y en criptomonedas… y nada. Sus ingresos siguen proviniendo de su herencia, y por más que ha intentado, no logra que nada más prospere que las rentas de sus propiedades y los fondos de inversión en el banco. Él no sólo tiene dinero. Es realmente rico: tiene tiempo y calidad de vida. Es completamente libre, y pasa mucho más tiempo de vacaciones que otra cosa. Pero alguna vez me decía: ¿de dónde sacas la fuerza y la disciplina para sacar tus proyectos adelante? A pesar de que puedo financiar lo que quiera, no logro que nada despegue. 

Él es rico, pero no exitoso. Sus proyectos no llegan a ningún lado.

En cambio, en Costa Rica, tuve la suerte de conocer a un gran meditador. Es tan bueno meditando y tan buen líder, que acabó siendo la cabeza de una muy próspera comunidad (énfasis en próspera) de más de 80 familias que viven en una propiedad de cientos de hectáreas casi al borde de la playa, cerca de la ciudad de Nosara, y gozan de una calidad de vida que roza la fantasía. 

No tiene una mansión, ni viaja en avión privado (muy probablemente viaja en turista, aunque nunca le he preguntado). Su casa no tiene mas de dos cuartos, pero es una delicia del diseño. Emplazada en la selva y dotada de una vista privilegiada, alberga en la cochera nada menos que una camioneta de gama media (muy linda, por cierto). 

Él y su gente viven armoniosamente del turismo espiritual y de desarrollo personal que su propia comunidad genera. Tienen su propia escuela, doctores que son parte de la comunidad misma, y una cocina común, que dirige un chef especialista en comida ayurvédica. ¿Alguno podría comprar un Ferrari? No lo creo. Pero esa comunidad es un ejemplo de éxito y prosperidad, como modelo de sustentabilidad y de calidad de vida para sus integrantes. Es literalmente un sueño. 


3.     Tener mucho dinero no es ser líder.

Ser un líder no es pasarle por encima a la gente con tu supercoche a alta velocidad. De la misma manera que mi amigo que tuvo la suerte de heredar, por más dinero que tenga, (a la fecha) ni es exitoso, ni es un líder. 

Ejercer el liderazgo es una de las cosas más satisfactorias que conozco, y no me considero un gran líder (aunque diariamente trabajo y me cultivo todo lo que puedo para mejorar en esa tarea). 

Pero cuando te das cuenta que alguien ha sido inspirado por tu persona, o cuando te das cuenta que lo que has hecho por alguien realmente está teniendo un impacto en su vida capaz de transformarla, hay una satisfacción que se queda impregnada en tu pecho y te acompaña por mucho tiempo. Te da seguridad y fuerza. Es casi adictivo.

Pero tiene poco que ver con el dinero. 

Uno de los casos más interesantes para ilustrar esto, es el de un líder espiritual de tradición nativa americana que ha llevado el legado que recibió de sus maestros y abuelos mexicanos-estadounidenses no sólo a todo el continente americano, sino a Europa… ¡incluso a África! Fundó una iglesia para resguardar esos conocimientos que está formada por miles de personas, y esparció todo ese conocimiento ancestral por casi todo el planeta. 

Jefes de distintas tradiciones en todos estos continentes acuden a él en busca de consejo. 

Es sin duda, un gran líder. Tengo la suerte de conocerlo de cerca, y puedo asegurarte que no maneja grandes sumas de dinero. Incluso me atrevería a decir que ni siquiera es exitoso. A pesar de haber fundado muchos proyectos en muchos lugares, el único que ha podido sostener por sí mismo es su propia casa-centro ceremonial. La gran mayoría de sus proyectos han acabado en manos de otros, muchos de los cuales se han separado de alguna manera de su propia iglesia. Su liderazgo ha inspirado a miles de indígenas y no indígenas a retomar sus tradiciones ancestrales y ejercer con orgullo su legado, pero en proyectos independientes y propios. 

Con estos ejemplos podemos ver con más claridad, cómo es que realmente ninguno de estos conceptos implica necesariamente al otro. Podemos gozar de cualquiera de ellos, sin necesariamente acceder a los otros. Y no está mal. Lo importante no es tenerlo todo, sino saber qué es lo que tú quieres.

Permíteme acabar con una historia. 

Un día llegó un empresario de una gran ciudad a una pequeña tiendita en la playa. Le habían dicho en todos lados, que ahí podía encontrar el mejor pescado de la zona. Pero al llegar se sorprendió al no encontrar a nadie. Tocó la puerta, esperó. Nada. Rodeó la casa y se encontró a un hombre de mediana edad recostado en su hamaca mirando al mar. 

“Hola, le dijo”. Quisiera comprar pescado, ¿es aquí?

Si, le respondió el hombre, pero ya se me terminó. Se acaba a eso de las 9. Sólo tengo una barca, así que no es mucho lo que traigo, y la gente se lo pelea. 

Ah… oiga, y ¿nunca ha pensado en comprar otra barca para pescar un poco más? 

¿Para qué?, contestó el hombre.

Porque así podría pescar más y vender más. Luego podría comprar otra barca, contratar más personal y pescar todavía más. 

¿Y para qué?, replicó el hombre algo extrañado.

Ya con eso podría mejorar su tienda, hasta tal vez abrir un restaurant. Las ganancias podrían ser mucho mayores con su talento para la pesca… 

¿Y para qué?, contestó ya casi enfadado.

Pues porque entonces podría poner a otra gente a trabajar para usted, podría simplemente recoger sus ingresos y relajarse y hacer lo que se le de la gana en el mundo, contestó lleno de entusiasmo el empresario.

El pescador se quedó pensando un momento y replicó: “Mmmm… y no es eso exactamente lo que estoy haciendo ahora?”

Con esta historia no pretendo proponer que nos vayamos todos a la playa a vivir en una hamaca, que seamos conformistas, o que hacer dinero esté mal. Mi estilo de vida no es el del pescador. Pero tampoco quiero que sea como el de ese empresario que no ve cuando alguien ha llegado a su meta. Sacar al pescador de su dinámica es quitarlo de su sueño: él ya está exactamente donde quiere.

Personalmente, nunca me he entusiasmado demasiado con la idea de aviones privados y mansiones multimillonarias. En cambio, siempre he sabido que el excedente de dinero que sea capaz de obtener tiene por objeto adquirir la mayor cantidad de superficie de bosques para su conservación. Eso sí que me hace sentir feliz. Lo primero que hice cuando tuve algún dinero en mis “veintes”, fue comprar con varios amigos, una propiedad de 120 hectáreas que conectan dos parques nacionales, para que fueran un corredor biológico entre ambos, y se pudieran dedicar a restaurar esos bosques (la historia detrás de eso será materia de otro artículo, porque contiene muchas lecciones). 

Lo atingente a este artículo, es recordar que siempre debemos hacernos dos preguntas:

a)    ¿Qué?

b)    ¿Para qué?[2]

¿Qué es lo que realmente quieres? ¿Es dinero, o calidad de vida? ¿Qué define el éxito en tu vida? ¿Qué tipo de líder quieres ser? 

[2] Las preguntas ¿Cómo? Y ¿Cuándo? Serán materia de otro artículo. Asimismo, cómo el “para qué” es más importante que el “por qué”

Pero sobre todo, ¿para qué lo quieres? Si te fijas, en la conversación entre el empresario y el pescador, el empresario dio muchos “por qué” al pescador. Él solamente preguntó todas las veces, “para qué”. Ahí está el Rumbo, no en el por qué. 

Permítete un tiempo hoy para estar sólo y en silencio, y pregúntate con calma y honestidad: ¿qué es lo que quiero en mi vida? Ya que tengas la respuesta, somételo al siguiente examen: ¿para qué lo quieres? Porque ahí estará el sentido que te dará la fuerza y determinación para llegar a la meta. Y es en ese juego que por fin podrás contar con un Rumbo claro.

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