“El Cáncer un ente Asocial: entre la Esperanza y su Curación”
Eduardo Domínguez-Adame Lanuza. Memorias Académicas de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. Año 2011; p 227-231. Edita: Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. I.S.B.N.: 978-84-95499-69-1
“El Cáncer un ente Asocial: entre la Esperanza y su Curación”
El cáncer es un conjunto de enfermedades caracterizadas por la existencia de una proliferación anormal de células malignas. Lo que confiere la característica de malignidad a esta proliferación celular es su capacidad para invadir órganos, tejidos y diseminarse a distancia desde su origen.
Desde los tiempos de Hipócrates y aún antes, los médicos griegos de la Antigüedad comprendían claramente las formas por las que un tumor maligno lleva a cabo su inexorable determinación de destruir la vida. Basándose en lo que percibían sus ojos y dedos, dieron un nombre muy específico a las duras tumoraciones y ulceraciones que con tanta frecuencia veían en las mamas, sobresaliendo del recto o de la vagina de sus pacientes. Para distinguir estas tumoraciones de las hinchazones ordinarias, que denominaron oncos, emplearon el término karkinos o “cangrejo". Siglos más tarde, empezó a usarse habitualmente “cancer”, la palabra latina que significa “cangrejo”.
Hasta pasada la mitad del siglo XIX se pensaba que el cáncer mataba furtivamente y silenciosamente. Actualmente sabemos que no es así porque hemos descubierto una personalidad diferente en nuestro viejo enemigo al verle a través del microscopio de la ciencia contemporánea. El cáncer, lejos de ser un enemigo clandestino, se revela poseído de una maligna exuberancia asesina. Propagándose desde un punto central, la enfermedad lleva a cabo sin tregua una campaña de tierra quemada en la que no se respeta regla alguna, no se obedecen órdenes y se aniquila toda resistencia en una orgía de destrucción. Sus células actúan, si no le ponemos remedio, como miembros de una frenética horda de bárbaros que, sin jefes y sin control, sólo persiguen un único objetivo: saquear todo lo que está a su alcance. Esto es lo que los médicos e investigadores denominamos autonomía. El Cáncer es autónomo, va por libre. No lo controla el organismo y no se controla a sí mismo.
En la comunidad de los tejidos y órganos que forman el ser humano, la incontrolable turba de inadaptados celulares que es el cáncer se comporta como una banda de adolescentes violentos (por su inmadurez celular). Son los delincuentes juveniles de la sociedad celular.
Una célula tumoral es aquella que en algún momento ha perdido su capacidad de diferenciación, término que empleamos para designar el proceso por el que pasan las células para alcanzar una madurez sana. Una célula totalmente madura del epitelio intestinal, por ejemplo, absorbe los nutrientes de la cavidad intestinal mucho más eficazmente que se reproduce; una célula del tiroides cumple su función segregando hormonas, pero tiende menos a reproducirse que cuando era joven. La analogía con la conducta social del conjunto de un organismo como el nuestro es insoslayable.
El desarrollo de las células cancerosas se detiene en una edad en la que aún son demasiado jóvenes para haber aprendido las normas de la sociedad en la que viven. Como sucede con tantos individuos inmaduros de todas las especies, todo lo que hacen es exagerado y sin tener en cuenta las necesidades ni las limitaciones de los que le rodean.
Al no estar completamente desarrolladas, las células cancerosas no intervienen en algunas de las actividades metabólicas más complejas de los tejidos maduros no malignos. Una célula cancerosa del intestino, por ejemplo, no colabora en la digestión como sus equivalentes adultas; lo mismo puede decirse de casi todos los demás tumores malignos. Las células malignas concentran sus energías en la reproducción más que en las tareas que debe llevar a cabo un tejido para mantener la vida de un organismo. Los hijos bastardos de su hiperactiva reproducción (asexual) carecen de recursos para hacer algo que no sea causar problemas y constituir una carga para la laboriosa comunidad en la que habitan. Como sus padres, son reproductoras, pero no productoras. Como individuos constituyen un peligro para una sociedad conformista, equilibrada y tranquila que constituye el cuerpo humano.
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Las células cancerosas ni siquiera tienen la decencia de morir cuando deben. Toda la naturaleza reconoce en la muerte la etapa normal del proceso normal de maduración. Las células malignas no alcanzan ese punto: su longevidad no es finita.
Al no conocer y respetar las reglas de la biología humana, el cáncer es amoral. Al no tener otro objetivo que la destrucción de la vida, el cáncer es inmoral. Estos adolescentes inadaptados vuelcan su ira en la sociedad (cuerpo humano) de la que son producto. Son una banda callejera con un solo objetivo: sembrar el pánico, la destrucción y autodestrucción. Si nada o nadie se lo impide, terminan con el barrio que la sustenta y, por tanto, consigo misma. El cáncer es asocial.
El cáncer, hasta los inicios del siglo XX, era sinónimo de muerte. Esto ya no es así. Conocemos, desde hace tiempo, que gran parte de los cánceres son predispuestos por factores genéticos (familiares), sociales y ambientales. Podemos incidir en su prevención primaria, es decir, en aquellas personas predispuestas por sus antecedentes familiares o socio-ambientales seguirlas y controlarlas para evitar su desarrollo o en una detección precoz si aparece el cáncer. Una vez detectado el cáncer, disponemos de distintos arsenales médico-quirúrgicos para su tratamiento, según sea el tipo de tumor, su estadio de desarrollo y diseminación. Estas armas son la cirugía, inmunoterapia, quimioterapia y radioterapia; complementarias y combinadas entre sí. Hoy día, en un porcentaje importante, curamos el cáncer. El cáncer se puede curar dependiendo del estadio tumoral en el momento de su diagnóstico, de la estirpe tumoral, de la edad y morbilidades del paciente… En aquéllas circunstancias en las cuales esté en un estadio avanzado podemos intentar “cronificar” el mismo, prolongar una vida humana, que hasta hace unos años implicaba muerte segura a muy corto plazo. En el siglo XXI, frente al cáncer, podemos dar vida y a su vez calidad de vida. La conceptuación del cáncer está cambiando. Sabemos que la solución está en la detección de los grupos de riesgo para su desarrollo y por medio de la inmunogenoterapia evitar su aparición. Por tanto, alcanzada esta situación, posiblemente no habrá cáncer. En la comunidad científica tenemos claro, que en futuras generaciones, términos como cirugía, quimioterapia, radioterapia y medicina paliativa serán vocablos en desuso e históricos en la medicina relacionada con el cáncer. Esta afirmación no es sólo una esperanza o un deseo, sino que se fundamenta en el devenir propio del avance de la ciencia biológica y médica.
Dr. Eduardo Domínguez-Adame Lanuza
Académico Correspondiente Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla
* Biobliografía.-
1.- Hippocratic Oath. Michael North. Hippocrates National Library of Medicine 2002
2.- Hippocrates Collected Works . Hippocrates. Ed.: W. H. S. Jones. Cambridge Harvard University Press 1868.
3.- De Medicina by Celsus. Ed.: W. G. Spencer. Cambridge, Massachusetts Harvard University Press 1971 (Republication of the 1935 edition).
En Aprendizaje
5 añosCómo bien dice usted es Esperanza y yo diría!!!! Que tendría que ser crónico, para poder dominarlos...