El mito de la «Carta de Seattle»
Ya sabemos que la preocupación legal por el medioambiente surgió en la década de los años 70 del pasado siglo; pero, aun así, es cierto que hubo algunos antecedentes que dejaban intuir cierto interés por nuestro entorno bajo un punto de vista más económico que ecológico (por ejemplo, cuando el Gobierno de EE.UU. denunció a la Fundición Trail de Canadá –instalada en 1896 al otro lado de la frontera, junto al río Columbia– por las emanaciones de dióxido sulfúrico que contaminaban los campos de cereales del Estado de Washington, no lo hizo por amor al medio ambiente sino, simplemente, por los perjuicios económicos que aquellos gases estaban ocasionando a su agricultura). En ese contexto y, curiosamente, en la misma época y lugar, en el disputado Noroeste de Norteamérica, suele citarse a la «Carta de Seattle» como precedente del derecho medioambiental por un discurso que el jefe indio Noah Seattle (ca. 1786-1866) habría pronunciado a finales de 1854, en respuesta a la petición de Franklin Pierce (1804-1869), decimocuarto presidente de Estados Unidos (1853-1857) cuando éste le ofreció adquirir las tierras donde vivía con su pueblo y el líder nativo le habría respondido: Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán, ustedes comprarlos? (…) La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. ¿Ocurrió realmente así? No. Esta es su singular historia.