El Estanque Dorado

El Señor Pez vive muy contento en su estanque.

Le encanta pasear todos los días haciendo círculos, excepto los domingos, en que abandona sus paseos rutinarios y se queda en el jardín de algas para meditar sobre el sentido de su vida. De algún modo se siente arrepentido de no haber ido nunca a contra corriente. Nunca tuvo el valor suficiente para saltar del estanque e ir en busca de un gran rio para vivir en plena libertad. Ahora ya es demasiado tarde, se siente viejo y en cierto modo se ha acostumbrado a saludar todos los días, con la misma cara de pez a todos los vecinos de la laguna. Quizás se siente un poco aburrido, aunque en sus largos paseos siempre descubre pequeños e insignificantes detalles que le fascinan. Los otros miembros de la comunidad encantados con su plácida vida del estanque, no se perturban ante los comentarios del Sr. Pez, él se esfuerza en contar sus descubrimientos y observaciones con mucha grandilocuencia y grandes movimientos de cola para impresionar a todos los vecinos que se cruzan en su camino.  El Sr. Pez sabe que apenas le escuchan, sospecha que su tarea no es importante.  Pero consciente de sus plenas facultades como anfibio, ha llegado a la determinación de que es imposible hacer alguna cosa mejor.