Dudar
Este artículo fue originalmente publicado en gallego en El Correo Gallego el 16 de diciembre de 2024
En un panel sobre el impacto de la IA en el que participaba, la moderadora me preguntó en qué cosas las máquinas nunca nos alcanzarán. Es una pregunta que me hacen a menudo, aunque formulada de modos muy diversos. Mi respuesta a esta pregunta ha ido cambiando en el tiempo. Mi opinión, ahora y antes, es que no podemos asegurar que las máquinas no lleguen algún día a igualarnos o incluso superarnos en lo que denominamos “nuestra inteligencia”, siempre, eso sí, que nos demos tiempo como especie humana para sobrevivir lo suficiente. Pero otra parte de la respuesta la he ido acomodando según la IA ha ido avanzando. Tiene que ver con aquello que más nos distingue de las máquinas y que previsiblemente será la última barrera a salvar, ya veremos si la definitiva o no. Hace años ponía al lenguaje como uno de los muros más altos a flanquear, pero no ahora, por razones que están no ya a la vuelta de la esquina sino aquí y ahora. Si bien es cierto que los modelos de lenguaje no comprenden los textos o nuestras consultas como lo hacemos nosotros, sus capacidades para manejar el lenguaje natural son impresionantes, y los nuevos modelos aprenderán además de su interacción con el mundo real, lo que sin duda los hará avanzar muy significativamente en sus capacidades.
Hay en todo caso un buen número de cosas en las que las máquinas son mucho menos capaces que nosotros. Aprenden, sí, pero necesitan enormes cantidades de datos preparados específicamente para cada problema que pretendemos que resuelvan. Este proceso es muy lento, costoso y específico, sin que lo aprendido pueda ser utilizado sin más para abordar nuevos retos, ni siquiera parecidos. Es cierto que los modelos de lenguaje de gran escala son multitarea, y que con las consultas adecuadas pueden ayudarnos en múltiples cometidos, pero siguen siendo una navaja suiza que solo nuestra decisión y maña permite dedicar a múltiples propósitos. Así podría seguir, poniendo muchos más ejemplos, tanto relacionados con nuestras capacidades motoras o de manipulación, como con las cognitivas, pero no se trata de hacer una lista de lo que todavía es genuinamente humano, o sobre todo humano, así que voy a centrarme en una característica nuestra que no compartimos con las máquinas y que me parece especialmente importante: dudar. La duda es consustancial a nuestro comportamiento, y está presente desde en aquello que podemos considerar más banal, hasta en la ciencia y la filosofía.
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Decía Bertrand Russell que la filosofía es siempre un ejercicio de escepticismo. La duda, siempre que no nos impida tomar decisiones o nos bloquee en la acción, como le ocurrió al asno de Buridán, que por no saber si beber o comer primero cuando tenía sed y hambre a la vez, acabó muriéndose de ambas cosas, hace que: la ciencia avance con pasos firmes, aunque nunca definitivos; que podamos ponernos en el pellejo del otro o no vender la piel del oso antes de cazarlo; nos hace seguir buscando aun después de pensar que hemos encontrado una respuesta… La duda agita el pensamiento.
Las máquinas no dudan. Solo hay que utilizar ChatGPT una tarde para ver que siempre, siempre te dará respuesta a lo que le pidas, otra cosa es su utilidad. Se ha diseñado para ello, claro. Podría haber sido de otro modo, ya que podemos imponer la duda en las máquinas o que la simulen en mayor o menor medida, pero eso solo serviría para darnos la apariencia de que dudan, pero no para que reciban todos los beneficios de la verdadera duda, la que añade nuevos puntos de vista para abordar la solución a un problema y fija nuevos objetivos con el ánimo de atenderlos por voluntad propia.
“Pienso, por consiguiente soy”, dijo Descartes. Quizá también podríamos decir: “dudo, por consiguiente pienso”. ¿Llegarán algún día las máquinas a ser?
Maravilloso artículo Senén Barro Ameneiro ; como siempre, leerte es sinónimo de disftute y aprendizaje! Gracias y enhorabuena!