El analfabetismo digital de la diplomacia chilena
El pasado 28 de septiembre, el embajador boliviano ante la ONU, Sacha Llorenti, publicó en su cuenta de Twitter una fotografía que muestra a la presidenta Bachelet saludando al presidente Morales momentos antes de que comenzara la Asamblea General.
Bolivia puede ser uno de los países más pobres de la región, pero en materia de uso de las tecnologías de las comunicaciones, en esta oportunidad le ha ganado por goleada a Chile, actuando igual que uno de los más ricos del planeta.
A diferencia de nuestro país, Bolivia tiene uno de los índices más bajos de penetración de Internet. Según la CIA World Factbook, son 3.8 millones de bolivianos quienes pueden acceder a la red, el 36,6% del total de una población de 10.8 millones. Chile, en cambio, con sus —esperemos que la cifra sea real— 17.5 millones, triplica el número de usuarios a 11.4 millones, o el 65,8%.
¿Para qué, entonces, publicar una fotografía de su presidente saludando cordialmente a la presidenta chilena en medio de una crisis diplomática por un juicio en la Corte Internacional de Justicia? Porque tienen su política exterior y comunicacional clara y alineada. Cuando Bolivia se vale del uso de Twitter, no pretende comunicarle a sus apenas 100 mil ciudadanos que utilizan ese medio social (aunque la cifra pueden variar), sino que se han propuesto convencer al mundo de que su reclamo es válido y legítimo, entendiendo que el uso de las nuevas plataformas de comunicación pueden ser mucho más efectivas y beneficiosas que los medios tradicionales.
Bolivia parece conocer mejor que Chile sobre el soft power (más bien del smart power) y de la globalización. Así como sabe mantener una sola línea comunicacional sostenida en su política exterior, también parece conocer al dedillo las triquiñuelas de la comunicación en los asuntos públicos, algo a lo que nuestro país no suele estar preparado porque no tiene una posición defensiva, sino que, más bien, se caracteriza por una del tipo reactiva y conciliadora. Chile quiere ser el buen vecino que cumple la ley, no el que se enfrenta ni levanta la voz, quiere “pasar piola”.
Basta mirar los pilares de la política exterior de ambas naciones: mientas el Estado Plurinacional explicita como primera prioridad la restitución de la jerarquía histórica que corresponde a la causa marítima, y la proclamación del retorno soberano sobre el océano Pacífico como objetivo permanente; Chile, en cambio, sólo habla de promover el más irrestricto respeto a los instrumentos jurídicos que regulan las relaciones internacionales. De ahí entonces que Llorenti no haga otra cosa más que cumplir y ser fiel a su Gobierno. Si Chile subestima el poderío y alcance boliviano en su demanda, entonces, esta vez, le han ganado 2 a 0 con una puesta en escena espectacular.
Si bien nuestro país ha hecho esfuerzos digitales para estar a la vanguardia de las grandes potencias, como buen chileno, llegó tarde. Muestra clara es la apertura de la cuenta @ChileanteLaHaya, que suma apenas 476 mensajes desde que fue abierta a fines del 2013, y con unos escuálidos 872 seguidores. Bolivia, en cambio, tiene @Mar_ParaBolivia, con apenas 1.537 seguidores, pero 2.248tweets desde marzo pasado.
¿Qué nos falta para alcanzar a los bolivianos? Existen buenos argumentos, tenemos expertos en la materia, hay capacidad técnica para dar el paso y adoptar estas estrategias actuales. ¿No será momento de acelerar la agenda digital, de tomarle el real peso a las tecnologías de la comunicación 2.0, de invertir en un buen equipo y una estrategia comunicacional en la Cancillería, pero, por sobre todo, de asumir que esta no es exclusivamente una crisis diplomática, sino que también es una crisis comunicacional?
La fotografía de Llorenti sólo demuestra dos cosas: la buena educación de la presidenta Bachelet y que un Estado jamás puede dejar de probar las nuevas tecnologías disponibles. La “twiplomacia” llegó para instalarse, es efectiva y, de ella, nuestro país se está quedando abajo.
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Te felicito por el interesante punto de vista que planteas. Es muy refrescante leer una opinión respecto del uso de la tecnología vinculada a un "issue" diplomático. Tienes toda la razón con que hay recursos y experiencia y que sólo falta activar dicha "twiplomacia"