El agua tibia y los haluros de plata

El agua tibia y los haluros de plata


Hay quien piensa que todo pasado fue mejor, así como la impresión general es que en la literatura (por ejemplo) de siglos anteriores todo era preciosismo y virtuosismo en las letras pues lo que ha llegado hasta nuestros días es solo lo que mereció sobrevivir al olvido del tiempo y por tanto ahora forma parte de los clásicos , también hay esa impresión dentro del universo fotográfico donde se piensa que antes de la invención y masificación de la fotografía digital todo lo que se hacía era casi perfecto, en ese aparte es peor el asunto pues solo se refieren a lo que mostraban las galerías o los impresos, aun así sabemos que existió también una gran cantidad de material impreso cuya calidad dejaba mucho que desear en cuanto a la técnica de los fotógrafos del siglo XX.

Así como yo, estoy seguro que casi todos los fotógrafos mayores de cuarenta años utilizamos película fotográfica en nuestros inicios, también fuimos víctimas de la alquimia mágica de los laboratorios y de aquel laborioso proceso que iba desde la toma, la conservación de la película (sobre todo en el trópico), el revelado de los negativos, la revisión de los contactos hasta la copia final que debía ser montada en alguna galería. Digo que fuimos víctimas porque el asunto revestía tanta parafernalia entre químicos y procesos de conservación tanto para negativos como para copias, sin contar la oferta de películas que aseguraban tal o cual desempeño destinado a ciertos resultados que en teoría solo podías obtener con ella que al final te creías parte de una suerte de logia no reconocida de magos de la imagen, hasta que llegó el proceso digital y con él la muerte de los rituales fotográficos que creíamos inmutables y necesarios, cuando en realidad ahora sabemos que son absolutamente innecesarios en la mayoría de los casos, no tiene mucho sentido guardar millones de negativos y otras tantas copias bajo el sino de pensar que sirven de algo a una posteridad que si a ver vamos no le interesa a nadie.

Ahora, hay un movimiento analógico despertándose de nuevo en el mundo y se creen la tapa del frasco, como si hacer esa alquimia automáticamente los convierte en protohéroes de la contemporaneidad efímera de la fotografía, hacer fotografía es una cosa que debe ir desvinculada del proceso con el que se haga, el virtuosismo está en la mirada no en el soporte con el que se reproduzca. En internet he comenzado a ver mucha foto insulsa cuyo único mérito parece haber sido realizada con equipo analógico, procesada con los químicos según los manuales Kodak de los años setenta emitidos y certificados por alguna escuela fotográfica de aquel tiempo, con unas explicaciones que acompañan a la imagen que si bien para algunos son importantes , según mi criterio no lo son tanto, algo así como creerse mejor escritor porque tus libros son escritos según el método palmer , impresos además en una imprenta de principios del siglo XX, al final lo que importa es el texto no el método de reproducción.

Volviendo a la fotografía, es complicado negar el placer de la multiplicidad de cálculos que toca hacer cuando tomas una imagen con película, el laboratorio , improvisar procesos, investigar posibilidades, encontrarse con el procesado perfecto que otorgue los tonos que quieres en tu trabajo pero de ahí a creer que es mejor fotógrafo aquel que usa película ISO 400 Ilford, Kodak o cualquier otra marca te va a hacer mejor que el que utiliza un Iphone 5 (van por el once) , creo que toca revaluar el oficio.

En el caso de quienes aseguran que los fotógrafos de antaño o eran más profesionales por haber sido participes de la alquimia del laboratorio, creo que deberían revisar sus conceptos, si bien estar limitados a un número reducido de fotogramas para registrar la realidad puede impulsar que el fotógrafo aprenda a mirar con detenimiento hasta percibir, con don casi paranormal, el instante preciso en el que conjugar cuando menos obturación, enfoque y diafragmado casi perfecto para hacer el disparo, bien es una habilidad que se desarrolla con los años, también debemos saber que (cuando menos en mis tiempos allá en los años noventa) no recuerdo haber salido jamás con menos de dos equipos y veinte rollos para hacer un trabajo corto, eran tiempos en que la película profesional era muy barata al igual que los químicos para procesarla.

También debemos apuntar algunas cosas, en principio la maña del laboratorista diligente da para solventar mucha foto mal hecha, seleccionar el papel indicado y hasta el filtraje para que la copia gane textura, la exposición en la ampliadora y el tiempo que el papel está en contacto con la luz ayuda a que mucha mala foto pueda ser pasable, de hecho hasta se puede reencuadrar utilizado la altura variable del cabezal de la ampliadora sin tanta bulla (todo lo que hacemos en photoshop por decir un caso), la única diferencia entre aquellos y estos, por lo menos los que no utilizamos filtros de Instagram y nos ceñimos a la medición de luz , llegando incluso a dejar la cosa a los automáticos cuando las condiciones lumínicas así lo permiten es que ahora podemos mostrar todo lo que hay en la tarjeta de memoria casi de inmediato, antes tenías que armarte de paciencia para revisar las hojas de contacto , el onanismo fotográfico era un mal que estaba relegado a las cajas escondidas en cualquier armario, hoy está en las redes sociales.

Si Robert Cappa, Man Ray , Richard Avedon o cualquiera de los dioses del olimpo fotográfico del siglo XX pudiesen probar las maravillas de lo digital profesional seguramente regalarían sus cámaras analógicas para olvidar que alguna vez existieron, lo importante es la mirada, no el proceso con el que se registra, si algún lector es de los neo descubridores del agua tibia a manos del proceso analógico, asúmalo como lo que es, una forma de descubrir un proceso antiguo, volver a las raíces para entender la luz sin el auxilio de lo digital, una vez superada la prueba decida cuál es el método que mejor les queda a sus intenciones pero por ningún motivo crea que es más creador, técnico o fotógrafo que nadie, el mérito está en la imagen, en la narrativa que su discurso tenga, no en los haluros o en los pixeles.

Prof. José Ramón Briceño

23-05-2020

Profesor José Briceño Diwan

Experto en Comunicación Digital y Educación | Fotógrafo Profesional

4 años

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