ECOSISTEMA EMPRENDEDOR
Finalizado el ejercicio, en la organización de la que soy miembro, Secot, hemos estado realizando un análisis y valoración de una muestra de 102 proyectos que nos presentaron otros tantos emprendedores, a los que asesoramos para poner en marcha su idea de negocio. Con este análisis, pretendemos determinar el porcentaje de éxito o fracaso que han tenido estos jóvenes con su iniciativa emprendedora, así como la alta o baja calidad de los proyectos analizados.
En base a esta muestra, hemos podido extraer algunas conclusiones sobre las razones que llevaron a ese éxito o fracaso, de los negocios puestos en marcha, así como a la valoración de los aciertos o los errores que los emprendedores cometen y que provocan el fracaso de su idea de negocio.
La primera conclusión que pudimos extraer, es que tan sólo el 12% de los asesorados consiguió poner en marcha su negocio y mantenerse dos años después en el mercado empresarial. Se da la circunstancia, además, de que la mayor parte de esos emprendedores que han conseguido mantenerse en este mercado tan competitivo, han creado startups de base tecnológica. Todo apunta a que suele triunfar, el emprendimiento que podríamos llamar de alta calidad, que es innovador y que introduce en el mercado un nuevo modelo de negocio, mientras que fracasa otro modelo que podríamos definir como de baja calidad y que consiste en copiar o en coger en traspaso, negocios que ya están extendidos en el mercado.
Hemos detectado que, en el 79% de los casos, se trataba de jóvenes desempleados o despedidos de alguna empresa y que, con la indemnización percibida, decidían coger en traspaso negocios que cerraban, o abrir bares, cafeterías, panaderías, pizzerías, etc. El problema es que, en la mayor parte de los casos, no tenían la formación, ni la experiencia necesaria para gestionar este tipo de negocios. Antes de emprender, quizá por la necesidad de conseguir prontos ingresos, no se preocupaban de alcanzar la mínima formación sobre las técnicas y habilidades necesarias para gestionar y ser dueños de estos negocios. Alguno confesaba que nunca había sido camarero ni dependiente, pero que por lo que veía en los bares de copas o tiendas que frecuentaba, eso era fácil para él.
Otro de los errores que hemos podido detectar es que, no se valoraron convenientemente, los sobrecostes que se generaban por acudir en busca del servicio de programadores informáticos, diseñadores de su página web, asesores contables y fiscales, costes de publicidad, tasas, aranceles notariales, etc. Estos gastos sobrevenidos por la contratación de servicios, engordaban tanto los gastos que el negocio quedaba terriblemente lastrado.
A todo esto, se añade la barrera que representa conseguir la financiación que necesitan, ya que las entidades bancarias y de crédito o capital riesgo, son poco flexibles a ese tipo de negocios. Alguno, para obtener esa financiación, además de dar el aval de la propia empresa, avaló también con el piso de sus padres y puso en peligro el patrimonio familiar.
Quizá por todo esto, es por lo que, concretamente, en Asturias, es muy bajo el número de emprendedores que inician un negocio exitoso y por lo que, año tras año, va creciendo el número de autónomos que cierran la actividad. Es cierto que nuestra muestra de emprendedores es muy pequeña, en proporción al mercado asturiano, pero, por lo que hemos visto en el informe GEM 2019, que estudia en profundidad el ecosistema emprendedor nacional, nuestros análisis tienen un gran paralelismo con los que arroja ese informe. En el se recoge que la precariedad laboral por cuenta ajena y el desempleo, son los impulsores del emprendimiento.
Hay que añadir, además, que aun cuando esos jóvenes, acuciados por la necesidad, deciden emprender, van a encontrarse con serios problemas derivados de su escasa formación, de la dificultad para obtener financiación, y también de las importantes trabas burocráticas y tasas impositivas, tanto estatales como autonómicas.
Se necesitan, por tanto, medidas destinadas a mejorar el ecosistema emprendedor y para ello se precisan políticas gubernamentales que fomenten la actividad emprendedora, reduciendo costes, cargas fiscales y burocracia. Se necesitan igualmente instrumentos financieros orientados a la creación de nuevas empresas. Y, por último, se necesita qué en las aulas, se empiecen a impartir programas para generar los valores y competencias necesarias para el emprendimiento. Sin estas medidas, difícilmente se va a mejorar el ecosistema emprendedor.