El hombre por encima de la naturaleza
Oponerse al extractivismo es al mismo tiempo anti humano e irrealista.
Los ambientalistas, indigenistas y progresistas en general te dirán que el extractivismo es malo, malo para la naturaleza, para el aire, el agua y el suelo, para la flora y la fauna, que debemos dejar el petróleo bajo tierra o en el fondo del océano, que no debemos extraer minerales porque acabamos con vegetación, especies animales y fuentes de agua. Que la sociedad debe dedicarse a otras actividades como la agricultura y el turismo.
Como diría Luke Skywalker: Cada palabra de lo que han dicho está equivocada. Es cierto que la actividad petrolera y minera han hecho mal al planeta muchas veces, sea por ignorancia, incompetencia o directamente por negligencia. Pero toda actividad humana lo ha hecho y no por eso las prohibimos, sino que la regulamos. El discurso de la izquierda progresista es el mismo para todos los frentes: como alguna vez se trató injustamente a la mujer o al negro, serán víctimas eternas del grupo que alguna vez los maltrató. El ambiente es otra víctima permanente, si alguna vez la agredieron, siempre lo harán.
La realidad de esas dos industrias es que practican hoy los estándares más rigurosos en protección ambiental, más que cualquier otra industria. Las operadoras y contratistas se certifican bajo normas internacionales y aplican estándares muy exigentes en cuanto a la identificación y mitigación de riesgos, gastan enormes presupuestos y destinan muchos recursos materiales y humanos para planificar sus actividades de tal forma que no afecten a la naturaleza. Que igual hay accidentes o inobservancias, obvio, somos humanos y existen leyes y sanciones a aplicar.
No es razonable que países con abundantes recursos naturales no los exploten para abordar las carencias de su población más vulnerable: salud, educación, obra pública, entre otras. Que hay gobiernos ineficientes y corruptos, muchos, pero nuevamente eso no es excusa para no extraer los recursos en vez de elegir mejor a nuestros gobernantes y exigirles cumplimiento de la ley y de su trabajo. Hay estados de concesionan la exploración y producción petrolera y minera, obteniendo ingresos vía licencias y royalties; otros conducen directamente las actividades, por lo que las arcas fiscales reciben los frutos de la venta de esos recursos. En ambos casos, la población se perjudica si se deja de extraerlos y comercializarlos. No tiene sentido, ni es humano.
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Que se deben potenciar otras industrias no extractivistas, sin duda. Pero el volumen de esos negocios no se compara con el de los commodities y típicamente la agricultura, el turismo o la manufactura no son negocios que los que el Estado emprende, sino la empresa privada. El Estado puede incentivar con exoneraciones tributarias, beneficios laborales y créditos baratos, pero finalmente será decisión del inversionista arriesgar en esas industrias y crecer según el mercado. No es lógico pedir que se cierren los pozos y canteras, esperando que esas otras industrias compensen los ingresos fiscales sin afectar los programas sociales.
Oponerse al extractivismo es al mismo tiempo anti humano e irrealista. Anti humano porque se pretende privilegiar la naturaleza por encima del hombre, cuando debe ser todo lo contrario. No estoy diciendo que debemos pisotear el ambiente, pero en la batalla por la supervivencia, el colibrí no puede ser más importante que el ser humano. De nuevo, no abogo por matar eucaliptos o mariposas, hay que protegerlos y buscar que el impacto a sus hábitats sea mínimo, pero no es razonable que sea cero. El progreso de la humanidad lo demanda. Sin la exploración y producción de hidrocarburos y minerales muchos avances tecnológicos indispensables hoy en la medicina, comunicaciones y control del clima no existirían.
Los recursos cuya extracción satanizan son justamente los que componen el dispositivo electrónico en el que escribo este artículo, en el que ud. lo lee y desde el que los activistas protestan contra esas industrias. En general, todo objeto de plástico como celulares o jeringas se deriva del petróleo y qué decir de minerales como hierro, cobre, litio y cal tan necesarios para construir/fabricar las casas en que vivimos o los vehículos que conducimos (sí, inclusive los eléctricos). Qué decir de esas otras industrias que los ambientalistas quieren que se desarrollen: no me imagino turismo sin hoteles construidos con cemento minado de los cerros o con madera talada del bosque; tampoco concibo agroindustria sin maquinaria fabricada con acero ni urea producida con amoniaco a partir del gas natural.
Si ud. es de los que defiende el ambiente a costa del ser humano, lo invito a dejar de lado la pasión irracional, reflexionar sobre las implicaciones de su lucha y replantear sus prioridades.