El colmo del comunicador
El comunicador siempre piensa en modo profesión, planifica y estudia el escenario para ver si logra comunicar lo que aquella empresa, entidad o cliente quiere para con sus públicos, pero qué hay de la comunicación del comunicador, en primera persona.
Estudié comunicación, trabajo en ello hace varios años y generalmente no tengo problemas cuando quiero expresar una idea o un concepto, más allá de estar acertado o no, siempre mi interlocutor entiende mi intención y mi pensamiento. Transmitir emociones muchas veces, me resultaba un tanto más difícil, pero luego de varios años, al lado de mi mismo, logré re educarme y cada vez lo consigo con mayor facilidad.
Los trabajos que ocupe en mi profesión hasta el momento me dieron muchas cosas, y algunas pequeñas he dejado también. Con honestidad y humildad he ido aprendiendo de mi alrededor y buscando cada día ser mejor comunicador. Tome este camino en lo profesional, porque siento que la comunicación es un arte hermoso que recorre cada parte de nuestra vida, en lo personal y profesional. Cuando tengo la oportunidad de que alguien me escuche, pongo todas mis herramientas en acción, para reflejar perfectamente cada uno de mis mensajes en la mente del otro, como si lo escribiese con su idioma o sus propias palabras.
Pero hay algo, que aún después de dos años y medio, inclusive con un revival en medio, no sé cómo siquiera empezar. Escribo dos líneas y las borro, pruebo siendo descriptivo y siento que hay algo que no llego a expresar correctamente. Lo hago de manera impersonal, como si alejarme de la situación me diera mayor claridad, pero no lo logro. Lo intento a través de distintos caminos, técnicas y formas, pero nada me deja conforme, siento que nunca termino de expresarlo en un cien por cien.
Pero no puedo detenerme, ni rendirme, expresar las cosas y ponerlas en una nota, un blog, un cuaderno privado o simplemente un papel, es parte de mi esencia. En mi lógica, hasta que no exteriorizo las cosas no puedo terminar de hacerlas propias, es como un proceso que debo enfrentar, inevitablemente.
Por lo tanto, ahí voy nuevamente. Como dicen, tal vez empezar por el principio me resulte mejor. Por eso me voy al primer día, pienso en sus manos; que se movían casi espasmódicamente, en su llanto desesperado, que casi por única vez en la vida significaba felicidad. En aquellos ojos que no paraban de moverse, tratando de escapar a tanta luz de repente.
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Fueron dos, hasta ahora, y todavía no me explico cómo puede ser que el corazón no te explote de emoción en ese momento en el que un hijo llega a este mundo.
No conforme, me voy aún más atrás en el tiempo, dónde el abrazar una panza te tranquiliza, te armoniza y te hace olvidar de absolutamente cualquier cosa en la tierra, hasta de uno mismo. Llevo mi mente a cada segundo vivido para comenzar allí a explicarlo, a poder contarlo. Tal vez ellos cuando sean grandes quieran saber qué pensaba, que sentía. Entonces sigo un poco más.
Recurro a lo cotidiano, en lo simple a veces está lo importante. Pienso en cuando cada día suena mi despertador y la obligación me llama, cuando antes de salir, como si fuese el último, les doy un beso. Veo esa paz que llevan al dormir; y muero y mato por pensar en cómo lograr que la conserven. Sabiendo que será imposible, entendiendo que la vida, es vida para todos con todo lo que eso implica y no según los deseos de un padre, creyendo que le puede dar una perfecta. Nada de eso es real, pero creo que eso expresa un poco lo que quiero dejar plasmado en este papel. Claro! este es el camino. Entonces sigo… y pienso en sus destinos en ¿quiénes querrán ser?, pero en lo personal y profundo. En qué personas, en qué hombre y qué mujer se convertirán y hasta cuando podré verlos y acompañarlos en ello. Entonces llega otro sentimiento y se mete en mi mente, la muerte, el miedo a morirme.
Pero esta vez no es miedo al dolor, no es por lo que sientan quienes quedarán, o al momento en sí de la partida, es mucho más egoísta. Tiene que ver, con el que no quiero perderme nada, quiero estar ahí para cada cosa que necesiten o les suceda. O simplemente quiero estar ahí, porque si, porque solo observarlos hoy me llena de alegría, sin que me miren ni me hablen. Me llena de amor pensar que, en algún rincón de su ser, soy parte de ellos. Me da orgullo cada mínima cosa que logran o aprenden. Verlos sonreír me invade el alma de una hermosa sensación, parecida a esa que te provoca la hamaca en la panza. Cuando me miran a los ojos para hablarme, no importa que loca historia de niños me estén contando, o que relación tenga con la realidad, el mundo se detiene para ver cada gesto, cada expresión y poder conectar con eso que aún sigo sin poder explicar, después de tantos párrafos.
¿Cómo un sentimiento tan universal y tan hermoso me puede resultar tan difícil de plasmar en un papel?
Será su inmensidad, su naturalidad o mismo puede ser que sea algo que nunca termina de “ser”, por su evolución, su movimiento, porque nunca dejará de crecer, jamás. Tal vez eso lo describa un poco más.
Entonces recopilo conceptos, no muy conforme con mi nuevo intento; emoción, felicidad, dolor, amor, miedo, alegría, orgullo, y tantas otras palabras ancla que tal vez no pude decodificar completamente. Sin dudas me resulta complejo expresar que siento como padre. Creo que no voy a lograr nunca estar conforme con el texto final, tengo la sensación de que algo siempre le faltará. Tal vez si tenga que decírselos a ellos, un fuerte abrazo sea la mejor forma, no? Pero un momento, si algo tan simple como un abrazo lo puede transmitir, porque no encuentro las palabras correctas. Lo seguiré intentando, mi obsesión por comunicar y mi profesión me lo obligan. Mientras tanto los seguiré amando en cada segundo y en cada cosa que hagan incondicionalmente, para ver si por lo menos para los ojos de ellos puedo ser un buen comunicador.