El móvil nueva forma de esclavitud
Una de mis hijas me pregunta. Papá, ¿ qué es ambivalente?. Se lo explico y le digo que es la doblez que dan los sentimientos contrapuestos, aunque siendo ortodoxo podíamos decir que la Ambivalencia, es un estado de tener simultáneamente, en conflicto sentimientos hacia una persona u objeto. La pregunta venía porque un profesor suyo había colgado en una famosa red social una fotografía de un móvil que se asemeja a un recinto penitenciario.
La pregunta y la foto me lleva a reflexión porque sí es cierto que todo medio es ambivalente, según lo usemos puede generar bien o mal. Para muchos el móvil se está convirtiendo en una nueva forma de esclavitud. ¿Por qué? ¿De qué manera pueden los smartphone generar bien en nuestras vidas?
Últimamente me da vueltas el tema de los móviles y de internet. De las redes sociales y de esa necesidad del hombre moderno de estar continuamente conectado. Siento que se ha metido el móvil en mi propia rutina con tanta fuerza que es difícil pararlo…, incluso confieso que es la principal causa de conflicto con mis hijos, los cuales pueden pasar horas y horas eternas mirando la pantalla. Este mismo conflicto también lo tengo conmigo mismo cuando acabo una jornada y pienso las horas que he estado colgado del dispositivo.
En mi generación no había móviles cuando éramos jóvenes. Sólo podíamos hablar con un aparato conectado a un cable. Tener muchos amigos no era posible, porque no teníamos tanto acceso a gente diferente y nuestros círculos eran restringidos pero muy sólidos; de hecho conservo amigos y amigas de mi niñez y nos tenemos los unos para con los otros cada vez que nos necesitamos. En nuestro cumpleaños nos lo felicitaban sólo algunos y no recibíamos mensajes de gente que incluso no los hemos ni visto en nuestras vidas. De hecho lo hacíamos de viva voz generalmente o por carta, pasados los días. Una conferencia telefónica al extranjero era muy cara, sobre todo a partir del tercer minuto. Parece que fue entonces cuando se puso de moda vender relojes de arena de tres minutos. Si fallaba el reloj mi madre ya se encargaba de darme un “cariñoso toque”. Hoy, sin embargo, la tarifa plana da para mantener conversaciones interminables, de horas si es necesario, o intercambiarse miles de whatsapps para que después al verse emisor y receptor de los mismos no tengan nada que decirse cara a cara.
Nadie, cuando te mandaba una carta, esperaba tu respuesta inmediata. No había forma de saber si la habías leído. Si llegabas tarde a una cita no tenías forma de avisar. No te metías en la cama con el teléfono fijo. Salías a pasear totalmente incomunicado. Y nadie podía dar contigo ni localizar tu posición. Era todo más difícil para contar cosas a los demás. No subíamos fotos a ninguna parte. Si queríamos ver una película teníamos que ir al cine o ver un video en casa. Los más vanguardistas eran socios del video club.
Hemos perdido una cierta capacidad de aislamiento. Cualquiera da con nosotros. Y ahora nos es más difícil concentrarnos en nuestros pensamientos, aburrirnos mirando las estrellas, soñar despiertos sin interferencias. ¡Qué difícil trabajar o estudiar con el móvil cerca! Seguro que alguien nos busca o necesita.¿ Cuántas y cuántas veces he vuelto a mi casa a por el móvil y , sin embargo, no me ha preocupado salir sin dinero o sin la documentación?.
Toda esta reflexión me plantea más preguntas que respuestas. Veo muchas ventajas de todo lo que ahora tenemos al alcance, pero tal como expreso también sufro sus serios inconvenientes.
Podemos cuidar mejor a los que están lejos y mantener relaciones que antes morían por inanición. Estamos al corriente de lo que pasa en el mundo y eso nos mantiene vivos. Compartimos nuestra vida y eso enriquece a otros. Son ventajas increíbles que nos hacen crecer. Pero también hay peligros. Nos podemos secar. Como toda adicción podemos perder libertad. Teniendo la cabeza inclinada cada día podemos dejar de mirar al frente o hacia arriba, y no estamos abiertos a los imprevistos. Corremos el riesgo de descuidar precisamente a los que están más cerca, a nuestra familia, a los que podíamos cuidar simplemente hablando un rato. El teléfono puede aislarnos y alejarnos de los que viven a nuestro lado.