El líder social protagoniza la era digital
Amigos de Latinoamérica, escribo desde el centro de la protesta, con el corazón abierto a la esperanza.
A muchos de mis compatriotas les está pasando, que llega el momento en que ya no quieren escuchar, ni leer más opiniones sobre la crisis que está atravesando Chile. Es realmente abrumadora la cantidad de información y la subjetividad con que se abordan imágenes, estadísticas, discursos, declaraciones, etc. Nos aturden, nos confunden, nos invaden, nos increpan, nos desafían, nos entristecen, nos enrabian, definitivamente no nos dejan indiferentes.
Tuve el privilegio de ir a escuchar a Manuel Castells a la ciudad de Valparaíso hace unos días, y este eminente sociólogo nos consoló, diciéndonos que esta crisis de legitimidad política no era un fenómeno que le estaba sucediendo a Chile solamente, sino que, como él lo veía, el fin de la democracia liberal y su pseudo representatividad, era un fenómeno global.
Qué duda cabe sobre esto. En Chile y otras naciones de Latinoamérica estamos siendo testigos de manifestaciones ciudadanas en contra de un sistema que ya no resolvió los problemas más preocupantes de la actualidad. Para mí, los sistemas de gobierno ya no nos representan, ni las instituciones que solían tener autoridad moral, como la iglesia, el poder judicial, sistemas de partidos, etc, tienen validez para muchos. Castells nos mostraba con alarmante claridad, cómo nuevas formas políticas extrainstitucionales están ganando sobre el tradicional juego del poder. Trump enarbola su intolerancia en contra de los republicanos y los demócratas, el Brexit triunfó sobre una Unión Europea que comienza a desintegrarse. Las banderas nacionalistas ganan terreno como respuesta a la crisis migratoria mundial… Está ganando la intolerancia, al mismo tiempo que agoniza el sistema democrático representativo.
Por más que se manipulen las estadísticas, y por más que cuestionemos la muestra, no podemos desconocer las tendencias. El mundo cambió, y no hay retorno. Y la velocidad de estos cambios está anclada en la revolución digital, que arrasa con toda la normalidad y status quo. Las tecnologías disruptivas alteran todo, y ningún sistema humano es capaz de reaccionar a tiempo como para tomar medidas paliativas, ni menos reparatorias. Los gobiernos no saben cómo manejar estas crisis, no logran gestionar este nuevo fenómeno de descontento y disconformidad ciudadana, y tratan de resolverlos con soluciones analógicas, antiguas, que ya no responden a la realidad de una sociedad digital, hiperconectada y empoderada. Los fantasmas de un comunismo poderoso que articulará la desintegración de las desvalidas democracias latinoamericanas, todavía es un argumento validado por quienes se niegan a aceptar la avasalladora y aplastante ola de la revolución digital que está arrasando con el mundo conocido.
La globalización evidenció la “común-unión” de los problemas “globales”, cuyos sistemas de gestión están insertos en esfuerzos locales de un Estado-nación que ya no se siente legítimo. No por que no esté legalmente amparado, sino que, en su espíritu constitutivo, ya no representan los intereses del ciudadano común. A mí modo de ver, el Estado-nación se disoció del pueblo, se aisló, se encerró en su cámara de eco, y se enamoró del ejercicio del poder, alejándose de los verdaderos problemas que preocupan a las personas en su día a día.
Una de las carencias más sentidas por Martin Luther King en la década del 60, nos refleja magistralmente hoy, esta esquizofrenia sistémica que estamos viviendo, en una de sus célebres frases:
“Necesitamos líderes que no estén enamorados del dinero, sino de la justicia. Que no estén enamorados de la publicidad sino de la humanidad.”
Líderes enamorados de la justicia y la humanidad. ¿Conocen alguno?
Apuesto a que sí. Pero claro, no están sentados en el parlamento, ni ocupan altos cargos públicos. Seguramente dirigen alguna ONG o fundación para algún colectivo excluido (violencia de género, intolerancia racial, migrantes, infancia, personas en situación de discapacidad, etc.) financiando de sus bolsillos parte de los gastos de la organización o postulando incansablemente a fondos que extrañamente se adjudican siempre las mismas instituciones de dudosa efectividad.
Sí, conozco varios, y son feroces. Fuertes como Ulises, valientes y perseverantes como Perseo. Son heroínas y héroes que no aspiran a la fama, sino a soluciones concretas. Están en medio de lo cotidiano, en medio de la vulnerabilidad, conviven con el dolor y la precariedad, y dan lo que les sobra, y mucho más. Articulan, gestionan, conversan, respetan e infunden respeto, pero, como suelen hablar sobre lo que perciben de la realidad que observan, no se ganan amigos en las altas esferas del poder. No traicionan sus principios y obviamente no tienen lugar dentro de un sistema tradicional de partidos políticos, porque respetan al ser humano en tanto “otro” diferente, y valoran, celebran y aprenden de esas diferencias.
No necesitan publicidad, porque se regocijan en la humildad del aporte silencioso. Y son creíbles, confiables, no porque no cometan errores, sino porque no pretenden ser quienes no son, piden perdón, reconocen sus errores, y reparan. Sus obras hablan por ellos.
Hoy están apareciendo, están articulando como siempre, pero ahora están viviendo la increíble oportunidad de exponer a la luz pública, lo que el pueblo ha sufrido por décadas. De la mano de la ubicuidad de las redes sociales, “todo sale a la luz”, las pequeñeces de la clase política ya no son ocultables, al mismo tiempo que sus pequeñas inmensas hazañas se engrandecen y son difundidas con pasión por la virtualidad.
Los medios de comunicación lo muestran todo, y somos los usuarios de estas redes los que compartimos sólo las noticias que justifican nuestro "mindset", replicando “verdades” que alimentan nuestro paradigma al que llamamos “objetividad”. Nos quejamos de la violencia del lenguaje, de la agresividad de los diálogos entre personas de distintos pensamientos, pero los leemos y les damos likes, siguiendo alguna tendencia, pretendiendo con esto, que el bando contrario cambie de opinión.
Estamos sumidos en nuestro propio paradigma de lo que creemos es la verdad. Sometidos a la concepción clásica sobre la que se levantó la civilización occidental: “la búsqueda de la verdad a través de la razón”, que le confirió por 25 siglos al ser humano su sentido y propósito. Pero como nos enseña nuestro premio nacional de ciencias, Humberto Maturana, cada vez que invocamos una verdad, estamos justificando una demanda de obediencia que legitima todos los medios necesarios para lograrla. Al hacerlo, negamos al “otro” el espacio para que pueda fundar la legitimidad de su diferencia con nosotros, y el derecho a poder actuar desde sus interpretaciones con autonomía. Cuando pretendemos que los demás acepten nuestra verdad, la validen y se conviertan a ella, no sólo estamos legitimando nuestras expectativas de ser obedecidos, sino también, estamos justificando las represalias que podemos tomar en caso de que tal obediencia no se cumpla. La verdad, por lo tanto, le confiere legitimidad al uso de la violencia con el otro; legitima la ausencia de respeto mutuo, y cierra definitivamente la posibilidad hacia la búsqueda de una tercera alternativa. Hacia la valoración del “otro” diferente, legítimo y autónomo.
Nos consideramos pacifistas y respetuosos, pero justificamos esta necesidad de obediencia hacia una verdad que sustenta el status quo ordenador, estabilizador, porque la incertidumbre de las nuevas correlaciones de poder nos abruma, nos aterra. No es un simple cambio del naipe. No tenemos idea con qué cartas nos vamos a encontrar después de tamaña rebaraja del naipe. El juego cambió.
La incertidumbre del caos que provoca la desintegración del sistema tradicional patriarcal y binario, destroza al que habita en el mundo de lo blanco o negro, para quienes la gente o es de bien o es delincuente, o eres de izquierda o de derecha, eres un profesional de carrera tradicional o eres un díscolo disruptivo, hombre o mujer, lindo o feo, joven o viejo, y una larga lista de opciones binarias que simplifican el complejo mundo y sus problemas multifactoriales.
El nuevo líder de este caos es un sobreviviente del anonimato. Nuestra heroína o héroe silencioso, genuino, disfruta la oportunidad que le ofrece la revolución y sus nuevas correlaciones de poder, porque no tiene nada que temer. Tiene y hace lo que quiere. Dice lo que piensa cuando sus ideas son requeridas. Va con equipaje ligero, porque prefiere no tener deudas ni patrimonio que defender. Es ciudadano del mundo y su patria es la diversidad. Su religión se llama UBUNTU, que se traduce como “soy porque somos”, y entiende que su existencia habita en las relaciones, que constituyen su real riqueza. Se desvela formando el capital social de esta patria, no como un servicio, si no como el pago por el privilegio de haber tenido más oportunidades que los demás. En una persona que no juzga ni se auto flagela, toma consciencia de su voz interior, no se sobre valora ni se disminuye ante la ceguera de la resistencia. Observa su diálogo interno y controla proactivamente lo que sale por su boca, busca incansablemente espacios de diálogos constructivos que sumen nuevas perspectivas, desde la honesta escucha empática, que cree que en la opinión divergente está la oportunidad de crecimiento.
Esa es la magia que está develando la era digital. Están apareciendo los verdaderos líderes transformadores y están sucumbiendo los adoradores de las relaciones ganar- perder, la manipulación y el control. La velocidad, profundidad y magnitud de los cambios son exponenciales, y cuarta revolución industrial está cambiando definitivamente el balance del poder global. La sociedad aprieta nuestro delicado concepto de lo normal y rompe los esquemas de los paradigmas de normalización preconcebidos.
Nuestro poder está precisamente en la capacidad de vernos siendo parte de esta visión del mundo que construimos juntos, sin miedo, sin rencor, sin odio, abandonando la trinchera de mi posición, abiertos al aprendizaje colectivo de una nueva forma de co habitar este nuevo mundo, de la mano de esos líderes enamorados de la humanidad.