El calentamiento global, el problema de las plagas agrícolas y la productividad de la agricultura
Se estima que la agricultura necesariamente deberá incrementar un 60% su capacidad productiva de alimentos y materias primas, para alimentar una población estimada de 9.100 millones de personas en el año 2050. Aunque el rendimiento de los cultivos seguiría creciendo, el crecimiento será más lento que en el pasado, aproximadamente la mitad (0,8 %) de su tasa de crecimiento histórico (1,7 %; 0,9 y 2,1 % para los países en desarrollo).
Además, la FAO estima que la producción agrícola mundial se reduce del 20% al 40% cada año, a causa de las plagas y enfermedades. Por tanto, reducir las pérdidas de alimentos causadas por las plagas y enfermedades de los cultivos tiene gran importancia para satisfacer las futuras necesidades de alimentos del mundo.
Pero el fenómeno del calentamiento global supondrá un aumento de los problemas de plagas en los cultivos, el aumento de pérdidas de cosecha y la disminución de su calidad y rendimiento. Si no se reducen las emisiones de CO2, las predicciones para el año 2050 suponen un aumento global de las temperaturas de 2 ° a 3 ° C.
Las plagas de insectos son organismos poiquilotermos, es decir no pueden regular internamente su propia temperatura, dependiendo de la temperatura a la que están expuestos en el medio ambiente para iniciar o terminar sus fases de desarrollo biológico. El incremento global de las temperaturas supone que se producirá mayor abundancia de plagas y que aumentará la dificultad en el control de las plagas en los sistemas agrícolas. Por un lado, nuevas zonas geográficas se verán afectadas por nuevas plagas, a partir de la expansión del rango de plagas nativas y la invasión por nuevas plagas. Y por otro, se producirá un desarrollo acelerado de las plagas que conducirá a más generaciones de plagas por temporada de cultivo y año. De hecho, ambas consecuencias del calentamiento global son ya una realidad. Es muy probable que plagas que hoy son consideradas menores se conviertan en plagas primarias por su mayor recurrencia, y que aumente la susceptibilidad a las plagas en plantas estresadas por la sequía.
Además, el calentamiento global tendrá otro efecto añadido sobre el control de las plagas en la agricultura. Tradicionalmente la presión de las plagas sobre los cultivos se atenuaba gracias al mecanismo natural de control ejercido por depredadores y parasitoides (especialmente antes del uso generalizado de los insecticidas químicos en la agricultura, que rompió el equilibrio entre plagas y organismos de control biológico). El incremento de las temperaturas puede dañar aún más ese mecanismo de control biológico. Varios estudios indican que en muchos casos se romperá la sincronización temporal y geográfica de plagas e insectos beneficiosos, debido a una distinta sensibilidad a la variabilidad climática o de temperaturas óptimas de desarrollo. Las diferencias en las necesidades térmicas de las plagas y sus depredadores, parásitos y parasitoides asociados pueden conducir a una interrupción de su sincronización temporal o geográfica, aumentando los riesgos de brotes de infestación. De este modo, es posible que en un futuro se reduzca la eficacia de los métodos de control biológico de plagas.
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