El país de la kakonomia o la economía de "La Salada".

El país de la kakonomia o la economía de "La Salada".

El funcionamiento económico de un país que, a pesar de contar con los recursos necesarios, nunca logra despegar y crecer.

Esta mañana preparaba junto al coordinador de la tecnicatura de Diseño, el programa para el curso de emprendedorismo que dictaremos este cuatrimestre.

Entre otros temas, hablamos del diseño en la indumentaria, de la gente talentosísima que tenemos en Argentina pero al mismo tiempo, de lo poco competitivo que somos a nivel internacional.

Tenemos buen diseño pero una mala calidad en las telas y un alto costo en la confección (debido, en entre otros motivos, a la alta presión impositiva) lo que coloca en una pésima situación competitiva a cualquier emprendimiento o pequeña empresa textil.

Más tarde, una reunión con una empresaria del ramo confirmaba mí precario diagnostico: el algodón peruano es de mejor calidad, el costo de producir una prenda es menor y las posibilidades para exportar desde Perú son mucho más favorables. En resumen, esta empresaria produce y comercializa desde Perú.

La pregunta me resulto inevitable ¿Qué es lo que hace que nuestra industria textil sea tan poco competitiva cuando tenemos tanta capacidad para generar valor agregado? ¿La Feria de Indumentaria informal e ilegal más grande de América podría tener alguna relación con este fenómeno?

Veamos…

¿Qué es “La Salada”?

“La Salada” es, según Wikipedia, “un complejo ferial, ubicado en el partido de Lomas de Zamora, desde sus orígenes ha ido evolucionando hasta convertirse en un enorme conglomerado humano y económico de trascendencia internacional, que basa su funcionamiento en la comercialización de productos de marcas apócrifas.”

Es el centro de economía informal e ilegal más grande de América Latina, factura 4400 millones de dólares al año y al cual la propia Unión Europea denominó como “un símbolo del comercio de mercadería falsificada en el mundo”.

Es el “mercado central” de la indumentaria en la Argentina, el lugar al cual miles de talleristas informales llevan a vender lo que producen y otras miles de personas, provenientes de todos los rincones del país, llegan a comprar para revender.

Es un shopping de ropa de bajo costo que viste a la mayor parte de las familias de las clases populares o medias argentinas que no pueden afrontar los precios de la ropa producida legalmente.

La producción de estos talleristas representa el 60% del volumen del mercado cuyas características son la baja calidadproductos estándar sin requerimientos de mano de obra calificada y el escaso valor agregado.

Este mercado es abastecido por un segmento altamente concentrado de hilanderías (existen poco más de 10 empresas argentinas encargadas de la producción de fibra, los manufacturados textiles - con sus tres productos: hilados, tejidos planos y tejidos de punto) que define, en buena medida, la competitividad del sector y su orientación primordial hacia el mercado interno.

La informalidad define la competitividad del sector

Si el 60% de lo que produce el mercado textil argentino son productos estándar, de baja calidad y de escaso valor agregado y además los proveedores de materia prima son apenas un puñado, las limitaciones para la adopción de innovaciones tecnológicas son verdaderamente importantes y vedan cualquier posibilidad de competitividad.

Aun cuando una tonelada de ropa diseñada que se exporta genera 40.000 dólares (según Claudio Drescher CEO de Jazmin Chebar y presidente la Cámara industrial Argentina de indumentaria CIAI) para la Argentina frente a una tonelada de algodón que representa menos de cien dólares, la propia conformación del mercado local desalienta las innovaciones y la formación de recursos humanos necesarios para consolidar una industria fuerte y competitiva.

Una tonelada de ropa diseñada que se exporta genera 40.000 dólares. Sin embargo, la propia conformación de la industria genera que el país siga exportando la tonelada de algodón a USD 100.

Una economía enferma de mediocridad

Lo que ocurre en la industria textil es tan solo una muestra del funcionamiento económico de un país que, a pesar de contar con los recursos necesarios, nunca logra despegar y crecer.

La Salada es el exponente de una economía tan ilegal e informal como mediocre.

No es producto de tan solo la coyuntura política de nuestro país, sino que es producto de la propia mediocridad de sus agentes económicos.

La economía argentina es, según lo descripto por el sociólogo Diego Gambetta y la filósofa Gloria Origgi, una kakonomía (no KA, del llamado legado Kirchnerista, sino de la palabra griega kakós que significa malo) que se refiere a la preferencia de los agentes por comportamientos mediocres o interacciones mediocres de los agentes entre sí.

Como sostienen los autores en “La curiosa preferencia por la baja calidad”, entre las dos partes de una transacción se da a veces una aceptación mutua de la mediocridad.

Claro que esta aceptación no es explicita. La kakonomía funciona siempre con un doble acuerdo: el explícito, según el cual el agente se compromete a entregar un determinado producto o servicio de alto nivel y alta calidad, y un pacto implícito, según el cual el otro acepta un producto o servicio de bajo nivel o mediocre. En la base de este pacto tácito subyace la idea según la cual uno de los agentes económicos le permite al otro  que incumpla sus compromisos porque quiere conservar para sí la posibilidad de faltar a los suyos sin ninguna responsabilidad.

Esta tolerancia por parte de los agentes económicos provoca una situación económicamente indeseable: la ineficiencia que, a su turno, se traduce en falta de competitividad.

Puesto que para crecer de forma sostenida una economía pequeña como la de argentina necesita de su inserción en la economía mundial, una menor eficiencia conduce a una industria que no es competitiva  imposibilitando así cualquier crecimiento, lo cual es un aspecto esencial para eliminar la pobreza estructural que padece nuestro país.

La mediocridad no es ni buena ni mala, depende desde donde se la mire. Tiene consecuencias positivas cuando las licencias que ambas partes aceptan pueden ser como máximo, a expensas de la credibilidad de sus promesas.

Sin embargo, cuando esas licencias son a cambio del crecimiento de un país, estamos pagando demasiado caro el precio de  la mediocridad.




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