¡Dracarys, París!

Imaginemos, por un momento hipotético, que viviéramos en la época de los dragones y que todos los cristianos siguiéramos la doctrina Targaryen. Estoy convencido de que, hoy en día, las noticias informarían que la Ciudad Luz fue reducida a cenizas.

Estoy hablando, por supuesto, del incidente durante la inauguración de los Juegos Olímpicos en París, donde se presentó una ilustración "artística" que parodiaba de manera inapropiada la Última Cena. Este evento ha generado indignación, pero es crucial reflexionar sobre por qué los cristianos no estamos llamados a "defender a Dios" en situaciones como esta.

En la Biblia, encontramos la historia de Gedeón, quien fue llamado por Dios para liberar a su pueblo de la opresión de los madianitas. Antes de la batalla, Dios le instruyó a Gedeón que destruyera el altar de Baal que estaba en su casa y que era muy venerado por el pueblo. Gedeón obedeció, pero esto provocó que la turba enfurecida exigiera su muerte.

El padre de Gedeón, con una sabiduría notable, ofreció un argumento que desarmó al pueblo enojado y que sería útil para nosotros hoy. Les dijo: "Si nosotros tenemos que defender a Baal, entonces Baal no es dios. Si en verdad Baal es dios, que se defienda él mismo". El pueblo consideró el argumento y, reconociendo su validez, permitió que Gedeón viviera.

Agustín Laje, en su cuenta de X, escribió: "Si los cristianos no luchan, serán destruidos sin piedad. Si sus líderes los siguen educando en la cobardía y la sumisión, jamás lucharán. Lo de ayer fue una muestra de poder: la agenda WOKE avanza y muestra su voluntad política de destrucción. Si no la destruimos, nos destruye. No existe una tercera vía. O asumimos que son enemigos (hostis, no inimicus), o perecemos."

Muchos han tomado una posición similar, indignados por la burla. Sin embargo, esa postura de "enemigos" contrasta con las enseñanzas de Jesús. Jesús nunca nos instruyó a defenderlo a la fuerza. Cuando Pedro intentó defender a Jesús con una espada durante su arresto, Jesús le ordenó guardar la espada y le dijo que, si quisiera, doce legiones de ángeles vendrían a defenderlo.

Además, Jesús reprendió a sus discípulos cuando quisieron invocar fuego del cielo para castigar a un pueblo que les había negado la entrada.

En el Sermón del Monte, Jesús enseñó a perdonar, a amar y orar por nuestros enemigos, a ofrecer la otra mejilla, y a no seguir la ley del talión ("ojo por ojo, diente por diente"). También enseñó a Pedro que debíamos perdonar "setenta veces siete". Los cristianos no somos los Avengers del reino celestial, ni estamos llamados a imponer nuestra fe por la fuerza. Más bien, estamos llamados a obedecer y seguir las enseñanzas del Maestro.

Dios no se preocupa excesivamente por las burlas que la gente hace de Su nombre. Si así fuera, Dios estaría enviando meteoritos a todos los que se burlan de Él. En cambio, Dios sabe que, al final, como está escrito, llegará el día en que toda rodilla se doblará delante de Jesús y toda lengua confesará que Él es Rey. Nuestra misión no es librar una guerra santa ni imponer nuestra fe. Nuestra misión es servir y dar la vida por los demás, tal como lo hizo Aquel a quien llamamos Dios.

Lo que realmente debería preocuparnos es no caer en la trampa de ofendernos por la burla pública de otros y, en cambio, examinar la burla que le hacemos a Dios en privado. Aquellos en París pudieron haber actuado sin plena conciencia de lo que hacían, pero nosotros debemos ser cuidadosos para no burlarnos del amor de Aquel a quien llamamos Señor. Eso sí es verdaderamente preocupante.

Marcos 7:6-7 (Nuevo Testamento, palabras de Jesús): "Respondiendo él, les dijo: 'Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.'"