El conocimiento en las instituciones de salud: un tesoro que cultivar.
Si el conocimiento crea problemas, no es a través de la ignorancia que podamos resolverlos. Isaac Asimov (1920-1992) Escritor y bioquímico estadounidense.
De qué hablamos cuando hablamos de conocimiento.
El conocimiento se concibe hoy día como una de las “core competences” en cualquier organización. Es clave en su sostenibilidad, ya que sobre este recurso descansa el desempeño optimo y la competitividad. Riesgo en 2006 ya defendía que es el principal activo intangible que posee cualquier empresa para su éxito. El conocimiento puede ser explícito, más relacionado con todo lo que está documentado y transmitido por canales formales. Parece lógico pensar que es lo más tangible dentro de este bien intangible, es más fácil de recopilar, medir, compartir. Pero ¿qué ocurre con el conocimiento tácito, aquel que no esta registrado y documentado? Se mueve a diario por las venas y arterias de la cultura de la organización y puede llegara influir enormemente en ella, y en sus componentes clave. El problema de este tipo de conocimiento está en que no es tan fácil de trabajar porque no es tan evidente.
En todo caso, para poder aprovechar adecuadamente el conocimiento disponible en una organización es necesario gestionarlo, como se gestiona cualquier capital. Es imprescindible diseñar una estrategia para la gestión del conocimiento en una organización que tome en cuenta los siguientes componentes:
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El activo “conocimiento” en instituciones de salud
La gestión del conocimiento como valor de primer nivel para el éxito de las organizaciones está ampliamente asumida en el ámbito empresarial y de negocios. ¿Lo está también en el ámbito de los servicios de salud, especialmente en los públicos? En mi experiencia, diferenciaría entre los dos tipos de conocimiento. El conocimiento explícito, especialmente el de carácter científico, si que considero que está contemplado como un elemento central a trabajar. La investigación en salud ha sido el motor que nos ha permitido alcanzar las cada vez mayores capacidades de resolver los problemas de salud de las personas. Además, cuando los esfuerzos de investigación clínica se desarrollan bajo la filosofía de la práctica basada en la evidencia, está claro que el conocimiento adquirido aumenta su valor y su impacto en los resultados asistenciales. Creo que en este sentido, hay que seguir trabajando en la difusión y accesibilidad a ese conocimiento de valor.
Saquemos el foco del conocimiento explícito de carácter científico-técnico y vamos a ponerlo en el que tiene que ver con la eficiencia y eficacia de la asistencia, en aprovechar y optimizar los recursos y adaptarse al contexto de la institución. No se si vuestra experiencia es distinta, pero la mía me muestra un escenario mucho más abandonado. La incorporación de conocimiento en gestión estratégica y de la calidad en el sector salud es lenta y queda mucho camino por recorrer, no me cabe la menor duda. Y lo triste es que esto no es causa de que no se genere ese conocimiento, sino que no hay iniciativas ni estrategias sólidas para gestionarlo. Claro que hay un caudal inmenso de conocimiento que se genera en el día a día: abordaje de problemáticas en el acceso a recursos asistenciales, respuesta a aumento de la demanda asistencial de la sociedad, adaptación de actuaciones asistenciales a nuevos retos biológicos y sociales...Da hasta vértigo pero, ¿dónde quedan las experiencias de éxito o fracaso en estos frentes para aprender de ellos? ¿y quién marca el paso para aprender? ¿De qué sirven soluciones o experiencias locales en puntos del sistema si el resto no puede aprender de ellos? Yo no tengo respuestas para estas preguntas, ojalá alguno de vosotros si las tuviera.
Algunas ideas para gestionar el conocimiento
Considero que la situación actual de nuestros sistemas de salud invita a trabajar la gestión del conocimiento en su concepción más amplia, no como algo deseable sino como algo imprescindible para buscar su sostenibilidad. Algunas ideas que cuando las he visto me han parecido interesantes para ponerlas sobre la mesa y discutirlas:
Una organización que aprende tiene mucho camino recorrido para garantizar sus sostenibilidad. El activo “conocimiento” en las instituciones de salud es enorme, y su desperdicio es un pecado capital. Hay que ponerse manos a la obra para no seguir cayendo en él.