El negocio del siglo 21
Del autor de Padre Rico, Padre Pobre, el libro #1 de finanzas personales y bestseller de The New York Times por más de seis años.
En El negocio del siglo 21 Robert T. Kiyosaki te explica por qué tienes que construir tu propio negocio, y qué tipo de negocio debe ser. Pero no sólo se trata de cambiar el tipo de negocio en el que ahora trabajas, sino de que te transformes también. Kiyosaki te ayuda a encontrar lo que necesitas para desarrollar el negocio perfecto para ti, pero para que éste crezca, tú también tienes que hacerlo. Bienvenido a El negocio del siglo 21.
Es muy probable que estos tiempos sean económicamente difíciles para la mayoría, pero para muchos emprendedores, ésta es una época de inmenso potencial económico. No sólo es tiempo de que tengas tu propio negocio, de hecho, ¡nunca ha existido mejor momento para hacerlo!
Responsabilízate de tus finanzas o acostúmbrate a recibir órdenes por el resto de tu vida. Sé el amo del dinero o conviértete en su esclavo. Es tu decisión.
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Les compartimos la “lección de oro” del autor:
Lo que te vuelve rico no son los bienes raíces, el oro, las acciones, el trabajo arduo, ni el dinero, sino lo que sabes acerca de bienes raíces, oro, acciones, trabajo y dinero. Finalmente, lo que te ayuda a ser rico es tu inteligencia financiera.
Siendo un adulto joven, incluso antes de que comenzara a invertir en bienes raíces, invertí, por primera vez, en oro. “El oro es el único dinero de verdad”, fue mi razonamiento. “¿Y cómo estar equivocado?”
Comencé a adquirir monedas de oro en 1972, cuando el precio de este metal era de 85 dólares por onza. Tenía 25 años. Para cuando cumplí 32, el precio se aproximaba a 800 dólares la onza y mi dinero se había multiplicado casi diez veces. ¡Recórcholis!
La fiebre estaba en su apogeo y la codicia se impuso ante la cautela. Empezaron a correr los rumores de que el oro llegaría a los 2 500 dólares por onza, por lo que los inversionistas más avariciosos, e incluso los que jamás habían comprado, empezaron a acumular este metal. Yo pude haber vendido mis monedas y obtenido una ganancia importante, pero decidí quedarme con ellas, con la esperanza de que el valor del oro siguiera aumentando. Aproximadamente un año después, con el oro cayendo por debajo de los 500 dólares por onza, por fin vendí mi última moneda. Luego vi el precio del oro desplomarse más y más, hasta que en 1996 llegó a su nivel más bajo: 275 dólares.
No logré hacer mucho dinero con él, pero el oro me enseñó una lección invaluable. Comprendí que, incluso al invertir en “dinero de verdad”, podía perder dinero. En ese momento entendí que el bien tangible no era lo valioso, sino la información relacionada con ese activo.
La inteligencia financiera tiene muy poco o nada que ver con la inteligencia académica. Puedes ser un genio en lo que se refiere a la escuela, pero un verdadero idiota en el aspecto financiero.
Lee el primer capítulo: