El Cerebro que Late
Basado en el libro de Jorge Tartaglione
Los vínculos entre el corazón y el cerebro son múltiples y complejos. Ambos, interactúan y se comunican en la construcción de nuestras emociones. Por ejemplo, el estrés, la ansiedad y la depresión están íntimamente relacionados con las enfermedades cardiovasculares. Muchas veces relacionamos las emociones negativas con estos padecimientos: “me va a dar” o “le va a dar un infarto” son usos metafóricos que frecuentemente se utilizan en el lenguaje popular al referirse a emociones incontrolables.
Al principio del siglo XX la mayoría de las muertes eran de origen infeccioso, hoy las enfermedades son el resultado de conductas sociales que impulsan los factores de riesgo y que entonces, podemos prevenir. Los hábitos y el modo en que vivimos propician algunas enfermedades de este tipo: la mala alimentación, el sedentarismo, tabaquismo, el estrés, impactan en los niveles de obesidad, colesterol, diabetes y por lo tanto en las enfermedades cardiacas. Los adelantos tecnológicos, como las unidades coronarias, el bypass, y las medidas de prevención han logrado disminuir el nivel de impacto de estas enfermedades.
Las emociones negativas como la ira, el mal humor, la depresión, una pérdida emocional, laboral o económica pueden dificultar la conexión entre el corazón y el cerebro. Así como la felicidad, el amor, la risa y bienestar colaboran con este diálogo. La actividad física, la meditación ayudan a reducir la ansiedad, la depresión y el estrés.
Vemos así, que esta conversación entre el cerebro y el corazón puede ser agradable y producir bienestar o puede ser agresiva pudiendo causar enfermedad.
La palabra corazón proviene de hrid que significa saltador, también quiere decir ciervo, los hindúes lo representaban con este animal. Este órgano de aproximadamente 280 gramos, es el encargado de bombear la sangre con oxígeno que le llega a los pulmones. La misma, viaja de regreso a la parte derecha del corazón, con los desechos celulares, donde es bombeada a través de la arteria pulmonar a los pulmones, donde toma oxígeno y luego retoma al lado izquierdo del corazón, para nuevamente viajar por todo el cuerpo.
Durante el día, la presión varía de acuerdo a las actividades, siendo más elevada durante el día y bajando en las horas de sueño.
Cerebro y corazón tienen una relación simbiótica: el corazón le envía sangre con oxígeno y el cerebro envía al corazón señales nerviosas que transmiten funciones, como incrementar la frecuencia de latidos o comunicarle estados de ánimo. De este modo, la sangre y los nervios son las vías de comunicación de este vínculo.
La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra la pared de los vasos que al volverse elevada puede dañar las arterias y órganos del cuerpo.
El colesterol cumple muchas funciones dentro del organismo, se encuentra en todas las membranas de las células. El colesterol “malo” se denomina LDL y el “bueno” HDL, los primeros poseen más carga de colesterol que el resto, los últimos cumplen la tarea de “limpieza”. Los valores normales son por debajo de los 200 mg/l.
Las emociones se vinculan con los riesgos de enfermedad cardiovascular, la depresión por ejemplo genera un aumento de adrenalina que hace más propensa la arritmia. Generalmente cuando analizamos los hechos emocionales previos a un infarto vemos que las emociones negativas influyen perjudicando la situación.
La ira por ejemplo, es una emoción innata y necesaria, sin embargo la manera en que nos relacionemos con ella es clave para nuestra salud: hay quienes se enojan y no lo expresan “se tragan la rabia”, suprimiéndola o dirigiéndola contra sí mismos; hay quienes explotan e insultan, actúan de modo violento y quienes se enojan e intentan o pueden controlarlo.
Un psicoanalista argentino, ganador del premio Konex en el año 1996, Luis Chiozza considera que cada enfermedad tiene una historia, tiene un sentido en la vida de esa persona.
“Se viene el estallido”
A finales del año 2001, Argentina atravesaba una fuerte crisis económica, social, política y laboral que profundizó la desigualdad en la distribución de bienes e ingresos económicos, llegando a niveles muy altos de desempleo y pobreza, nunca antes vistos.
El médico Gurfinkel fue el primero en demostrar el vínculo entre la crisis económica y la evolución de los pacientes cardiacos que se internaron durante ese periodo en los hospitales argentinos.
La situación social empeoró las condiciones sanitarias del sistema público de salud y también las condiciones de alimentación y salud de la población. La desigualdad aumentó las enfermedades, como la drogadicción, delincuencia, entre otros problemas.
De este modo, vemos como los factores psicosociales aumentaron el estrés crónico y por lo tanto el sistema inmune de la población.
Somos lo que comemos
Nuestro actual modo de alimentación está íntimamente relacionado con nuestro estilo de vida. En los últimos 50 años han predominado los alimentos ultra procesados a partir de la manipulación química y mecánica del maíz, el trigo y la soja principalmente. A esto debemos sumarle los productos industrializados con grasas poco saludables como las trans y la influencia social y cultural que tiene sobre nosotros el marketing de los alimentos. El ritmo de vida hace que comamos fuera de casa y que tengamos dietas muy poco variadas.
Estas variables sumadas al gran consumo de azúcar y harinas son potenciales factores de riesgo para el sobrepeso. Es importante entonces cambiar los hábitos, incorporar actividad física en la rutina diaria, por ejemplo movilizándonos a pie o en bicicleta, subiendo y bajando escaleras.
Cuando comemos se produce la liberación de hormonas y neurotransmisores en diferentes órganos del cuerpo, es por ello que el control del peso se encuentra en el cerebro. El acto de comer calma el estrés porque interviene un neurotransmisor llamado dopamina, hay alimentos que generan dopamina y por eso generan mayor saciedad: como la banana, palta, carne, almendras y huevos.
Las frutas y verduras son fundamentales porque poseen antioxidantes y no tienen colesterol, por lo tanto cuidan al corazón y al cerebro. Alimentos como el pescado de mar, el aceite de oliva y las semillas de chía son fuertes en Omega 3 por lo que reducen los ácidos grasos saturados.
La alimentación también se relaciona con las emociones, tal es así que muchas veces utilizamos metáforas como “tengo un nudo en el estómago” o “no puedo tragar esta situación” relacionando estos dos aspectos. Es por ello que es fundamental dedicar el tiempo y espacio preciso a la alimentación, evitar las comidas rápidas o al paso, comer tensionados o apurados.
Saber cuándo parar
Luego de un día abrumador y estresante es probable que se nos contracture el cuello, la mandíbula, que apretemos los dientes en la noche. Para evitar este tipo de tensiones es importante que aprendamos a relajarnos, a establecer prioridades y a decir que no.
La sociedad de consumo en la que vivimos genera el mandato de tener cada vez más o la última tecnología, esto muchas veces genera estrés, angustia e incluso enferma a mucha gente.
El médico estadounidense Larry Dossey ha definido nuevas enfermedades por el mandato actual de vivir cada vez de modo más acelerado y por la sensación de que el tiempo no alcanza.
A raíz de este estudio surge el movimiento “Slow” (lentitud, desaceleración del tiempo). El mismo fomenta ir más despacio y que cada proceso tenga su propio tiempo, basado en la idea de que ir más rápido no necesariamente es ser más eficiente.
Hay que encontrar un equilibrio entre la rapidez y la lentitud, descubrir nuestro propio ritmo. Vivir con rapidez hace que nunca estemos satisfechos. Lo opuesto es la importancia del ahora, vivir cada momento. Descubrir la lentitud para comer, para jugar con un hij@, para amar, destinar tiempo al ocio que es parte de una necesidad humana, para evitar justamente la sobrecarga y el estrés.
Dale alegría a mi corazón
La alegría, bienestar y optimismo pueden evitar las enfermedades cardiovasculares. Comenzar el día de buen humor, por ejemplo, genera un estado placentero que se asocia a una reducción de los procesos ateroescleróticos. Cuando nos sentimos tranquilos o relajados funciona más el sistema nervioso parasimpático, también nos baja la frecuencia cardiaca y la presión arterial, descargamos menos adrenalina y liberamos menor cantidad de cortisol, mejorando el sistema inmune y aumentando los anticuerpos.
La risa provoca que el tejido que recubre el interior de los vasos sanguíneos, conocido como endotelio, se dilate y extienda, lo que permite incrementar el flujo sanguíneo. La risa también incide en el sistema endocrino ordenándole al cerebro segregar endorfinas.
La oxitocina es conocida como la hormona del amor y la confianza, se libera durante el contacto afectuoso, por ejemplo durante un beso. Produce bienestar y efectos similares a los que produce la risa. Las mujeres por ejemplo liberan oxitocina luego del parto o durante el amamantamiento.
El amor permite que el vínculo entre el corazón y el cerebro se torne cordial, ameno y placentero.
De este modo podemos concluir con un dato sumamente alentador: las enfermedades coronarias son prevenibles, y en los casos donde estas ya se han manifestado, la evolución de las mismas dependen mucho de la voluntad de cambio.
El corazón delata lo que la boca calla
Conceptos claves
Presión arterial: La presión arterial es necesaria para aportar oxígeno y nutrientes a los órganos corporales. En el cuerpo humano la sangre circula por los vasos sanguíneos. Son principalmente arterias y venas. La sangre que circula constantemente por los vasos ejerce presión sobre las paredes vasculares. La presión viene determinada por la fuerza de bombeo del corazón y la elasticidad de los vasos.
Hipertensión: La presión arterial aumenta al incrementarse la potencia de bombeo del corazón o al contraerse los vasos sanguíneos. El riesgo de hipertensión aumenta con la edad. Sin embargo la inactividad física, la obesidad, el consumo excesivo de alcohol o de sal y el estrés pueden ser factores de riesgo. Inicialmente, la hipertensión no presenta síntomas. Esto es peligroso, ya que una presión arterial permanentemente alta aumenta el riesgo de daños a los órganos vitales. Es por eso que es sumamente recomendable controlar la presión de manera periódica.
Presión arterial baja (Hipotensión): Al contrario que la hipertensión, la hipotensión no es potencialmente mortal y no causa otras enfermedades potencialmente graves. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido una presión arterial inferior a 100/60 mmHg en mujeres e inferior a 110/70 mmHg en hombres como presión arterial baja (hipotensión arterial).
Infarto: Un ataque cardíaco (o ataque al corazón) ocurre cuando se obstruye de repente el flujo de sangre rica en oxígeno que llega a una parte del músculo cardíaco y el corazón no puede obtener oxígeno. Si el flujo de sangre no se restablece rápidamente, esa parte del músculo cardíaco empieza a morir. Casi siempre los ataques cardíacos se presentan como resultado de la enfermedad coronaria o como un espasmo intenso (contracción) de una arteria coronaria. Para reducir riesgos es fundamental concurrir a la emergencia médica ante la presencia de síntomas, como molestias o dolor de pecho, en los brazos, espalda, cuello, dificultad para respirar o náuseas.
Insuficiencia cardíaca: Es una enfermedad en la que el corazón no puede bombear suficiente sangre para satisfacer las necesidades del organismo.
Arritmias: Son latidos irregulares del corazón, durante una arritmia el corazón puede latir demasiado rápido, demasiado despacio o de manera irregular.
Stent: Un stent de arteria coronaria es un pequeño tubo de malla de metal que se expande dentro de una arteria del corazón. A menudo se coloca durante o inmediatamente después de una angioplastia y ayuda a impedir que la arteria se cierre de nuevo y vuelva a obstruirse.
Angioplastia: Es un procedimiento para abrir vasos sanguíneos estrechos o bloqueados que suministran sangre al corazón. Estos vasos sanguíneos se denominan arterias coronarias. Para la mayoría de personas, la angioplastia mejora enormemente la circulación a través de la arteria coronaria y el corazón. Puede ayudar a evitar la necesidad de una cirugía de revascularización coronaria.
By pass: La cirugía de bypass es muy eficaz para el tratamiento de la enfermedad coronaria. Es una técnica donde se utilizan arterias o venas de otras partes del cuerpo, “puenteando” o “salteando” la obstrucción coronaria para normalizar la oxigenación y nutrición del corazón. De ahí el nombre de “puente coronario”. El bypass es muy útil, por ejemplo, cuando existe enfermedad de múltiples arterias coronarias, ya que es posible realizar más de un puente en la misma operación.