El miedo a los alimentos
Podríamos definir como tecnofobia al miedo, por lo general extremo, surgido de experiencias o acceso a información relativa al uso de la tecnología en distintos aspectos de la vida social.
Una de las características más interesantes de este miedo es su selectividad: A nadie pareciera preocuparle, por ejemplo, ciertos usos (y abusos) de la tecnología médica. Los tomógrafos y resonadores no paran de funcionar, muchas veces desperdiciando las posibilidades que ofrece una buena anamnesis y una completa semiología en el proceso clínico. Y ni que hablar del uso de los medicamentos. Las farmacias están día y noche repletas de gente comprando remedios prescriptos y eligiendo otros por su cuenta, con el consecuente peligro que implica la automedicación o el abuso en la utilización de drogas que terminan impactando negativamente en el ambiente y la salud pública, como es el caso de los antibióticos.
Contrariamente, el uso de similares tecnologías en otros campos genera profundos temores, que son muchas veces poderosos motores sociales que llegan, incluso, a transformarse en tendencias o movimientos de acción. El campo de los alimentos es sin dudas uno de ellos y va desde los aspectos relativos a la salud como a los relacionados con el ambiente. Consecuentemente, en todos los momentos del proceso de producción de un alimento aparecen temores asociados. Desde el campo al plato y más allá. Un ejemplo: La gente se asusta al límite de la exasperación con el uso de antibióticos en la producción animal, pero tiene cajas de amoxicilina a su alcance, que utiliza por su cuenta y ante el primer síntoma de resfrío.
¿Por qué los alimentos suscitan tantos miedos?
Si bien siempre ha existido la asociación de los alimentos con la salud y los impactos ambientales de su producción, es en tiempos muy recientes que comenzaron a ser considerados un problema. Básicamente, cuando la prevalencia de las enfermedades asociadas con alimentos tomaron dimensiones epidémicas y cuando el ambiente comenzó a dar señales inequívocas de alteración debido, en gran medida, al mal uso de las tierras y los recursos hídricos. Y al abuso de prácticas agropecuarias intensivas y sin planificación.
Que hay que comer solo “alimentos orgánicos”. Que nada de carne. Que los edulcorantes son peligrosos. Que la carne de pollo está llenas de hormonas y la bovina de antibióticos. Que las hamburguesas las hacen con lombrices. Que a los salmones rosados les inyectan colorantes. Que los alimentos genéticamente modificados son cancerígenos. Que la chía es tan buena solución para bajar el “colesterol malo” que hasta hay que tomarla en cápsulas. Que la quinoa sirve para todo lo que se te ocurra. La lista podría ser casi infinita.
Claro que hay peligros reales y otros potenciales asociados con los alimentos. Pero llama la atención el nivel de inverosimilitud de muchos de los enunciados que se dan con relación a ellos. Pienso que los miedos a los alimentos (y las reacciones que generan) son en gran medida debido a que aún no se ha logrado armonizar la demanda de información con la oferta. Hay muchas personas cada día más interesadas en conocer sobre alimentos y alimentación, pero también aumenta la cantidad de información disponible y ésta llega a destino de manera caótica y sin ser validada. Sobreabundan cocineros y periodistas hablando de temas que desconocen, como el modo en que se producen los alimentos y las bases de la biología alimentaria.
Por otro lado, la creciente industria de las dietas y la oferta de servicios profesionales de nutrición también ayuda a incrementar los temores. Todos los alimentos son “interpelados” y puestos en tela de juicio. Se necesitan “pacientes” a quienes “tratar” y el mejor modo de conseguirlos es haciendo un intríngulis de algo que es de interés creciente por parte de las personas.
¿Tu alimento debe ser tu medicamento?
Un lugar muy común del pensamiento con relación a los alimentos y la alimentación está relacionada con quien es considerado el padre de la medicina, Hipócrates. "Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento", según la famosa frase de su autoría. Sin desconocer la importancia de los alimentos para llevar una vida saludable, llama la atención que las personas vean a los alimentos siempre en clave medicamentosa: o son remedios para alguna cosa o son cuasi venenos que matan tarde o temprano. Pensar de ese modo no me parece, en el doble sentido, saludable.
Porque lo cierto es que, hasta donde sabemos, no son ni una cosa ni la otra. Los alimentos son, simplemente, alimentos. De modo que si son obtenidos bajo las normas que aseguren su inocuidad y hacemos un buen uso de ellos, no hay mucho de qué preocuparse y mucho aún por disfrutar de tenerlos.