Dos preguntas sobre los procesos

Dos preguntas sobre los procesos

¿Son los procesos entonces, criterios rutinarios? En tal caso requieren saber y obediencia. ¿Son los procesos un criterio perfectible? En tal caso requieren conocimiento y voluntad. La definición que tomaremos a partir de aquí, se sustenta en la segunda premisa significa, aunque muchas personas, perciben conveniente la primera.

En cualquier descripción histórica de mejora metodológica o intuitiva, podemos reconocer personas que han puesto énfasis en resolver infructuosamente conflictos, con el saber propio establecido en los procesos de sus épocas. Sin embargo, algunos pudieron darse cuenta de que esos saberes establecidos -enmarcados en procesos-, deben ser analizados por lo que son: una herramienta temporalmente útil. Sin esa comprensión, los procesos embalsamarán la experiencia, le quitarán vida, fortificando la usura de un espíritu irreflexivo.

El saber y los procesos, no deben ser confundidos con el conocimiento. El saber es un estudio cierto incorporado, útil, aceptado y funcional. Por el contrario, el conocimiento, es incisivo, acepta el saber cómo inspirador temporal, razón por la cual, debe ser superado. Acepta que en todo saber, pueden habitar fallas, omisiones y errores que es necesario buscarlos y resolverlos.

Los procesos, como saberes institucionalizados, exigen ser contrastados contra la asignatura del conocimiento. Ese conocimiento nacido en la pregunta y no estancado en la respuesta, que no acepta procesos muertos ni intenciones secas, que se constituye y se reconstituye, vive y se transmite en procesos explícitos y tácitos.

En la medida que las personas no se atrevan, no puedan o, no quieran superar esos saberes, profundizarán su habilidad para ejecutarlos, alejando su capacidad de dominarlos que es, reconocer su obsolescencia. Pero, ¿puede recaer únicamente en las personas semejante culpa, semejante irresponsabilidad? ¿Cuánto rigor ponen las empresas para que las personas repitan secuencias y festejen la igualdad como palanca movilizadora? Desde el momento en que la evaluación aplauda la homogeneidad, la voluntad de mejora y la disciplina de indagar, sucumbirá. El conocimiento será devaluado a vulgar y los celos, la envidia y la mediocridad será el modelo que sustente la relación entre las personas y los procesos. En esta realidad, los procesos no inhibirán a las personas, ellas los inhibirán. La homogeneidad en la reflexión, será el triunfo del orgullo de la continuidad inútil sobre la voluntad.

Es posible que estas descripciones nos lleven a meditar sobre los procesos. Sus limitaciones verdaderas no están dadas por sus fronteras, por el contrario, esa es su bendición. Darse cuenta que un proceso -saber institucionalizado-, tiene fronteras es en definitiva, el reconocimiento de su limitación. Un aparato relacional que se esfuerza en interrumpir ideas que se desplazan fuera de un tablero finito de posibilidades, no es apto para la autoexpresión, de modo que el individuo no puede ver, oír o expresar sus conceptos. Solo narra, lo que otros escribieron. La contemplación sin rebeldía a la mediocridad, es un engaño a uno mismo. Es huir de la responsabilidad de transitar la discontinuidad de un saber institucionalizado, en una inercia que impide la separatidad de él.

Capítulo 8 - "Entre lo obsoleto y lo obvio"
Walter F. Torre
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