DOS FORMAS DE VER EL MUNDO
Hay dos tipos de personas, las que ven el vaso medio lleno y las que lo ven medio vacío.
Si nosotros tenemos una fuerte convicción de cómo va a ser un acontecimiento nuestro comportamiento será de acuerdo a esa convicción. Si un estudiante piensa que no va poder superar un examen, ese propio estado de agitación metal que se está auto infligiendo podrá declinar la balanza hacia un lado, en este caso el negativo. Por el contrario, un boxeador que sale al ring convencido de su superioridad, aunque esta no sea cierta esa autogestión podrá hacer que gane el combate. Este fenómeno que se estudia en la Psicologia social se denomina “profecía que se autorrealiza” la cual es una teoría del sociólogo Robert King Merton en la década de 1970.
Dicho lo anterior podemos deducir que existen personas optimistas y pesimistas.
Los optimistas
Interpretan las situaciones problemáticas como transitorias y las consideran controlables. Los fracasos son atribuidos a responsabilidades con el exterior y con los demás. Ejemplo: Un partido perdido los jugadores optimistas lo atribuirán a un momento de debilidad generado por diferentes condiciones (clima desfavorable, falta de apoyo de los hinchas, errores del árbitro o a la necesidad de una mejor preparación física que pueden mejorar para los próximos partidos).
Los pesimistas
Interpretan las situaciones problemáticas como permanentes y las consideran incontrolables. Los fracasos son atribuidos a un ámbito personal. Ejemplo: En el mismo partido los jugadores pesimistas percibirán la eliminación como un fracaso personal, se sentirán perdedores y no merecedores de otra oportunidad.
El pesimismo y optimismo son estudiados como “estilos explicativos”. Estos dos estilos explicativos se diferencian con dos dimensiones: la omnipresencia y la permanencia. La omnipresencia concierne al espacio, o sea al ámbito en el que se aplica la idea mientras que la permanencia concierne al tiempo.
El estilo explicativo es un rasgo interior independiente de las situaciones que nos ocurren. La vida da las mismas dificultades tanto a los pesimistas como a los optimistas. Los optimistas consiguen recuperarse de las derrotas, caen, se levantan, cogen aire y continúan su camino; mientras que los pesimistas se caen, se rinden y corren el riesgo de sufrir golpes del estilo depresivo.
También os diré que un leve pesimismo dosificado tiene su utilidad, de hecho, el eslogan <<pensar en positivo es mejor>> no siempre sirve. Un pesimismo llevado a situaciones extremas puede convertirse en depresión.
Pero, ¿Por qué uno somos pesimista y otros no?, ¿Por qué un mismo estimulo a una persona le parece hermoso y a otra feo, amenazador o inofensivo, bueno o malo?
A la hora de definir a un pesimista u optimista no cuentan las características del estímulo. Ejemplo, con un estímulo como pueda ser prepararse para un examen que ya has suspendido una vez una persona pesimista pensaría: “da igual lo que haga, me tienen manía y si ya lo he suspendido una vez ahora no va a ser diferente”, mientras que el optimista pensaría “como ya he realizado el examen una vez, ahora tengo más posibilidades porque me lo se mejor”.
El estímulo es el mismos para ambos, aprobar el examen. ¿Qué cambia entonces?. Lo que cambia no es el estímulo, sino el pensamiento y este pensamiento es el que hace diferenciar a los optimistas de los pesimistas.
En consecuencia, los pensamientos son el eje de la vida interior y a partir de ellos se desarrollan las emociones y las sensaciones, de lo que se deduce que cambiando la forma de pensar se puede cambiar el estado emocional de una persona.
Aunque dicho así parezca fácil, nada mas lejos de la realidad, porque nuestra actividad mental es rumiante, le damos muchas vueltas y durante mucho tiempo a mismo tema. A quien no le ha pasado encontrarse un poco mal de salud y empezar a ponerse nervioso sin parar de pensar ¿Qué será lo que tenemos? y por fin cuando el medico nos dice lo que tenemos, aunque estemos enfermos ya nos quedamos mas tranquilos, es la incertidumbre lo que nos aflige.
Como podemos aprender a ser optimistas.
Algo que nos puede ayudar cada vez que nos sintamos tristes, abatidos, enfadados, desanimados o con ansiedad es comenzar una discusión interna con nosotros mismos como si la estuviésemos teniendo con una persona la cual tiene otra forma de pensar distinta a la nuestra. Martin Seligman el padre de la Psicologia positiva creo una estrategia que la llamo el “análisis ABC” A=Adversity, B=Belief (creencias) y C=Consecuences.
“A” Adversity
La adversidad será la misma independientemente de que tu carácter sea pesimista u optimista. Debemos pensar en una descripción objetiva y neutra de la situación que nos está afectando. Ejemplo: he invitado a la chica que me gusta a ir al cine este fin de semana y me ha dicho que no puede porque tiene que estudiar para un examen.
“B” Belief (creencias)
Lo que nosotros personalmente deduzcamos de la respuesta que nos ha dado esa chica será nuestra creencia. Pesimista: por supuesto será una excusa, no le gusto a nadie, nunca conseguiré conquistarla, soy un fracasado. Optimista: es cierto ahora estamos en fecha de exámenes, que mala suerte, tengo que ver cuando los termina para invitarla de nuevo, o quizás preguntarle si quiere que la ayude a estudiar.
La adversidad es la misma pero lo que se imaginan estas dos personas son cosas bien distintas, mientras uno piensa que se debe a una mala fecha para quedar el otro cree que se debe a un tema personal.
“C” Consecuences
Las consecuencias que producen los pensamientos son diferentes en cada persona. En el caso que estamos siguiendo ahora una posible consecuencia seria. Pesimista: Estoy triste, desanimado. Me siento estúpido por haberle pedido ir al cine, renuncio de ir al cine y de la chica. Optimista: Bueno, pues me voy a ver una película de acción de las que no le gustan a ella y la semana que viene si puedo voy con ella a ver la película que queríamos ver juntos.
Podemos ver como las acciones y consecuencias que se producen no descienden directamente de la propia adversidad sino más bien dependen del significado que le hemos atribuido.
La forma de pensar con la que afrontemos los acontecimientos va a determinar nuestro estado de ánimo, felicidad e incluso nuestra salud.
Las posibles causas del pesimismo pueden ser: La genética, los padres con un estilo de pensamiento negativo, recibir criticas destructivas y repetitivas por parte de profesores, entrenadores, padres y vivir múltiples experiencias de impotencia en relación con la realidad.
Con la genética y las experiencias de impotencia que nos de la vida no tenemos ningún control, pero sí que podemos actuar en las otras dos. Debemos tener en cuenta que el pesimismo puede llegar afectar a nuestra salud pasando a ser un cuadro depresivo. Siempre hemos dicho que el estrés baja las defensas, cierto, pero solo en parte, lo que baja las defensas es el hecho de que el estrés sea vivido o no con un sentido de impotencia.
No quiero darte muchos consejos, para eso están los profesionales en la materia, pero sí que te recomiendo, párate y reflexiona, “al final nada es lo que parece”.