El final (no) les sorprenderá
La historia de Lucía
Cuando Lucía recibió el anuncio de que sería la nueva líder del equipo, su primer instinto fue de emoción. Era algo por lo que había trabajado mucho, y finalmente, su esfuerzo había sido reconocido. Pero esa sensación de euforia no duró mucho. Pronto, una nube de dudas empezó a oscurecer su mente: ¿Estoy preparada para esto? ¿Qué pasa si no soy lo suficientemente buena?
Con cada nueva responsabilidad, el miedo de Lucía crecía. Aunque su equipo parecía confiar en ella, por dentro sentía que tenía que justificarse en cada decisión que tomaba. ¿Y si cometo un error? La ansiedad por no fallar la mantenía trabajando interminables horas, revisando cada detalle de su trabajo hasta el cansancio, como si un pequeño error pudiera derrumbar todo lo que había construido durante tanto tiempo.
En las reuniones de equipo Lucía sentía que tenían que estar en control todo el tiempo, que no podían mostrar ninguna grieta o duda. La idea de admitir que no lo sabía todo la paralizaba. ¿Cómo voy a dejar que mi equipo me vea vulnerable?
Un día, después de una presentación particularmente difícil, Lucía no pudo más. Se encerró en su oficina y sin poder contenerse, rompió en llanto. Sentía que estaba fallando.
Para su sorpresa, un compañero de su equipo la vio y, en lugar de ignorarla, se acercó. “¿Estas bien?”, le preguntó.
Lucía, en lugar de responder “Sisi, todo bien” como lo hacía siempre, bajó la guardia. “No sé si puedo con esto”, dijo.
Su compañero sonrió y le confesó que él también había pasado por algo similar, y le compartió su propia historia.
Aquel momento fue un punto de inflexión para Lucía. Se dio cuenta de que no era a la única que le pasaba y que pedir ayuda no la hacía menos líder, sino una líder más auténtica.
El miedo a no estar a la altura seguía presente, pero ya no era una carga que debía llevar sola. Al apoyarse en los demás, al permitirse ser vulnerable, empezó a construir una red de confianza que le permitió crecer...
Les presento a Lucía:
Yo fui Lucía. Fui esa líder que sentía que tenía que demostrarlo todo, cumplir con expectativas y buscar la perfección. Y en ese proceso, levanté muros. En ese momento no tuve la valentía suficiente para bajar mi armadura. Y aprendí mucho de eso..
Hoy, quiero invitarte (¡rogarte!) a que no hagas lo mismo. A veces, en nuestro intento de mostrar fortaleza, levantamos muros que nos aíslan. Pero la verdadera fortaleza está en saber cuándo construir puentes, cuándo bajar la armadura, cuándo pedir apoyo, y cuándo aceptar que no tenemos que hacerlo todo solos.
El círculo de empatía del 21 de Noviembre lo cree específicamente pensando en mi historia y la de todas las "Lucías" de la sala.
Yo no lo tuve en su momento, y me hubiese servido mucho.
Veni, te espero.
Lau Amaya acompaña a personas valientes a conectar con su humanidad para vivir y trabajar en coherencia a través de procesos incomodos y vulnerables. ¿Te animas?