El Frente Invisible: La Lucha en Nuestro Interior 1/2
Existen días en los que despierto y siento que me hallo en medio de un océano desbocado. Mis pensamientos, esos susurros internos que a veces parecen tener vida propia, se vuelven turbulentos y negativos. Me bombardean con dudas y miedos, proclamando que soy un perdedor, que todo mi esfuerzo es en vano, que mi vida no tiene sentido. En momentos así, desearía poder afirmar que siempre soy capaz de superar esta tormenta mental, pero la verdad es que, a veces, me hundo en ella. Hay días en los que esas voces negativas ganan, me derriban, me dejan inmovilizado y refugiado en la distracción de las películas o series, intentando silenciar ese coro interno.
Mi encuentro con estas voces comenzó en mi infancia y crecieron durante mi adolescencia, cuando empezaron a explotar mis inseguridades más profundas. Al principio, criticaban mi apariencia, diciéndome que mis ojos y sonrisa eran feos, que mi peso no era el adecuado. Luego, cuando superé algunas de esas inseguridades, (quisiera decir que todo está superado, pero sería mentir, es un trabajo constante), las voces cambiaron de táctica. Comenzaron a cuestionar mi habilidad en el trabajo, diciéndome que no era bueno y no subiría de nivel. Y cuando lo hice, me cuestionaron si realmente tenía lo necesario para ser emprendedor. Sí, estas voces pueden ser implacables.
Pero he aprendido, también, que no todas mis voces internas son malintencionadas. Hay una voz que me halaga cuando me miro al espejo, otra que me elogia cuando cierro una venta que nadie pensaba que podía lograr, cuando termino un proyecto y este le encanta al cliente o cuando termino antes de lo esperado algo que parecía muy complicado. Estas voces son también una parte de mí, y he descubierto que el verdadero desafío es aprender a equilibrarlas, a recordar que no soy ni tan malo ni tan bueno como mis voces internas a veces me hacen creer.
En los días en que las voces negativas parecen dominar, he desarrollado una serie de mantras, pequeñas afirmaciones que me recuerdan a mí mismo de mi valor. Uno de los más frecuentes es: "No vine aquí para agradar a todos", "No vine aquí para vivir en constante frustración". Y en esos días especialmente difíciles, cuando parece que todo se pone cuesta arriba, recurro a un mantra más contundente: "A la chin%&/$gada esto...". Aunque parezca crudo, su fuerza me impulsa, me devuelve el poder y la convicción en esos momentos en que más los necesito. Repito estas palabras con convicción, un antídoto verbal para la toxina de las voces negativas.
En esas batallas internas, no dudo en ser duro con esas voces que tratan de socavar mi bienestar. Como un entrenador deportivo en una película que motiva a su equipo en el medio tiempo con un discurso ardiente, me doy charlas motivadoras a mí mismo. Me convierto en mi propio coach, recordándome a mí mismo de mi fortaleza y resiliencia. Y hago esto en cualquier lugar, en la ducha, en mi automóvil, en cualquier momento que necesite un impulso.
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Estoy seguro de que habrá quienes critiquen este enfoque, diciendo que dejo de lado la ayuda psicológica profesional. No es así. Creo firmemente en buscar ayuda cuando es necesario, y he recurrido a terapias de todo tipo, desde psicólogos, coaches, hasta “brujas” y muy recientemente con un chaman donde tuve la oportunidad de probar la ayahuasca (luego les platicaré mi experiencia). Pero también sé que hay momentos en que me encuentro solo con mis pensamientos, sin un terapeuta o consejero a mano, y es en estos momentos donde necesito saber cómo enfrentar a mis voces internas por mi cuenta. Así que me enfoco en expandir mi arsenal de herramientas emocionales para lidiar con los días grises, para convertirlos en un lienzo de aprendizaje y crecimiento personal.
Nada me impide aprender a hablar conmigo mismo, a dirigirme con ternura y comprensión cuando las cosas se tornan difíciles. Como dice Tony Robbins, "la energía es una habilidad", y estoy aprendiendo a cambiar la energía negativa que a veces me rodea (sean estas palabras o personas). Esto puede implicar una ducha fría para despejar la mente, una pep talk motivacional, o simplemente cambiar de entorno, buscar un café o un lugar tranquilo. ¿Es esta una panacea, una solución mágica a todos mis problemas? No, ciertamente no. ¿Funcionará en todas las ocasiones? Tampoco, pero a menudo da mejores resultados que simplemente sucumbir a la tormenta.
Mi viaje para aprender a manejar estas voces internas es como tratar de detener una locomotora en marcha: toma tiempo y no siempre es fácil ver los resultados de inmediato. Es como el cambio climático: incluso si detuviéramos todas nuestras emisiones dañinas hoy, tomaría años ver los efectos positivos. Así es también con mis voces internas. No es porque hoy me de una charla motivacional que veré cambios inmediatos, pero estoy convencido de que el esfuerzo constante y la práctica eventualmente darán frutos.
Por eso repito mis mantras, ajusto mis voces internas, y practico paciencia conmigo mismo. Me doy charlas motivacionales y aprendo a manejar mi energía. Consulto a los expertos cuando es necesario y hago lo que sé que necesito hacer para cuidar de mi bienestar mental y emocional.
Este es mi viaje, mi camino, y aunque a veces es difícil, sé que cada paso que doy me acerca más a mi objetivo: una vida en la que puedo vivir en armonía con mis voces internas, en la que puedo aceptar sus desafíos y convertirlos en oportunidades para crecer y convertirme en una versión más fuerte y resiliente de mí mismo.