El miedo es un mal consejero
En conversaciones con Pelly esta mañana de martes de julio mi aserto se ha ido camino de una circunstancia que me viene ocurriendo de tarde en tarde y pone en evidencia que el mundo está plagado de personas buenas, pero también hemos de ser conscientes de que hay maldad y tinieblas, claros y oscuros y esto lo demuestra nuestro día a día con personas que nos aportan energía y con aquellas que tratan de aspirarla como si de un tifón se tratara. Tantas veces como ocurre este hecho, o bien no nos damos cuenta de la intensidad e intencionalidad que encierran o bien somos capaces de diferirla y dejarla de lado sin prestarle atención alguna.
Me refiero al uso de adjetivos calificativos aparentemente inocuos, pero que quien los esgrime lo hace con toda la aviesa intención, tratando de generar miedo, aturdimiento y confusión sin tener en cuenta que cada vez somos más los que avalamos la consciencia de que es precisamente el miedo el que determina buena parte de nuestras conductas más esquivas, más infaustas y por lo tanto menos adecuadas.
“Ni esgrimir adjetivos, ni desenfundar espadas” alguien muy reconocido de nuestra literatura lo dijo hace ya algunos siglos, luego, este es un mal que se asienta en todas las culturas desde tiempos inmemoriales, también en la nuestra en la que la envidia, la hipocresía y el mal fario y deseo están presentes.
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Dice el refrán que "no ofende quien quiere sino quien puede" y en tantas ocasiones el hecho de que alguien con mala intención nos denoste nos termina prestigiando, pues su criterio y forma de actuar es de todos conocida, y al contrario, quien es alabado reiteradamente por esa persona termina perjudicándole puesto que todos presumen por qué ocurre. Por lo tanto, este tipo de conductas torticeras y aviesas malintencionadas evidencian que quien es atacado termina siendo encumbrado a ojos de los demás y viceversa, porque la evidencia de la mala intención camina siempre del lado de quien la provoca delatando su fin.
El miedo es un mal consejero y ante situaciones en las que trata de campar por sus respetos no hay otra que mirar adelante, no dedicarle ni un instante de nuestra vida, no permitir que la mente nos juegue una mala pasada dando importancia a lo que no la tiene y continuar con la mirada fija en nuestros objetivos, ilusiones y pasiones, valorándonos como debemos y queriéndonos como si no hubiera nadie más en el mundo. Nosotros somos los mejores amigos y enemigos de nosotros mismos, y ante esta disyuntiva no queda otra que apostar decididamente por nuestra propia amistad y por nuestra razón de ser y existir, es lo más importante que tenemos, de ellas derivará todo lo demás, valores, honestidad, amor y responsabilidad entre otros parabienes.