El conocimiento del Chófer

 

Ocurrió en el año 1918. El físico Max Planck(1858-1947) fue galardonado con el Premio Nobel y en los meses siguientes comenzó un extraordinario periplo docente ante la avalancha de la demanda formativa que le surgió en numerosas villas y ciudades de Alemania para explicar los fundamentos de la nueva mecánica cuántica

En su tour le guiaba un chófer que, a lo largo de los meses, se vio obligado a escuchar una y otra vez la misma lección. Con el tiempo y la convivencia, entre ambos empezó a florecer un hermosa y sincera amistad. En una ocasión, la noche previa a dar una conferencia en la ciudad de Múnich, mientras estaban sentados en la barra de un bar al calor de una generosa cerveza, el chófer le propuso al profesor lo siguiente:

“Oiga”, le dijo, “debe ser para usted muy aburrido estar contando una y otra vez el mismo cuento”. “En efecto, compañero”, le respondió Planck, “un poco aburrido sí que resulta”. “Pues, fíjese”, prosiguió el conductor, “le propongo para mañana algo diferente. ¿Qué le parece si, sólo por un día, usted y yo nos cambiamos los papeles?. Yo doy su charla de mecánica cuántica, al fin y al cabo después de tantos meses juntos ya me la sé de memoria. Y usted, si quiere, se puede poner mi gorra de chófer y sentarse en primera fila a escucharme tal y como siempre hago yo. ¿Qué le parece?” El profesor Planck levantó una ceja y sonrió. “¿Por qué no?”, le respondió. “Será divertido”.

Día siguiente, Universidad de Múnich. El público presente apenas podía contener la emoción ante la inminencia de las palabras de todo un Nobel. El salón de plenos abarrotado por las mentes más inquietas de la ciudad. Y así, a primera hora de la mañana, un chófer ofreció una lección magistral sobre mecánica cuántica delante de tan distinguida audiencia. Al acabar, un señudo profesor no pudo contenerse y rompiendo el protocolo de la época, levantó la mano y realizó una pregunta. Pausa. El conductor se le queda mirando largo rato y resuelve ufano: “Nunca habría pensado que alguien de una ciudad tan avanzada y moderna como Múnich pudiera formular una pregunta tan simple. Mi chófer se la responderá por mí”

La anécdota proviene de Charlie Munger, uno de los mayores inversores del mundo y socio preferente de Warren Buffett y está recogida en una obra de Rolf Dobelli (1). Según Munger, existen dos tipos de conocimiento. El primero, es el conocimiento del experto. Lo podemos apreciar en aquellas personas que han comprometido tiempo, dinero y esfuerzo en comprender algún asunto. El segundo tipo es el conocimiento del chófer, el tipo de conocimiento de la gente que recita palabras y conceptos con gran elocuencia y de manera a veces espectacular, pero de manera huera. Puede que su voz sea seductora, puede que inunden su discurso de bellas o complicadas palabras, pero en ningún caso este conocimiento es producto de una profunda y sincera reflexión, sino más bien un espectáculo impostado producto de un corta-y-pega irreflexivo. Lejos de ser anecdótico, este tipo de conocimiento es muy común: los seres humanos, en una primera intención, tendemos sistemáticamente a sobrevalorar nuestro conocimiento sobre cualquier asunto, por no hablar también de nuestra habilidad predictiva y además lo hacemos en una escala masiva (overconfidence bias).

Para el caso que nos ocupa, ¿cuánto conocimiento del chófer existe en Tecnologia? ¿cuánta adoración vemos todavía profesar a gurús y maestros de manera acrítica?

Jesus Dávila Molina

Representante Autorizado, Planificación Financiera

7 años

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