El espíritu de la democracia y la administración de justicia
En los años 90, tuve la suerte de conocer a un sacerdote dominico francés que era especialista en uno de los Documentos Conciliares, Lumen Gentium, un hombre de mente muy abierta y mirada profunda.
Su planteo de base era que en la Iglesia no había penetrado profundamente el Espíritu del Concilio Vaticano II. Éste había sido -según el dominico francés- un Concilio del cual surgieron grandes documentos, con líneas directrices claras, pero la Curia y el derecho canónico habían quedado al margen.
Treinta años después, vemos cómo los conservadores en la Iglesia frenaron todo cambio y que los cambios que aplaudimos, no dejan de ser de forma.
Realizo esté planteo, para que nos ayude a entender con mayor facilidad que hay un poder detrás del poder. Que uno piensa que un Presidente, o un Papa, con sólo llegar al cargo, tienen la sartén por el mango. Si quieren, podemos decirles… sí la tienen, pero les recuerdo que los que se mueven a su lado son los que poseen: las papas, el aceite, las cebollas para hacer la tortilla y que, con un poco de astucia, pueden escamotearles los ingredientes, con lo cual, por muy presidente o dignatario que alguien sea, nunca podrá cocinar como le place o, en el caso, hacer la tortilla que se había propuesto.
Eso está quedando cada vez más claro en España. Han quedado en el Reino muchos reductos de poder donde el espíritu de la transición nunca o casi nunca pudo ingresar.
Lo dicho tiene, en el caso Villarejo, su evidencia. Una colusión fraudulenta gestada entre áreas del ministerio del Interior, medios de comunicación y presuntas «manos limpias» – Asociación de derecha que proporcionaba la transparencia- (hoy, ese papel lo hace Vox), terminan por armar tramas sin demasiado fundamento y con datos siempre equívocos que, una vez publicadas, son tomadas por los jueces y el resultado buscado es gente enjuiciada, inhabilitada o presa.
El caso de Dolors Bassa (Ministra del Gobierno Puigdemont que está presa) es paradigmático. Se la juzgó y le dieron nueve años de prisión por decisiones que había tomado Clara Ponsatí (Ministra que era la responsable cuando se dio el referéndum). Nada de ello importó, porque la decisión de incriminarla fue tomada con anterioridad, el resultado del juicio estuvo cantado y los jueces ni se molestaron en disimular tal circunstancia: se los solía observar, a veces, jugueteando con sus celulares sin prestar atención al desarrollo del procedimiento.
La anomalía que comentamos -que más que anomalía es una aberración- no perjudica sólo a políticos. Valga por lo dicho el caso del señor Rosell, ex presicente del FCBarcelona, que sufrió dos años de prisión preventiva, al iniciarse el juicio se lo dejó en libertad y luego se comprobó que no había razones objetivas para sustanciar un juicio en su contra. Pero los dos años de libertad perdida … están perdidos para el señor Rosell. A su turno, la jueza Lamela fue premiada por lo hecho y enviada al Superior Tribunal.
El juego de obscenidades se supera a sí mismo. Su último capítulo muestra a la Junta Electoral Central (JEC) – órgano administrativo- sancionanado al President Quim Torra por el «delito» de haber exhibido una pancarta alusiva a los presos políticos en medio de la campaña electoral. El President reconoce su desobediencia y la Junta lo inhabilita. Un exceso, a todas luces. Pero nada importa cuando el poder judicial es un medio para obtener resultados políticos.
Veamos. Es interesante pensar cuándo suceden las cosas. La JEC inhabilita a Torra en medio de la investidura del Presidente Sánchez, claramente para presionar a Esquerra Republicana (ERC) para que no apoye dicha investidura. El president Torra, hace todas las presentaciones legales necesarias pero ninguna solicitud resulta a su favor. Claramente, la justicia española (que “está atada y bien atada”) sigue presionando y recuerda que Torra está inhabilitado, en momentos en que debería empezar el diálogo entre el Gobierno de Madrid y el de Catalunya. Se busca, así, de antemano, el fracaso de tal diálogo.
¿Cómo seguirá? Lo probable es que Torra seguirá siendo President, ya que no es diputado, ya que la decisión de la JEC afectó sólo a su escaño.
Pero el fracaso, si las cosas son así, es el fracaso del sistema político que, en vez de gestionar la crisis abocándose a lo que realmente importa, se pierde en un juego espurio de maniobras y chicanas en pos de objetivos pequeños. Los problemas que le interesan a la gente son otros. Se trata del derecho a decidir, de la autodeterminación, de la salud, de la educación, del cambio climático que está destruyendo el planeta.
Esta realidad, por dramática, no puede esperar. Nadie se puede dar el lujo de soslayarla, salvo -tal vez- la Iglesia, que no gobierna a nadie y tiene todo el tiempo del mundo para pronunciarse sobre las cosas del espíritu.
Pero el espíritu que, en lo inmediato, importa a los pueblos es el espíritu de la democracia. Es urgente que los políticos gobiernen. Y gobernar, hoy, es, más que nunca, reformar un poder judicial donde el espíritu de la democracia -pasados más de cuarenta años- no ha podido ingresar.