El día de mi cumpleaños la vida me regaló un cáncer y no pude cambiarlo por un air fryer

El día de mi cumpleaños la vida me regaló un cáncer y no pude cambiarlo por un air fryer

En la mañana del día de mi 54 cumpleaños, acudí al centro de salud después de un par de semanas en las que me había notado algo raro en un testículo. Se había agrandado y endurecido. Después de compartir estos síntomas con la doctora, esta me palpó la entrepierna y su amable sonrisa se transformó en rictus. 

 Al salir del ambulatorio, fui a una pastelería y pedí una tarta de fresas con nata -mi favorita- que me hacía guiños detrás del cristal del mostrador, pero estaba reservada, seguro que para otra persona con más motivos de celebración que yo en ese momento. Regresé a casa con otra de chocolate pensando que no estaba siendo mi día. 

Cuando abrí la puerta, Gema me preguntó por el sabor de la tarta y, aún sonriendo por mi cara de frustración, se interesó por mi visita al centro de salud. Otra sonrisa congelada en apenas una hora. 

Esta iba a ser la tendencia en las siguientes semanas, en las que me convertí en una especie de superhéroe del mal rollo que absorbía la jovialidad del cuerpo de aquellos a los que comunicaba mi enfermedad.

“¿Cáncer?, ¡no jodas!”, era habitualmente la última frase pronunciada por mis víctimas antes de arquear sus cejas por la zona más próxima a la parte superior de la nariz, mirarme a los ojos con gesto compungido y apoyar su mano en mi hombro. 

A partir de entonces, aunque les hubiera tocado la lotería y lo estuvieran celebrando bajo una cascada de cava, al pasar yo a su lado me habrían dirigido un apesadumbrado gesto de solidaridad mientras las últimas gotas de la botella repiqueteaban en su coronilla. Cling, cling, cling. Adiós, amigos, seguid disfrutando de vuestra alegría cuando cruce la esquina y me perdáis de vista. 

La peor compañera de mesa en "First Dates"

Pero volvamos al día de mi cumpleaños más triste. Por la tarde, soplé las mismas velas que mi mujer había pagado unas semanas antes, pues también compartimos edad. Las llamitas se consumieron después de una lúgubre y postrera danza de agonía y pedí mi deseo. Cero sorpresas: que, durante los siguientes días, las distintas pruebas diagnósticas a las que me iba a someter confirmaran que solo había sido un susto, que el origen de lo que notaba en el testículo era una infección, la consecuencia de un golpe contra un bolardo en una acera del centro de Madrid o yo qué sé. 

Gema y mis hijos aplaudieron sonriendo cuando abrí los ojos. “Porque es un chico excelenteeee y siempre lo será”, cantaron. 19 días después me extirparon el tumor mejorando así las posibilidades de seguir siendo ese chico excelente. 

Soy persona de relaciones largas, como demuestran las que mantengo con la empresa en la que trabajo desde hace 24 años y con mi pareja. Empezamos a querernos (mi mujer y yo, que la empresa llegó ya con la barba crecida) cuando éramos unos niños y aún seguimos juntos y enamorados. No pensaba que, a mi edad, iba a forjar nuevos lazos con otro dinámico cúmulo de células, pero fíjate las sorpresas que da la vida. 

A diferencia de las de Gema, estas células son egoístas, no colaboran con el resto para mantener la estabilidad y el buen funcionamiento del conjunto, sino que solo piensan en su interés, en prosperar caiga quien caiga. Vamos, la peor compañera de mesa que te puede tocar en el programa televisivo de citas a ciegas “First Dates”. 

Polarización celular en mi entrepierna

Digamos, por así decir, que un tumor es una facción ultraneoliberal de células que quieren destruir el estado de bienestar que, con sus carencias, es nuestro cuerpo. 

Así, mi testículo derecho se fue polarizando y, al tacto, los blandos matices de su redondez se fueron perdiendo hasta transformarse en una bola dura y de mayores dimensiones, como si hubiera pasado horas y horas practicando una especie de CrosFit evolutivo, sudando alfafetoproteína (AFP) y gonadotropina coriónica humana (HCG) a chorros. Por cierto, estos serán dos marcadores tumorales cuya presencia elevada en sangre os hará pegar un respingo en la silla de la consulta de vuestro urólogo si alguna vez os veis en un trance parecido al mío. 

El caso es que ese ya no era mi juguetón y afable testículo derecho, sino un peligroso testículo ultra derecho que quería ocupar todo el escroto y, a partir de ahí, toda mi anatomía. Con lo bien que habíamos convivido hasta entonces proporcionándonos mutua satisfacción. 

Pues esa fue la perita en dulce que me tocó y, a pesar de que pronto corté por lo sano nuestra relación al constatar que era tóxica, aún convivo con la sombra de lo que fueron esos desagradables momentos de  nuestras últimas semanas juntos. Con lo que habíamos sido…

Ya separado de mi díscolo testículo y curado, trato de imaginar lo que he aprendido de esta experiencia con la enfermedad que ha dado para escribir tantos libros de autoayuda y llego a la conclusión de que no tendría futuro como escritor de lemas para tazas de Mr Wonderful.

Enseñanzas para los lectores de LinkedIn

Ya que esto es LinkedIn y aquí todos tratamos de enseñar algo, me gustaría aportar alguna idea que sirviera para afrontar la vida, personal y laboral, con mejor ánimo. Por lo menos, confirmar eso de que no somos nada y de que hay que vivir cada día como si fuera el último.

Lamento decepcionar a quien pueda leer estas líneas: no, el cielo no ha vertido sobre mi cabeza ningún chaparrón de sabiduría o, por lo menos, yo no lo he notado. Así que sigo siendo tan imbécil o tan listo como lo era antes de la enfermedad. Quizás, sí se ha reforzado mi idea de que la vida es una monótona sucesión de personas, acontecimientos y paisajes que se repiten a lo largo de los años y que se deben disfrutar, en cada ocasión que se presentan, como si fuera la primera vez que lo hacen. No es la sorpresa sino el reencuentro lo que busco en cada nuevo instante. 

Cuando esa sucesión de copias más o menos fieles de otras copias se rompe, ya sea para bien o para mal como es el caso, pues trato de manejar el mando a distancia de mi televisión cerebral para disolver esas interferencias en los píxeles de la pantalla a través de la que contemplo el mundo. Hasta que desaparezcan para renacer incorporadas a la nítida imagen cuya contemplación me reconforta.

Acostumbro a elevar la mirada al cielo. La primera vez que una nube, una flecha de pájaros o la estela que empuja un avión surcaron ese techo que nos cobija al yo mirarlo, enriquecieron con nuevos matices la imagen anterior y, a partir de entonces, se han incorporado a ella, estén o no presentes cuando vuelvo a levantar la vista. Si no coincidimos, disfruto de su recuerdo y esa idea de repetición futura de lo que, en realidad, siempre es distinto me da paz.

Una conversación del pasado

Termino recordando una conversación que mantuve hace muchos años, cuando yo era un joven periodista y mi escroto mostraba más simetría, con Joan Massagué, oncólogo español de gran prestigio internacional. Me explicó entonces, y me sorprendió su entusiasmo al hacerlo, que el cáncer en realidad es una explosión de vida descontrolada. Entonces me pareció bonita la idea porque, a esa edad, yo compartía con el cáncer ese desparrame vital. 

Hoy, cumplidos muchos años y después de pasar por esta experiencia, prefiero que la vida esté más organizada, por lo menos la que hay dentro de mí. Que las multitudes que me habitan se organicen bien para no comprometer mi existencia estropeando la frágil cacharrería que oculto tras una piel cada vez más arrugada. Es lo que tengo, no es lo mejor del mercado, pero es mío y me permite seguir queriendo a quienes me quieren.

Nani Fernández García

Directora de Relaciones Institucionales en Orange España

1 mes

Amigo, ya pasó por suerte! Ahora a celebrar cada cumpleaños como si fuese el primero, q digo celebrar el cumpleaños.. a celebrar cada día porque cada día es un regalo! Un besazo y nos vemos en el cafe😜

Marian Alvarez

Coautora del libro "Nietas de la Memoria"

2 meses

No había tenido tiempo de leerte hasta hoy. Estoy contigo en reivindicar el orden celular e, incluso, su aburrimiento, para que la vida transcurra sin jorobarnos los cumpleaños.

Me encanta qué puedas contar la experiencia de la forma que lo haces. Un síntoma más de que está superado. 😀

Me alegro David. A seguir disfrutando de la vida que nos la perdemos en preocupaciones.

Elena Merino

Senior Marketing Lead | B2B | IT Industry | Marketing Communications Strategy | Digital Marketing | Marketing Automation | Salesforce | Digital Transformation

2 meses

Querido David, me alegro mucho de que el desenlace haya resultado ser un susto. Me quito el sombrero con esa manera de vivir un trance tan complicado y la manera en que nos lo has contado. ¡Un abrazo y a seguir disfrutando del camino!!

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