El escándalo del YAK-42 se va a quedar pequeño.

Se sabe ya hoy, aun cundo a cuenta gotas porque los medios de comunicación son restrictivos al respecto, sus intereses tendrán, que la gestión de comunicación con familiares de víctimas mortales, es nefasta, en la crisis llamada COVID-19 que estamos viviendo . Hay familias que han tardado días, incluso una semana, en dar con el paradero del cadáver de su familiar muerto,  o en saber qué se ha hecho con el cuerpo. Fallecidos de y en Madrid, han ido a parar a Córdoba o Burgos, y por lo poco que se sabe transportados en furgonetas "camufladas", alquiladas o del ejército, o al menos no aptas para el transporte mortuorio. Ahora bien ¿qué pasa con la identificación de los fallecidos? ¿Es rigurosa, efectiva?, ¿se sigue algún protocolo fiable al respecto? Las cenizas que algunas familias han recibido en su domicilio por mensajería ¿son realmente las cenizas de su familiar fallecido a tenor del caos y ocultismo reinante? Y otra cosa a tener en cuenta, dado que se no se da puntada sin hilo, ¿quién se puede estar lucrando con ello?

Conviene no olvidar el gran escándalo que provocó, no hace tanto tiempo, la identificación, o mejor dicho la no identificación, de los militares españoles fallecidos en el accidente del YAK-42, por el que no respondieron ni pagaron los responsables que debieron hacerlo, a salvo de un par de cabezas de turco, de forma ligera y de cara al público. ¿En pocos meses se conocerá la repetición de tal desaguisado, esta vez con miles de muertos? Ojalá no, pero el sentido común al menos a mí, me indica que el asunto se repetirá, y esta vez multiplicado por "n".

Tristeza, serenidad, revelación y rebelación.

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