El Coronavirus estalla el valor de la marca personal

No es un acto de vanidad. Es un acto de honestidad. Entiéndelo por las buenas antes de tener que hacerlo por las malas. Estás tan solo en lo profesional como en lo personal. La empresa en que estás no es más que un pasaje en tu vida. Eres incidental para ella. Y es incidental para ti. Ante la crisis, eres prescindible. Y eso no lo cambia ni tu compromiso con ella ni lo satisfechos que estén con tu trabajo. Frente al sálvese quien pueda del coronavirus, triunfará el que mejor haya sabido promover sus capacidades independientes. Sin etiquetas, sin prestigios prestados. Por lo que sabes, por lo que eres y por lo que piensas. Hoy más que nunca la marca personal es la que cuenta. 

Comprende que los objetivos de una empresa están pensados para el bien del negocio no para el bien de las personas. Ante un escenario como el actual, en el que estamos en casa mientras se reducen empleos y presupuestos de marketing, las afectaciones macro terminan perjudicando a lo micro. No es que hagas algo mal. No es que estorbes en una estructura. Es que en las sumas y restas de los negocios se eliminan rubros de gasto, no personas con nombre y apellido. Nada es personal. 

Es natural que estés enojado. Que te vayas resentido de una empresa que ha decidido recortarte. O que una vez pasada la tempestad no entiendas por qué eliminaron tal o cual campo de inversión. Pero es posible que hubieras hecho lo mismo si estuvieras al frente. Se trata de pensar desde la altura. De ver la película completa sin tener que detenerse en los actores. A otros les toca ver organigramas y estructuras. A ti te toca ver por tu supervivencia profesional. 

Reconocer tu independencia es complicado. Las empresas invitan al deslinde de responsabilidades. Si el gobierno es el responsable de resolver los grandes problemas del país, las empresas son las encargadas de pagarnos un sueldo a pesar de las circunstancias. Pero esa estabilidad es peligrosa frente a la tempestad. De pronto el terreno seguro se transforma en arenas movedizas. Y esa organización que pensabas que velaba por ti y por los demás, vela de manera descarada por sí misma. Pero es su naturaleza. Fue concebida para hacer negocio, no para que tú estuvieras bien. Primero el negocio, después las sutilezas emocionales. 

Aún si permaneces en nómina, tendrás que adaptarte a las nuevas circunstancias. Tendrás que abrazar necesidades corporativas como si fueran tuyas. Aceptar que si algo no va bien, volverás a temblar. Que otra vez irás a dormir preocupado por los recortes. Por las medidas de reestructuración. Que vivirás aferrado a lo macro esperando que en eso vaya el sustento de lo micro. Otra vez un peón en un tablero de ajedrez. Otra vez esclavo de las circunstancias. 

Atrévete a construir un camino independiente. A que tus problemas no sean los de un negocio con miles de piezas, sino aquellos que requieras superar para satisfacer tus necesidades y deseos. Si poniendo toda tu atención y empeño has logrado que se cumplan grandes objetivos de negocio corporativo, ¿en verdad no puedes alcanzar las metas con los números que tú necesitas para  vivir como quieres? Es otro nivel de matemáticas. Otro nivel de exigencia. Uno muy personal. Peligroso como cualquiera. Pero también liberador como ninguno. 

Tus capacidades valen en más de un lugar. Tu intelecto necesita renovarse en vez de permanecer en el mismo sitio hasta que otros le pongan un alto a tu historia, o hasta que te des cuenta que el éxito era en realidad estancamiento. Son tiempos de liberación creativa. Tiempos de independencia. Arma el plan de negocios que tanto temes. El tuyo. Y trabaja como siempre lo has hecho para vivir como quieres.

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