EL FRACASO COMO PATADA AL ÉXITO

Hoy quise reflexionar acerca de cómo me fue mal en los negocios cinco veces. No una ni dos, fueron cinco. Si estás pasando por lo mismo, quizá esto te sirva:

El primer emprendimiento que puse en marcha fue uno de servicios relacionados con el área de la salud. Según yo, iba a devorar al mundo con mi idea ganadora. Tenía la fuerza necesaria y el impulso para llevarlo a cabo. Estaba completamente motivado, pero había un pequeñísimo detalle: comencé por el final. Contraté a un diseñador que me hizo la identidad gráfica de la marca, compré materia prima, puse publicidad, contraté colaboradores, preparé tablas de Excel con las ganancias proyectadas, lo que esperaba vender, mis costos, etc. Puse a funcionar el negocio, pero me faltaba algo importantísimo: clientes. ¿Saben qué pasó, verdad? Mejor ni acordarme.

Pasó un tiempo y decidí que no me iba a dejar amilanar por un fracaso. Lo volví a intentar, esta vez en el rubro textil, con el freno de mano puesto, habiendo aprendido un poco de los errores anteriores y con una propuesta diferente. No quería irme de cara como la primera vez, así que hice lo que se conoce como producto mínimo viable. El producto diseñado fue magnífico, tuvimos algunas ventas muy esporádicas, ya que captar a los clientes correctos era un proceso lento debido a que el producto, al ser a pedido y hecho a medida, demoraba en entregarse, era muy costoso, los materiales difíciles de conseguir y un largo sin fin de etcéteras que hacían que el cliente acabara desanimándose, por lo que, de diez posibles ventas, cerraba solo una.

En resumen, tenía un producto de alta calidad, sumamente diferenciado de la competencia, con un potencial increíble, pero el nicho de mercado en el cual me enfoqué no estaba en capacidad de pagar el valor de este producto, ni yo de producirlo a escala.

La tercera, la cuarta y la quinta fueron más de lo mismo, todo esto a lo largo de unos 8 años. La última vez que todo me salió mal, estuve al punto de pensar en no emprender nada nunca más. Esto no es para mí, dije.

Me duró una semana la tristeza. Mi curiosidad y ganas de nunca estar quieto pudieron más. Dicen que la tercera es la vencida, bueno, en mi caso vamos por la sexta y aún no quiero cantar victoria, tampoco me gusta la idea, siento que en el momento en que crees que dominaste a la bestia, esta se puede voltear y darte justo en el orgullo.

Este proyecto, La Huerta de Douglas , surgió de manera curiosa, sin planificación alguna y con un presupuesto cero. A tres meses de haber comenzado, considero que tenemos —digo "tenemos" porque esto no hubiera sido posible sin mi socio Miguel R. — un producto con posibilidad de ser escalable, un público interesado y un saldo positivo en la cuenta. Después de fracasar (aprender) cinco veces, finalmente empiezo a sentir que todo el esfuerzo está dando sus frutos.

Creo que el éxito es muy subjetivo y que cada uno tiene su propia definición de este. En mi caso, siento que el éxito se trata de haber conseguido la fortaleza necesaria para seguir equivocándome todas las veces que sean necesarias y saber que cada metida de pata podría ser la puerta a una próxima victoria.

Mi reflexión luego de todo esto es que, para mí, aprender a disfrutar el proceso es lo más importante y cada vez que estoy a punto de llegar a la meta propuesta, me la pongo más alta o elijo otra, así tengo más proceso para disfrutar.