El circuito del millón de dólares

En menos de un mes de entregada la tesis, William de solo 26 años, junto a su compañero de universidad David Packard, fundó la compañía Hewlett-Packard en Palo Alto, California, por lo que se le considera una de las pioneras -o creadoras- de Silicon Valley.

El circuito diseñado por Hewlett se conoce como oscilador de Puente de Wein y se basa en una parte de la red eléctrica diseñada por Max Wein en 1891 con el propósito de medir capacitancia.

La idea de trabajar en este nuevo oscilador surgió en el marco de un seminario organizado el año 1938 por el profesor guía y mentor de Hewlett, Fred Terman. Uno de los temas del seminario, al que asistió Hewlett, fue el “amplificador con retroalimentación negativa”, inventado por Harold Black en 1927.

Motivado e influenciado por las ideas del seminario, Hewlett comenzó a trabajar en su tesis. En ella además incorporó elementos e investigaciones desarrollados por otros científicos, como el físico alemán Heinrich Barkhausen y L.A. Meachan, ingeniero de Bell Telephone Laboratories, con los que Hewlett diseñó, construyó y probó el oscilador variable, cumpliendo con éxito los objetivos planteados al empezar a trabajar en su tesis. Luego de presentarla, patentó su invención consignada con el código US2268872, que fue otorgada directamente a “Hewlett-Packard Company”, sin mencionar a la Universidad de Stanford, lo que resulta al menos curioso, pero no se sabe si esto fue el resultado de la política de propiedad intelectual que tenía la universidad en esa época, o si simplemente aún no tenían una política al respecto.

El siguiente paso fue transformar la investigación de Hewlett en un producto. Fue así como nació el oscilador HP 200A, el primer producto fabricado por Hewlett-Packard. En un comienzo, la fabricación de este producto se realizó en el garaje de la casa de Packard, el cual es considerado la cuna de Silicon Valley. Inicialmente vendieron varias unidades, pero el producto realmente saltó a la fama cuando Disney compró 8 unidades para la producción de su película animada Fantasía. Para esto, Hewlett-Packard tuvo que adaptar algunas de las especificaciones de su producto original, y fue así como nació el segundo producto de la compañía, el HP 200B. La compañía continuó desarrollando otros productos relacionados con la instrumentación electrónica, y en 1943 ya contaba con su primer edificio y 200 empleados.

La compañía siguió desarrollándose y se convirtió en el gigante tecnológico que conocemos hoy día, demostrando que el desarrollo y la investigación científica que tienen un enorme potencial, deben salir de los laboratorios al mundo, transformándose en agentes de cambio para distintas industrias y sectores. Por ello es fundamental contar con desarrollos tanto de ciencia básica como de ciencia aplicada para crear tecnologías exitosas.

De la misma forma, se debe contar con un respaldo de instituciones, especialmente en la educación superior, que promuevan la investigación, la ciencia y la tecnología de manera permanente. Además, son un punto de encuentro para personas que tienen intereses similares, como lo fue la Universidad de Stanford, donde Hewlett conoció a Packard y también fue muy útil para el desarrollo de su compañía.

Por otro lado, es fundamental contar con agentes catalizadores, impulsores y mentores del interés de los estudiantes en la investigación, como lo fue Fred Terman para Hewlett y Packard. Él (Terman) siempre motivó a sus estudiantes y muchos de ellos también crearon empresas exitosas. Es por esto que es conocido como uno de los padres de Silicon Valley.

Pero en esto hay un rol que no debe pasar desapercibido y es el de Disney en el éxito de Hewlett-Packard. La venta icónica de esos 8 osciladores HP200B es evidencia de que las empresas no pueden ser exitosas de manera aislada. Es necesaria la existencia de un ecosistema de innovación que permita que se generen relaciones virtuosas entre las distintas empresas, la academia, la sociedad civil y el Estado para que éstas puedan desarrollarse.

Si bien en Chile hay esfuerzos permanentes para que el ecosistema de innovación y emprendimiento también esté integrado por la ciencia y que todo este trabajo llegue al mercado, aún tenemos mucho camino que recorrer, especialmente en lo que se refiere al último punto, con más empresas y organizaciones de distintas industrias y sectores apoyándose en el I+D desarrollado por científicas e investigadores chilenos, invertir de manera contundente en el desarrollo de ciencia básica y aplicada; potenciar a las instituciones de educación superior para que propicien la transformación de conocimiento en nuevos productos y servicios de base científico-tecnológica, lo que sin duda nos transformará en un país que no solo exporte materias primas, sino que también tecnología y conocimiento.

Por Alejandro Weinstein

Investigador Centro Avanzado de Ingeniería Eléctrica y Electrónica, AC3E

Académico Universidad de Valparaíso

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