Distinguir entre problema y solución
Una de las mayores fuentes de desperdicio, de frustración y de conflicto, es que solemos confundir la solución con el problema. Como se dice en el Zen, no debemos confundir la luna con el dedo que la señala. Cuando visualizamos una solución, nos enamoramos de ella porque es un acto creativo, hasta el punto de que, hasta, nos olvidamos del problema que resuelve. En ese momento estamos descartando todas las demás soluciones que podría tener el problema. Si no tenemos muy claro cuál es la necesidad a cubrir o el objetivo o meta a cumplir, corremos el riesgo de que nuestra solución no sea la más adecuada. Esto lo vemos continuamente en los proyectos software pero también en la vida misma. Ejemplo: quiero hacer un pequeño video publicitario para mi nuevo libro, así que le pido a una agencia de marketing que me grabe ciertos planos que creo que son bonitos. Si la agencia no hace el trabajo de preguntarme qué espero conseguir con el video, cuál es el objetivo, estoy perdiendo la oportunidad de que me sugieran mejores planos para captar la atención y para vender. Yo no soy el experto en anuncios publicitarios, así que por más que tenga una idea romántica del acabado, es importante que haga el ejercicio de definir lo que pretendo conseguir y que sean las personas expertas quienes decidan los planos, el guión, etc. En el software pasa continuamente que los stakeholders o product owners piden soluciones en lugar de hablar de problemas, de manera que el equipo técnico se pone a programar sin saber qué se quiere resolver, y lo que se entrega no es lo que el cliente quiere. Hay formas de combatir este mal, una de ellas hacer un mapa mental, con nodos y flechas, de problemas (necesidades, objetivos, metas) y de soluciones (todo lo demás).
Todo esto te lo cuento en el último episodio de mi podcast, el E39 de ni cero ni uno, que encontrarás en tu plataforma de podcast favorita.