(Editorial 07/12/2020) Venezuela, entre fracasos y Clarinetes
Estamos a pocos días de cumplir un año de gestión de la fórmula Fernández-Fernández en Argentina, de la cual usted ya habrá hecho un balance. Pero antes de poner eso en discusión quiero traer otro caso que sí y no tiene mucho que ver con nuestro país: Venezuela.
Hay una psicosis en la sociedad donde gran parte de los ciudadanos cree que el futuro de nuestro país es similar al venezolano y enfatiza en el término “Argenzuela”. Querido lector, estamos lejos de ser Venezuela y esto no quiere decir que -si seguimos este camino- terminemos mejor o peor, sino distintos.
Lo que sucedió en Venezuela no es lo mismo que pasó acá, los factores tampoco son idénticos, ni parecidos. Desde el comienzo debemos separar la sociedad argentina de la venezolana.
Por una cuestión histórica -Venezuela tuvo influencia de los esclavos- los venezolanos tienden a tener una idiosincrasia más sumisa. Los esclavos, aunque se hayan liberado de la esclavitud, nunca dejaron de serlo y sus descendientes se criaron bajo ese dogma de servir al hombre blanco. Esto no quiere decir que todos los venezolanos sean así, pero sí una parte que es donde Hugo Chávez más apostó. El Comandante les hizo creer a su multitud que venía de las clases más bajas excluidas del sistema dejando de lado que su familia es de clase media. Pero no importa que haya mentido, sino en qué necesidad tenía Chávez de mentir.
Sigo con lo anterior. Argentina, en cambio, tuvo mucha influencia de los inmigrantes europeos que ya tenían una noción de Gobierno, Estado y Nación. Este grupo se concentró más que nada en la Ciudad de Buenos Aires y eso se puede observar con que la cultura porteña es muy similar a la cultura de los parisinos, romanos, madrileños, etcétera -salvando las distancias-.
Otra diferencia entre Argentina y Venezuela es el origen de Hugo Chávez: militar. En nuestro país, desde la última dictadura, los militares fueron desvaneciéndose en el ambiente público o mediático. Tuvieron su momento con los Carapintadas pero con el paso del tiempo perdieron peso político. Además de eso, la educación militar en Argentina tiene dos vertientes: una nacionalista simil al peronismo y otra más europea con semejanzas a Gran Bretaña o Alemania. En Venezuela, los militares son meros nacionalistas a niveles ya exagerados. Perón era nacionalista pero no por eso aisló a la Argentina del mundo, como sí hizo Chávez.
Por último, falta la financiación de la ficción, del relato o del circo. En Venezuela, el petróleo era -digo “era” porque el precio del barril cayó estrepitosamente y el régimen venezolano tampoco invirtió en la cuestión- la commoditie que sostenía el circo bolivariano. En nuestro país -producto de los gobiernos- no existe otro sector más fructífero (para la recaudación fiscal), lamentablemente, que el sector agropecuario que está en manos de empresas privadas.
¿Por qué hago hincapié en asegurar que nuestro país y Venezuela no son, ni serán los mismos? Porque nos quita objetividad a la hora de criticar o reclamar una situación. No podemos ver el problema de nuestro país si creemos que somos Venezuela y tampoco podemos denunciar los atropellos que se cometen allí si los justificamos con el afán de defender el relato kirchnerista.
Es cierto que la política exterior kirchnerista coincidió con la de Chávez y formaron una especie de “Liga contra el imperialismo” -imperialismo inexistente-. En estos días, discutí con un periodista santafesino porque él quería disminuir el caso de Venezuela con la actualidad de Colombia. Lastimosamente, querido periodista, no se puede comparar peras con manzanas y si usted no se puede quitar la venda de los ojos pruebe con informarse. Este periodista, así como le ha echado la culpa a los argentinos “irresponsables” de la propagación del COVID-19 en vez de al Gobierno, responsabilizó a los “grupos hegemónicos” -término que detesto- de “vender” una realidad manipulada a la gente. En otras palabras: Clarín tiene la culpa de todo.
No me sorprende que le haya echado la culpa a Clarín cuando también lo hicieron funcionarios del gobierno nacional como Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Amado Boudou, etcétera. Pero sí me llama la atención que sea tan necio a la hora de criticar el atropello a los derechos humanos en Venezuela, cuando él mismo insistió que fue a Venezuela. Sí, fue tres días, pero todos los que fueron -al mismo tiempo que él- señalaron que los venezolanos se acercaban hasta por un paquete de arroz y ni los turistas, ni los venezolanos, estaban financiados por Clarín u otro “grupo hegemónico”.
Cerrando el tema de las diferencias y aquellos que adhieren a la idea montonera “cuanto peor, mejor” quiero dedicar unas palabras a Venezuela.
Hay un hecho fundamental que ayudó a que todos tengamos una visión o una opinión, formada o no, sobre la actualidad de distintas regiones (no sólo fuera del país, sino del propio) y fue la globalización. Un factor que no afectó únicamente a la comunicación, tuvo otros efectos como la pandemia del coronavirus.
Gracias a las tecnologías podemos ver con solo un click qué sucede en Venezuela -sin necesidad de recurrir a un “grupo hegemónico” de esos que lavan el cerebro como C5N, perdón como Clarín-. Pero vemos qué es hoy Venezuela y no lo que fue hace décadas.
El país golpeado por el chavismo, era pujante en todo sentido. Fue uno de los pocos países latinos que vivía en democracia cuando sus vecinos sufrían golpes de Estado militares. Por más que haya existido un grupo de guerrilleros fueron rápidamente detenidos y no con matanzas o grupos de exterminio como la Triple A. Es más, muchos ex-guerrilleros venezolanos lamentaron haber dudado de la democracia en la década del ‘70 -entrevistas hechas por Enrique Krauze-. Lo que ayudó a Chávez fue un quiebre en la clase política endulzada por la corrupción -pero no a niveles del menemismo- y el relato. En el relato incorporó a las clases bajas, aunque después no haya hecho nada por ellas. Se sintieron parte del todo, del sistema.
Las instituciones en Venezuela fueron saqueadas por el chavismo. Si las democracias latinas son débiles por el atraso de la clase política, imagínese en Venezuela donde con prácticas populistas se llevó a cabo un socialismo -apodado del siglo XXI- ya fracasado. Porque no es el socialismo finlandés, uruguayo o neozelandés, ni siquiera lo llamaría socialismo, le diría la ultraderecha disfrazada de un pseudoprogresismo. Porque sí hubo socialismo en Chile y Uruguay -la socialdemocracia- que es real, no ésta.
Este 6 de diciembre, ayer, hubo elecciones legislativas en Venezuela donde ganó el chavismo por el 67% de los votos. La oposición a la Revolución Bolivariana, pidió que los ciudadanos no concurran a las elecciones. Una noticia de Telesur -fechada 21 agosto del 2020- indicó "el 75 % de los venezolanos desea participar en parlamentarias". ¿Le parece esta farsa? Esta empresa de medios tiene tres dueños que son tres gobiernos -llamativo-, el de Venezuela, Nicaragua y Cuba. ¿Estos son grupos hegemónicos o no?
Como era previsible, una gran parte de la sociedad no fue a votar. El organismo nacional CNE (Consejo Nacional Electoral) indicó que el 31% acudió a las urnas y el Observatorio de la Asamblea Nacional -presidida por Juan Guaidó- corrigió la cifra a sólo 18%. Voy a ser escéptico y creerle al organismo nacional, sólo para que vean ya con ese dato que la situación es calamitosa -como detalló la OEA-.
¿Cómo se puede defender un sistema que amenaza de quitarle la comida a quienes no voten? Y esto no es un cuento, lo dijo el número 2 del régimen, Diosdado Cabello en un acto público. Enfatizó hace unos días, ante la negativa de los venezolanos de acudir a las urnas: “el que no vota, no come” -veo esto y pienso en el periodista con quien discutí-.
Pero parece que en Venezuela gran parte de la sociedad no come, porque dos de cada tres venezolanos no reconocen al régimen, ni al sistema como legítimo. No le hablo de Estados Unidos, sino de personas que viven allí y dudo que estén manipuladas por los “grupos hegemónicos” porque no tienen ni luz para encender el televisor.
Todos los países serios no reconocen la elección legislativa de este fin de semana en Venezuela. Aseguran que no hay un sistema que respalde elecciones libres y transparentes. Los únicos países que respaldan al régimen son Cuba y Rusia -de los más importantes-. Pero adivine qué, México, Bolivia y Argentina permanecen en silencio.
¿Qué inventará ahora Felipe Solá? ¿El Gobierno dirá algo y después desde el Instituto Patria dirán otra cosa?
El dato es clave, siguiendo los números del Gobierno venezolano, dos de cada tres venezolanos no reconocen al régimen como tal. Ni hablar si seguimos los datos del Observatorio que son más creíbles: sólo uno de cada cinco venezolanos reconocen al régimen. ¿Qué haremos? ¿Le echaremos la culpa a Clarín?
Este punto es de inflexión para el Gobierno. ¿Por qué? Hay un ministro de Relaciones Exteriores que está más cerca de irse que quedarse y una Vice que intenta poner en agenda su política exterior. No me extraña que veamos otra cara frente a dicho ministerio en las próximas semanas, ¿quién lo pondrá la Vice o su secretario el Presidente?