Distintos tipos de Creatividad I: Serendipia
Seguramente quieras saber la diferencia entre Creatividad e Innovación.
Para ello debés tener en claro qué tipos de creatividad podemos encontrar según cómo trabajemos y según los planes que tengamos.
En este esquema de cuatro cuadrantes encontrás creatividad por todas partes, solo que de distintos tipos. La variable horizontal vendría a representar cuánta experiencia tenés en eso en lo que estás trabajando. La dimensión vertical significa si tenés clarísimos tus planes o si -por el contrario- vas viviendo lo que sucede como sea que se presente, sin premeditarlo y al tuntún. Entonces podemos obtener esta ventana de cuatro espacios. Nos ayuda para simplificar la descripción de qué tipo de resultados conseguimos según combinemos en mayor o menor grado objetivos con conocimientos.
Serendipia
Una serendipia es un descubrimiento fortuito que hiciste sin planificarlo, mientras andabas trabajando en otra cosa. Dicho en otras palabras, encontraste por fortuna algo muy útil y valioso mientras te dedicabas a asuntos absolutamente diferentes.
Algunos dicen que la vida es eso que pasa mientras andamos ocupados haciendo planes para vivirla, afirmación que se relaciona bastante con este tipo de situaciones. Una buena imagen alegórica es la de un turista que decide hacer buceo, se aparta del contingente y se topa con algo que le llama la atención. Sospecha que puede ser importante. En vez de dejar pasar ese estímulo, se acerca y trata de desenterrar algo no habitual. Más tarde termina siendo un tesoro o una reliquia arqueológica. El afortunado turista no tenía ni idea de cómo buscar tesoros ni jamás se entrenó nunca en reconocer una pieza arqueológica semienterrada.
La alegoría es bastante acertada porque efectivamente la cuota de suerte tiene todo que ver con una serendipia. Pero la parte de creatividad es la más relevante: se te tiene que ocurrir que eso “raro” y “sospechoso” que se te presenta ante tus ojos podría ser mucho más que una tontería o una casualidad.
Ejemplos de serendipias en la ciencia y en la tecnología hay muchos. En todos ellos, quienes se enfrentan con lo inesperado sospechan que hay mucho más que una trivialidad en eso nuevo que detectan. Gracias a eso le prestan atención, por supuesto. En mi primer libro publicado, Ciencia de las Emociones, conté cómo Giacomo Rizzolatti –un neurofisiólogo de un equipo de investigadores en Parma, Italia- hace cosa de treinta años descubría un tipo de neuronas muy importante posteriormente bautizadas como neuronas espejo.
El ejemplo de las neuronas espejo
Rizzolatti andaba estudiando con electrodos el cerebro de un tipo de macaco dócil llamado Macaca nemestrina. ¿Su propósito? Entender cómo sucede la actividad de neuronas en un área muy particular llamada F5. Los científicos saben que nuestro cerebro humano es análogo al de los primates, es como una maqueta. Así que en nosotros los humanos, al igual que en los macacos, esta área F5 es la responsable de los movimientos precisos que hacemos con manos y dedos. Rizzolatti aspiraba a que la comprensión de su funcionamiento permitiera que los pacientes humanos con algún daño cerebral pudieran recuperar el control de sus extremidades superiores.
Pero los estudios no avanzaron en esa dirección. Porque un día Rizzolatti entró al laboratorio cuando no había nadie y manoteó un maní de los que usaban para premiar al macaco. El animal, que lo miraba en silencio y quietito, prestó especial atención a la hambruna del científico. Inesperadamente el monitor que estaba conectado a los electrodos emitió un zap típico de esos que indica actividad en las neuronas que se miden. Rizzolatti se quedó duro y dirigió sus ojos hacia el macaco. Sus miradas se cruzaron por un rato como en una escena humorística y luego el animal volvió a observar el maní que tenía el hombre de bata blanca en su mano. Igual su cuerpo seguía más duro que una estatua. Rizzolatti pensó rápidamente: <<¿cómo puede haber sucedido una descarga real de alguna neurona, si este bicho ni movió sus manos?>>. Despacito, depositó el maní en una mesa, retrocedió en sus pasos y volvió a tomar otra pieza del bol contiguo al macaquito. Nuevamente, ¡zap! <<¿Una neurona que controla el movimiento de agarrar algo se activa en el macaco cuando él tan sólo ve que otro lo agarra?>> Tal cual, de eso se trataba la situación, por más insólita que a Rizzolatti le pareciese.
Formalizar el descubrimiento fortuito luego llevó muchos años de trabajo y un montonazo de experimentos tanto con macacos como con humanos, estos últimos sin el uso de electrodos sino con mediciones por fuera del cráneo (menos mal). Resultó que efectivamente tenemos en la corteza cerebral ciertas neuronas que no sólo se encienden para ejecutar un movimiento sino que también se prenden al percibir que otra persona hace dicho movimiento. A este conjunto lo bautizaron <<neuronas espejo>> y explican parte esencial de nuestra conducta como animales sociales: los mecanismos de percepción y de acción están tan íntimamente cableados en nuestro cerebro que lo que pasa con otros en nuestra manada se nos mapea de inmediato por dentro. Esto asegura que podamos reconocer instantáneamente la emoción y la intención de los demás gracias a su postura corporal, a sus expresiones faciales, movimientos y palabras. Incluso garantiza que seamos capaces de recrear internamente sus mismas sensaciones, como cuando te duele el sufrimiento de un amigo o hacés catarsis en el cine. En definitiva, Rizzolatti encontró el fundamento de nuestra empatía como especie.
La penicilina, otro ejemplo emblemático.
Alexander Fleming descubrió en 1928 la penicilina de la misma manera serendipiosa (permitime inventar el término). Siendo el primer antibiótico de la historia, la penicilina cambió radicalmente el universo de la salud en nuestra especie humana. Con el correr de los años se diseñaron antibióticos sintéticos a partir de ella, siendo la amoxicilina y la azitromicina los que probablemente más te suenen. Lo que le sucedió a Fleming en su momento fue que andaba trabajando en unos cultivos de bacterias puestos en unas de esas típicas plaquitas de vidrio redondas que usan los biólogos para hacer experimentos. Un día de septiembre, antes de tirar los cultivos, notó que una colonia de hongos había crecido espontáneamente como un contaminante en una de las placas sembradas con una bacteria patógena. Identificó al moho como Penicillium notatum y se dio cuenta al microscopio de que el mismo estaba produciendo una sustancia que partía las bacterias al medio. ¿Método utilizado? Ninguno. ¿Planes de encontrarla? Cero.
¿Cómo sigue esto?
Los distintos tipos de Creatividad es algo que voy a desarrollar aquí en LinkedIn en cuatro entregas. Esperá pronto la segunda parte: creatividad en estado puro. Este texto está tomado y adaptado de la Primera Parte de mi libro El Genio que llevamos Dentro – Innovación como nadie te enseñó (pp. 41 a 45).