El Paco Alsogaray y yo.....


El “Paco” Alsogaray y yo.

 

 

Con el “Lalo” Alsogaray nos unían varias cosas, entre ellas el hecho que hallamos nacido en el mismo año, 1946, el cumplía el 26 de octubre y yo el dos de septiembre, o sea que era mayor por ocho días. Termino el secundario y entro en la Universidad en mil novecientos y sesenta y cuatro, el mismo año en el que yo entre como “interno” en la cárcel de Caseros, U2 (Unidad dos), Pichincha 2113, Capital.

Ambos teníamos diez y ocho años y unos días

No nos conocíamos en esa época, pero el destino teje su trama de maneras sutiles, y tiempo después seriamos amigos, no aconteciendo lo mismo con su padre, el general Julio Rodolfo Alsogaray, y su hermano mayor, “Julito”, para los que nunca pase de un delincuente infiltrado en la familia, de la mano de Zulema Logorburo de Alsogaray, la esposa del general.

 Lo cual, de cierta manera, era verdad.

Es interesante mí historia con la familia Alsogaray, pero para que se entienda mi relación con ellos, y en especial con “Lalo”, (nombre de guerra “Paco”, con el cual milite mucho), debo remitirme nuevamente a la cárcel de Caseros.

Con diez y seis años era un joven idealista y militaba en una célula del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) junto a tres compañeros, Frido, Coco y el Chileno, formábamos la C.F.4, y teníamos la misión, entre otras, de recuperar armamento tanto de la policía como del ejército, que Frido, el jefe y organizador de dos células en capital, la C.F.4 y la C.F5. Llevaba para el depósito de la organización. Podíamos cambiar por mejores las armas que usábamos por las armas recuperadas, pero las otras había que entregarlas a la “Orga”. Y las nuestras también, las cuales nos eran entregadas en cada acción. Claro que cada uno de nosotros tenía un arma no declarada. Cuando me entregaban el arma, antes de una acción, me parecía que me daban poder y miedo, había que lograr que el primero superara al segundo, es difícil, pero se puede. En realidad el ERP era fuerte en la guerrilla rural, estaban actuando en Tucumán,  provincia que después sería tan dolorosa para mi, y en una oportunidad, Frido me dijo que el propio Santucho le había ordenado, en Salta, que formara células en capital. Yo no tenía educación, a la muerte de mi padre mi familia se disgrego sin separarse y más tarde yo encontré en las filas del militante un lugar que me acogió y donde era alguien, pertenecía a algo por lo cual había luchado mi padre, el peronismo, y sufría mi tía que ya siendo una famosa actriz, no conseguía ni un papel de extra porque había sido amiga de Evita. Me faltaba definir plenamente el papel del E.R.P. frente al peronismo, pero me quede esperando las charlas doctrinarias… que no vinieron nunca.

En un principio, a los 14 años, había contactado con los de “Tacuara”, una organización estudiantil que conocí en el comercial 32 de José María Moreno y Rivadavia, porque aunque yo había solo terminado el quinto año de la primaria, me gustaba rodearme del movimiento estudiantil del cual aprendía muchas cosas, pero los de Tacuara me parecieron unos engreídos fascistas. Después, como dice Tanguito en una canción; “después conocí una mina y con ella me encame, le gustaba Codovila, (presidente del Partido Comunista en ese tiempo) me llevo para el PC “Y Fue tal cual, inclusive llegue a firmar la ficha de ingreso a la Juventud Comunista, pero no fui ni a una reunión y el fervor se acabó junto con la calentura

Fui detenido el 4 de noviembre de 1964, con 18 años, cumplidos dos meses antes. En ese entonces militaba mucho, era peronista a muerte, aunque por suerte fui detenido por un delito común, aunque en verdad era un operativo guerrillero. Mi padre, en mi infancia, había sido presidente de una unidad básica, cita, en ese tiempo, en las calles Esteves Seguí y Rivadavia, Liniers, Tenía una tía, actriz famosa en Argentina, que filmo más de treinta películas en papeles protagónicos, y a quien, después de la caída de Perón, el “Estado”, o sea los golpistas que habían derrocado a Perón, la prohibieron y persiguieron a muerte. Su nombre era Maliza Zini

Ella fue amiga del general y de Evita, siendo nombrada por Perón “Madrina” del C.D.O.  el famoso y temido Comando de Organización, el ala más “pesada” de una discreta derecha peronista. Conocí, en la casa de mi tía, y de casualidad, a varios de sus integrantes; Brito Lima, un diputado, (ex, próximo o actual, no me acuerdo), que lo comandaba, a David Duarte, un vendedor de diarios que tenía un puesto en Retiro, con el que entable una breve amistad, y a los hermanos López, que no se si son los mismos de los bolsos.  Pero ya en ese entonces me había enrolado en una célula del E.R.P., que según Sigfrido, que me había reclutado,  le habían encargado que organizase una célula en capital, cosa que a los postres se demostró que era mentira. En verdad fue una jugada de Sigfrido, en realidad un político-militante, para colocarse en una postura aventajada cuando la organización tomara impulso y se supiera que había creado una célula en capital. Consiguió enrolar a unos diez integrantes, que, como él y yo, eran peronistas de primera línea de fuego, porque Frido habrá mentido en su juego político, pero era peronista, tenía agallas, cosa que demostró más de una vez Pero solo conocí a dos más: el chileno y Coco, en complicidad de los cuales  recuperamos algunas 11,25, conocida como “la 45”, a varios agentes de la federal. Después, con el dato de un compañero que conocía al almacenero, nos apropiamos de una 6,35 que guardaba el “gallego” en el cajón de la caja. Todos estábamos de acuerdo de que si alguno “perdía”, o sea que era detenido, no debía de hablar de política, había que hacer lo imposible para parecer o hacerles creer a quien lo detuviera que era, o éramos, delincuentes comunes. De esta forma las torturas serían las ya conocidas, incluyendo la picana. Pero al final te dejarían en un calabozo tirado e ibas a parar a la cárcel de  Devoto o a la de Caseros, pero no te entregarían a un “comando militar”, donde sufrirías torturas indescriptibles, y si no tenías la capsula de cianuro terminas hablando, porque la voluntad tiene un límite, más allá de él no sabes lo que decís. Después te tiraban de un avión. Los que combatimos lo conocemos, lo asumimos y lo aceptamos

El 3 de noviembre de 1964 teníamos como misión  conseguir un vehículo, un auto blanco, con el cual, después de cambiarles las chapas por unas “provisorias,” teníamos que estacionarnos, en Tellier y Juan Bautista Alberdi, en el barrio de Mataderos, al otro día, el día 4, a las diez y treinta.

 El operativo principal se llevaría a cabo en Tellier y Rivadavia, creo que era una sucursal del Banco Nación en Liniers, y yo estaría a cargo del auto de escape “dos”.  Frido estaría en la operación principal. Y Chacho, otro chofer de “escape”, a cargo del auto principal. Tenía que saber quién guiaba el auto principal para identificarlo al llegar cerca de nosotros, por eso conocía al Chacho.

El coche lo conseguimos en la calle Cangallo a dos cuadras de Callao, un Peugeot 404 blanco, nuevo, donde tuvimos que “apretar” al sereno de un garaje. Lo “levantamos” a las 23 horas y media hora después en la playa “El  Ancla”, en Olivos, le cambiamos las chapas. Después volvimos a capital y lo dejamos estacionado en Santa Fe y Coronel Díaz, entre otros autos, y nos fuimos a descansar.

Al otro día. A las 10,30, previniendo algún embotellamiento, con Frido, con el cual compartía una habitación en la Avenida Santa y Pueyrredón, fuimos a buscar el auto. Me senté en el asiento del acompañante y cuando Frido estaba sentándose en el lugar del chofer comenzó todo. Una mano con una 9 mm. entro por la ventanilla y me golpeó la cabeza. Antes que me diera cuenta Frido estaba en el suelo, dominado. Un policía uniformado con la pistola en mi garganta  me apretó contra el asiento. Vi que estaba amartillada. No me voló la garganta porque, hasta ese momento, éramos delincuentes comunes, y yo parecía menor, si supiesen que éramos “zurdos” ya estaríamos muertos.

 

Estuve en la comisaria 33 de Belgrano, en donde pase las torturas de rigor, afortunadamente no se les paso por la cabeza que fuéramos guerrilleros,  yo que parecía menor, cuando nos preguntaron para que queríamos el coche le dijimos, en interrogatorios no muy gentiles, y separados, que lo íbamos a usar para hacer algunos “hechos” (asaltos) y después a “reducir”, o sea vender. Cosa que ya nos habíamos puesto de acuerdo con Frido por si teníamos un problema y fue lo que nos salvó. Cuatro o cinco días después, previo a un pasaje por los calabozos de Tribunales, fui llevado a la cárcel de Caseros en un destartalado camión celular. A Frido lo mandaron a Devoto

 

Era una vieja cárcel, y a los ingresos de ese día nos metieron en un gran cuarto, todos contra la pared. Yo veía que era el más joven de todos, ingresos, y de todos  presos de la cárcel, que habían ido a tribunales solicitados por los jueces para diferentes tramites. Temía a la violación, pero ya tenía experiencia adquirida en mis pasajes por los reformatorios, y sabía que hacer llegado el momento. La puerta se abrió y un “yuga”, como los llaman los presos a los guardias cárceles, asomo la cabeza y grito mi nombre.

Me llevo hasta un despacho de dos puertas cerradas y una placa de bronce donde se leía “Dirección”. El “yuga” llego a la puerta y golpeo suavemente, no escuche lo que dijeron del otro lado pero abrió la puerta y me mando entrar. En una sala amplia, detrás de un escritorio, estaba sentado el que, más tarde, supe era el director de este establecimiento carcelario, el Prefecto Roberto Amaric. Me señalo una silla enfrente a él y me largo la primera pregunta:

. Vos sós sobrino de Maliza Zini?

Lo era, no sé cómo lo sabía, pero no podía admitirlo, Sería ensuciar el nombre de mi tía, que era todavía una actriz famosa, y aunque nunca nos dio mucha bola, había filmado treinta películas compartiendo cartel con los artistas más famosos de la época. Era una peronista acérrima y yo sentía orgullo de ser su sobrino, y, de cierta manera, seguir los pasos de ella y de mi padre, militando a la manera actual, con las armas.

 En ese momento el país era comandado por la dictadura.

Y ese año, de 1964, se empezarían a sumar muchos más combatientes a los distintos grupos subversivos que actuaban en Argentina, en especial en Buenos Aires. El panorama tenía que cambiar. Arreciaban el secuestro y el asesinato de los que ellos, los militares, creían que eran miembros o simpatizantes de la lucha armada. Los para-militares, que actuaban junto a las fuerzas “del orden” trabajaban por “el botín”, o sea todo lo que se pudiesen llevar durante y después de los allanamientos. Los que participaban en esos grupos eran ex presidiarios, policías dados de baja o gente de la peor calaña.

 Después de la caída de Perón mi tía no fue más llamada a trabajar, ni en un mísero papel en una película de cuarta, la saña era tal que hasta  la sacaron del Archivo de la Nación, y cuando consiguió montar “Lisistrata” en el teatro de los lagos de Palermo, la C.I.D.E., Servicio de Inteligencia de Estado, le quemo el teatro. No podía agregarle más carga…ya llevaba mucha. Lo negué.

.Vos tenes un hermano llamado Luis Américo que fue empleado en Institutos Penales?...y un tío llamado Guillermo Zambrini que también lo fue?

Otra vez era verdad, lo que pasaba, y yo ignoraba, era que a ese hombre que tenía adelante, lo había conocido cuando yo tenía ocho años, En ese entonces mi tía, Maliza Zini, era la esposa del Prefecto General  Roberto Pettinato, Director de Institutos Penales, durante el gobierno del General Perón. Padre del después presentador televisivo.

Como correspondía, el Director de Institutos Penales vivía en la penitenciaria, en una lujosa casa en su interior, y su esposa, mi tía, vivía allí también. Era la Penitenciaria de la calle Las Heras, un hermoso edificio ( si es que una penitenciaria puede ser hermosa…por lo menos de afuera) que ocupaba toda una hectárea, flanqueada por altas murallas y una torre fortificada en cada esquina, pintada de un amarillo fuerte, que hasta hoy tengo como una fotografía en la cabeza.  Quedaba sobre la avenida Las Heras, en pleno barrio de Palermo. En una oportunidad, en el año 1954, mi madre me llevo de visita a la casa de mi tía, o sea a la penitenciaria. De vez en cuando la “estrella” se bajaba del proscenio y les daba un poco de bola a los parientes pobres, y este fue uno de esos raros casos. Me acuerdo que mi madre me llevo, calculo que hacía poco tiempo había muerto mi padre, y estuvimos poco tiempo, pero además de una suculenta merienda me regalaron un par de juguetes hechos por los presos, un hermoso tranvía hecho con placas de maderas superpuestas, y un coche de carrera de lata, a cuerda.

 De otra cosa no me acuerdo, de los juguetes sí.

Y ahí está la respuesta que supe mucho tiempo después, el actual prefectoRoberto Amaric, director de la U.2 Cárcel de Caseros, en ese tiempo era el secretario del Prefecto General  Roberto Pettinato , y se acordaba de mi visita….le estaba cebando mate al jefe cuando me vio.

 Esto me lo conto mi hermano Luis, que sí, había sido empleado de Institutos Penales, lo mismo que mi tío Guillermo…

Mi tía había hecho contratar a mi hermano y a mi tío como guardias cárceles, pero como no tenían ninguna experiencia y no sabían hacer nada, la única utilidad que les encontraron era pasar cine para los presos, los sábados.

Otra vez le dije que no. Hoy sé que me hubiera convenido decir que sí, pero en ese tiempo estaba lleno de ideales. Era un activista, y a pesar de mi juventud, tenía códigos a respetar, inclusive en el movimiento teníamos un reglamento interno que condenaba con el fusilamiento, entre otras cosas, la traición, la homosexualidad, el robo y las violaciones.

Roberto Amaric me miro y sonrió, le habrá gustado que un chico de diez y ocho años, lindo y de ojos azules, se comportara de esa manera, porque el sabia las respuestas a las preguntas que me había hecho Después salí del despacho del director y entre en el del subprefecto Solari, un mal parido que después de ver mi hoja de vida, donde figuraban dos detenciones y dos fugas del reformatorio, me dijo, como si fuera una sentencia de muerte:

.Vos ya sos viejo en esto. Te voy a mandar al cinco.

Era lo mismo que mandarme al matadero.

El cinco era un pabellón con noventa jóvenes que no pasaban de 25 años…era un pabellón “pesado” y un pibe de 18 que no tuviera conocidos y que llegara sin compañeros, no podía pasar mucho tiempo sin ser “apretado”, él lo sabía y me mando igual.

 No sé porque me odio en cuanto me vio.

 Lo hizo de maldad, pero el tiro le salió por la culata, no contaba que Jorge Falero, compañero de mi hermano Eduardo, que para ese entonces estaba en la cárcel de Devoto, y no por guerrillero, era uno de los jefes del pabellón, y no tuve problemas. Un año después, por una pelea fui castigado 30 días en la solitaria. Dicen los de derechos humanos internacionales, que un detenido no puede estar más de treinta días en una celda solitaria. Es realmente terrible, son 1,25 X 2,50 y cuatro metros de altura, de un techo de donde cuelga una lámpara desnuda que esta prendida todo el día y absolutamente nada más. A las diez de la noche te dan un colchón de paja y una manta, mejor dicho unos agujeros con manta, que te retiran a las seis de la mañana….y el resto del día es terrible. En la película “Papillon” lo reflejan muy bien.

Un día se abrió la puerta de ese calabozo (dos metros por uno cincuenta) y el “yuga” grito ¡salga!, me asombro porque me faltaban varios días.

 El director estaba en el medio del pequeño patio con las manos en la espalda, me reclamo de mi conducta, pero amablemente, yo le dije que eso era una jungla y había que sobrevivir, si me mandaba a un pabellón de “conducta”, donde son menos y todos trabajan y evitan problemas, o a las celdas, donde se vivía de a dos y era mucho más tranquilo, pero en los “pabellones” comunes la cosa era diferente. Me dijo que lo iba a pensar y se fue.

Ese hombre había desarrollado una especial simpatía hacia mí, al contrario del jefe de seguridad, y cuando salí de las solitarias fue como salir en libertad. Me mandaron a las celdas donde me toco de compañero un puntano de 18 años, el “Tony” Lucero, con el cual hice una gran amistad. Y fue justamente allí donde comenzó todo. Un día, no sé cómo, porque estaba prohibida, me llego a las manos un ejemplar de la revista “Gente”, era viejo y le faltaba la tapa, eso fue en el año 1965/6 y quizás haya, todavía, un ejemplar de ese número perdido por ahí.

 No era mucho, pero era una revista para poder leer y durante un par de horas, robarle el tiempo al juez.

 En la revista había un artículo con el título de: “Mire esta cara” o “Mire este Rostro”, no me acuerdo bien. Escrito por un periodista que se llamaba, creo, Barbe o Blanco, lo confundo con un periodista de La Nación que en otra oportunidad, ya más cercana, contesto a una carta mía. Realmente impactado por el reportaje, que mostraba la real historia de un tipo, que se había pasado 30 años preso en el manicomio de Viertes…y era inocente, le escribí una carta, que saque afuera en la visita, para que no sea censurada, por que leían lo que salía, para enterarse si había un plan de fuga o algo así, Por supuesto que una carta a una revista no saldría nunca de esos muros…pero esta salió durante la visita. Recuerdo, cuando la estaba escribiendo, que el Tony Lucero me dijo “para que te molestas…no te van a dar bola”. Pero a mí no me importaba que me darían o no bola, lo que yo quería era felicitar a ese periodista por una nota bien escrita y que reflejaba lo que es la prisión, más para alguien que es inocente, que no era mi caso.

 

 

Me había olvidado de la carta, hasta que un tiempo después escuche mi nombre por los altoparlantes: “Criscuolo Américo Gabriel, celdas de la quinta vigilancia prepararse para dirección”. En cuanto me cambiaba pensaba que macana había hecho, pero no recordaba de ninguna. Un “yuga” me vino a buscar y me llevo a la dirección, me hizo esperar apartado de la puerta y después de golpear se separó dos pasos…me pareció mucho protocolo. Estaba pasando algo raro, se sentía en el aire.

Un par de segundos después salió el director, se acercó a mí y me pregunto: “vos escribiste una carta para una revista?” Sonamos, pensé yo, la carta que mande. Le respondí que sí, pero que no decía nada malo sobre la cárcel, no había quejas. No me contesto nada, me hizo una señal con la cabeza y me dijo: “entra, hay alguien que quiere hablar con vos”

 

 

 

 

La Visita

 

Sentada, con las piernas cruzadas, en un sillón de cuero frente al escritorio del “taquero”, como lo llamábamos al director, estaba una mujer rubia platinada, de ojos azules….bellísima y muy bien vestida, de unos 40 años muy bien llevados. Me acerque porque en el despacho no había nadie más que ella. Así que supuse que era ella quien quería hablar conmigo.

Me invito a sentarme en el sillón, a su lado, y me entrego una caja de Chesterfield, que eran los cigarrillos más caros en esa época. Después me acerco un ejemplar nuevo de la revista Gente, abierta en la página de “correo de los lectores” donde estaba publicada mi carta.

Al pie de la publicación se leía: “Gabriel Criscuolo – Celda de la 5ta.Vigilancia – U2 Caseros.

Busque esa publicación en los archivos de “Gente” , por internet, pero no la pude encontrar

 Me dijo que se llamaba Zulema y que por el momento era mejor que no supiera su apellido, que había leído mi carta y se había conmovido y decidido ayudarme en lo que pudiera. Yo le conteste que aunque no volviera más, esa visita no la olvidaría nunca y estaría siempre agradecido…eso les gusta a las mujeres, yo rogaba que, fuera quien fuera, volviera. No cualquiera consigue una “visita especial” en el despacho del director…con este afuera. Hablamos más de media hora, No había dudas de que esa mujer, fuera quien fuera, tenía poder, era inteligente, hablaba francés e inglés y era muy educada. Y me quería ayudar.

Durante los próximos seis meses me visito casi todos los días, siempre en el escritorio del director, hablamos durante horas. Y se conmovió con mi historia, a la que le retire toda connotación política, ya había aprendido que cada hombre es esclavo de lo que dice y amo de lo que calla.

Y no fue solo Zulema, después de la publicación de Gente, me llegaron encomiendas, dinero y cartas de todo el país, aún recuerdo los nombres de algunas de las personas que me escribieron,  después que salí en libertad conocí; Ana María Farinelli, de Tunuyan, Mendoza, Marisa de Rosario de quien no recuerdo el apellido, Gregorio Barbe, de Coronel Domínguez, Santa Fe y muchos más, que el tiempo borro de mi memoria, pero todos los días recibía una diez o quince cartas y de vez en cuando una encomienda con víveres. Plata todos los días. Eso, sumado a lo que me traía Zulema, siempre cosas de calidad, me convirtió en un preso privilegiado, además el trato del personal penitenciario se había ablandado bastante….algo se había filtrado.

Mi vieja, ajena a todo, me visitaba los jueves y domingos, y me traía un “bagallito”. En ese tiempo yo estaba en Caseros y mi hermano Eduardo en Devoto, la vieja iba de una cárcel a  otra, nunca dejo de visitarnos.

 Esa fue la visita más importante. Por lo menos espiritualmente.

Se sorprendió cuando le dije que no me trajera nada, pero era preferible que se lo llevase a mi hermano que solo la tenía a ella.

 

Pero Zulema no solo me auxilio económicamente sino que uso toda su influencia para hacer que mi causa penal pisara el acelerador. Ya había sido condenado a tres años en Buenos Aires, con esa condena y siendo reo primario podía pedir la condicional a los ocho meses, pero tenía una causa abierta en Mar del Plata, donde en un hecho nos llevamos, entre otras cosas, una máquina de escribir, que la policía secuestro y por su numeración supieron de donde salió y que fin tuvo. …y quienes se la habían llevado. Una semana después que Zulema se enteró de esa causa, me trasladaron a Mar del Plata, a la sub-comisaria de Peralta Ramos, donde rápidamente me hicieron un reconocimiento donde las victimas (fue un asalto) nos reconocieron. Pensé que ahora estaba jodido, si tenía que cumplir una condena en Provincia primero tendría que cumplir la de Capital…si me dieran la condena mínima serian tres años más….daban seis en total.

 Esa noche no dormí.

 Al otro día me llevaron a los tribunales Marplatenses, entre arrastrando los pies y pensando donde estaría Zulema, parecía que su influencia en Provincia no era la misma que en capital. Para mi sorpresa el secretario del juez me hizo firmar mi absolución.

Cuando firmaba alcance a leer que en un recuadro que decía: “RECONOCIDO?” …marcado el cuadrado de la palabra “NO”.

Tuve ganas de saltar de la alegría y gritar ¡! Zulema si otra no”…tenía 20 años.

Cuando me llevaron de nuevo a la subcomisaria de Peralta Ramos, Zulema me estaba esperando, había venido a Mar del Plata a verme y a hablar, antes, con el juez que entendía la causa. Por eso todo camino sobre rieles.

 

 

Dos días después me llevaron de nuevo a Bs As, le pedí a Zulema, cuando me fue a visitar a Mar del Plata., creo que era septiembre del 66, que cuando volviera me hiciera mandar de nuevo a Caseros, si me tocaba Devotó ahora era lo mismo. En la de Caseros ya estaba todo arreglado por Zulema. Cuando me trasladaron de nuevo a Buenos Aires me llevaron directo a Caseros. Allí, en cuanto entre me encontré con el director. El prefecto Amaric me pregunto:

.Queres volver a las celdas?

.Si, con Lucero.

Le conteste

._ Lucero salió en libertad._

Me dolió el alma, pero enseguida me puse contento porque el Tony estaba libre. En ese momento hice una atrevida petición:

._ Quiero ir al 22._

Es bueno aclarar que el pabellón 22 era el pabellón de los millonarios. Estaban, entre otros, Alberto Natín, que había estafado a medio Buenos Aires con un proyecto de un edificio en plena calle Corrientes; “El Politeama”. Recuerdo haber visto un enorme cartel con un dedo apuntando al cielo en los terrenos en donde se iba a construir un rascacielos…vendieron el mismo departamento hasta tres veces.

Los hermanos Todres: Abram, Isaac, Bereel e Israel, que eran los dueños del contrabando que manejaban los comerciantes del Once, desde su sede, La Galería Internacional. Melchor Arana, novio de Susana Giménez que contrabandeaba autos importados, el Rey del Plástico, otro “joico” millonario, y otros de la misma laya. Yo era un “paracaidista”, pero tenía la mejor banca y el “taquero” me mando al 22, en contra del parecer del subprefecto Solari, que se quería morir de bronca, lo mismo que los jefes de turno: Zuppa, El negro Montes y Green, el peor. Bien dice un refrán que a veces vale más un poco de conocimiento que una bolsa de oro. Cuando llegue al 22 no lo podían creer. De todas maneras en cuanto entre y acomode mis cosas, Alberto Natín se quiso hacerse el vivo y me llamo a su mesa, me senté en su frente, y él me empujo un bol con agua y una lima y me dijo muy orondo:

_. Me haces las uñas?

Y puso las mano encima de la mesa con la palma para abajo, era una provocación, algo así como diciendo que aquí mandaban ellos, que yo iba a ser basura, pero no sabía de qué enfrente tenía a un “militante” que había sufrido lo que ninguno de ellos, y que tenía un código, una conducta a seguir, en esa época los militantes, aun los más jóvenes, respetaban los códigos y normas de su movimiento.

Agarre su mano y parándome le doble los dedos con fuerza para atrás, si apretaba más le rompía los dedos. Una expresión de dolor se dibujó en su cara…

.Que te las haga la puta de tu mujer.

Le dije, y después le solté la mano. Suficiente, nadie más me jodio.

 

 

 

El 14 de noviembre de 1966, después de dos años, diez días y dos horas y media, salí en libertad condicional.  Salí a la calle del brazo de Zulema. Afuera, sentado en el capot de su Renault Gordini, estaba el “Lalo” Alsogaray, (más tarde llamado el Hiipy o “Paco” su real nombre de guerra), esperando a su madre y a su protegido. Y los tres juntos nos fuimos para la casa de la familia, en la calle Araoz 2.876, noveno piso.

Ese día hable poco con Lalo, parece que tenía unos exámenes o algo así.

El general y “Julito” me saludaron pero pude advertir una mueca en su cara.

Pero en las semanas siguientes nos reunimos varias veces a conversar con Lalo. A mí me empezaba a gustar la filosofía y, si mal no recuerdo, él estaba estudiando filosofía y letras, creo que en la U.B.A.

Zulema estaba decidida a ayudarme, me alquilo un cuarto en una pensión y me consiguió un trabajo en el Banco Nación, en los servicios médicos, daba turno para las distintas especialidades. Pero yo necesitaba más que eso, quería y necesitaba una razón para vivir, ya mis amigos de otrora se habían diluido por la ciudad y yo no encontraba mi lugar. Frido estaba cumpliendo su condena en Santa Rosa, La Pampa. Él era reincidente y no le “cabía” la condicional. Zulema se esforzaba en presentarme a la “crema” de la sociedad argentina, pero se notaba que me aceptaban porque venía de la mano de ella, pero se sentía una especie de aversión, al menos de las personas mayores, porque a las jóvenes les encantaba ese chico lindo, que todos sabían que había estado preso, lo que me daba cierta aureola de aventurero. Salí con varias de ellas. Lo que no sabían era que era guerrillero, y que podía hacer lo que la montonera, compañera de estudio de la hija del jefe de policía, le hizo un día al mismo. Le puso una bomba debajo de la cama, 600 gramos de trotyl que lo mataron en el acto. Tiempo después la compañera Montonera fue abatida en un enfrentamiento con el ejército.

Pero para suerte del general yo había salido de la cárcel y no tenía ningún contacto posible, además ni se me hubiera ocurrido.

Creo que Zulema quería humillar a su marido porque descubrió que tenía un amante. Me metía a su frente en todo momento. Inclusive, un fin de semana, cuando fueron a la quinta de Campo De Mayo, aún recuerdo, como si fuese hoy, ella se sentó adelante, junto al general, y yo en el asiento trasero, De golpe Zulema paso el brazo por encima del asiento y me tomo la mano, fuimos así, de manos dadas, hasta Campo de Mayo. No se cómo el general no me mando “desaparecer” con los de “la poda” o los de la Escuela de la Armada. Parecía un extraño milagro lo que me estaba sucediendo.

Me temblaban las manos en estas situaciones. No sabía Zulema con quien estaba, suponía que con Gabriel, un delincuente juvenil que trataría de Habreformar, mientras que en realidad estaba tratando con un guerrillero en potencia y desconectado de su cúpula, pero que tomaba fotografías mentales de todo lo que veía en la casa del general, la cual, en un comienzo, visitaba frecuentemente, tanto así que Felisa, la empleada doméstica, autorizaba mi entrada aunque estuviera sola.

Zulema me presento a los Llorens, una familia de alcurnia, a un médico, el doctor Polizet, que trabajaba en “Alpi” (Ayuda a la Lucha Contra la Parálisis Infantil), de la cual ella era directora.  Honoraria.  Los García Merou, familia de alto abolengo, y a varias familias más. Solo sé que, solo, iba únicamente a lo de los García Merou, en la casa de quienes, Inés, su hija, luchaba por enseñarme a tocar la guitarra, y que se enamoró de mí. Yo era una buena pinta, de ojos azules, y estaba acostumbrado a que las mujeres y los gay me persiguieran

Inés era la única heredera de 5.000 millones y no sé cuántos campos, su familia era una de las que, antiguamente, recibió miles de hectáreas cuando las campañas del desierto, en las cuales Bartolomé Mitre y Cía. Mataron a todos los indios argentinos y les dieron las tierras a las familias de “abolengo”. Si hubiera sido un canalla me hubiera casado con ella para asegurar mi futuro, pero era un tipo noble, a pesar de todo, y guardaba ciertos principios, uno de los cuales no me permitía engañar a una chica, con una enfermedad degenerativa en los ojos y que, irremediablemente quedaría ciega, quien además tocaba la guitarra y el piano maravillosamente bien y de quien yo me había enamorado

Pero no era mi mundo, yo abandone todos los trabajos que Zulema me consiguió; banco Nación, secretario de dirección en diario El Mundo, en ese tiempo oficialista, dirigido por Jacinto Fernández Cortes, y cuyo jefe de redacción era un peruano, Vidal Rucabado. Tenía un escritorio en la dirección pero no hacía nada, otra vez un trabajo de “acomodado”, de inútil, la verdadera secretaria era Mary Sol Freitas, quien también sucumbió a mis encantos, ella y la hermana. Y así seguí, haciendo mis trampas sin que Zulema supiese y tratando de encontrar un camino en el que fuese yo, no el protegido de Zulema Logorburo de Alsogaray.

 

Tres años después embarace a una chica virgen, Ana María, y que fue la única que supo que era montonero, cuando lo fui. Nos casamos y tuvimos una hija, Mariana. Hermosa, con dos ojos azules que abrió desde que nació.

Vivía de pequeños golpes que daba falsificando papeles de autos, cedulas verde y títulos de propiedad. Quería contactarme con alguien del E.R.P. pero no podía.

Tenía días en los que me quedaba horas pensando, ¿cuál era el futuro de mis hijos?, de mi mujer, (me había casado porque fue la primera mujer que embarace en mi vida, la quería, y estar solo o tener a quien abrazar para dormir hay una gran diferencia) pero realmente la quería. Ella estaba totalmente enamorada de mí y hacia cualquier cosa que le pidiera.

 Fue la única mujer que me amo en mi vida, totalmente.

 No tenía oportunidades, me movía en el bajo fondo porteño. Zulema había pasado a ser una forma más de conseguir dinero, ya la había cansado, me salí de todos los trabajos que me consiguió, del banco, del diario y de las bodegas Flishman en Mendoza, que fue el último trabajo que me consiguió. Don Isaac Flishman era un judío que fabricaba el vino ceremonial que se usaba en las sinagogas. En una oportunidad le abrí la caja fuerte, pero no me lleve nada porque no quería fallarle a Zulema. Respetaba mis pobres y utópicos códigos. De todas formas el casino de Mendoza me llevaba todo el dinero, al fin volví a Buenos Aires.

Solo precisaba de una oportunidad que me permitiera salir de esa mugre que era mi vida. Quería ayudar a cambiar el país, el orden establecido que no servía, quería militar nuevamente. Vivía en una mísera pensión con Ana y Mariana…y ya estaba llegando Laureano, que fue mi segundo hijo.

Y esa oportunidad llego cuando fui a lo de los Alsogaray a pedirle plata a Zulema, cosa que hacia seguido. Ellos vivían en un departamento en un noveno piso en la calle Araoz 2876. Abajo, en la puerta del ascensor, había una consigna policial que ya me conocía y me dejaba pasar. Era un departamento por piso y el ascensor te dejaba en el living de la casa. Entre en el ascensor y toque el 9, cuando se volvieron a abrir las puertas en el 9· entro Lalo o “Paco”, que después supe era su nombre de guerra en la organización, Yo, en vez de bajar en el piso 9 me quede en el ascensor y baje con él. Hacía tiempo que nos conocíamos, y siempre que lo llamaba, nos encontrábamos a tomar un café en El Olmos, de Santa Fe y Pueyrredón o en otra confitería que quedaba en Coronel Díaz y Santa fe y teníamos largas charlas, donde mezclábamos la política con la literatura y el arte en general. Era el fin del año 1971, él había estado en Francia estudiando y me hablo de Paris, del padre Mujica que compartió el depto. con él, pero yo le reclame que hacia como seis meses que cuando lo llamaba, siempre tenía una excusa para que no nos encontremos, por eso baje con él en el ascensor, le reclame su actitud y el, en toda respuesta, me paso un porta documentos de plástico, de esos que usan los colectiveros, al agarrarlo sentí un peso desigual, y al abrirlo vi que adentro había una pistola 11,25 con la inscripción “Policía de la Provincia de Buenos Aires”.

“Por eso no me quería encontrar con vos, estoy en Montoneros y no te quiero comprometer”.

Era una actitud típica de un tipo con ideales y conducta para respetarlos, me conocía hacía seis años y sabía que podía confiar en mí, de todas maneras creo que era su intención reclutarme

Caminamos un par de cuadra y fuimos a tomar un café en un tugurio que el eligió.

Yo le dije que me costaba creer que fuera Montonero, acaso no era el hijo del comandante ¿(después supe que en Montoneros la identidad de “Paco” era uno de los secretos mejor guardados), yo era el peronista, mi viejo había sido presidente de una Unidad Básica en la localidad de Liniers, , y el de él era un General en actividad. A mi tía le habían destrozado la vida, literalmente, y estaba obligada a vivir de lo que pudiera en una vieja casona de French y Agüero, yo soy testigo de que paso hambre, pero con dignidad. Me acuerdo que en una oportunidad que la fui a visitar, estaba almorzando un té con nada, pero arriba de la mesa había un atado de Chesterfield. Le pregunte porque, si estaba la situación tan mal, fumaba los cigarrillos más caros, me miro con tristeza en los ojos y me dijo: vos los podes saber, sos mi sobrino, pero vienen muchas personas a casa, y si hay miseria no quiero que se note. Y tus tíos son “el chanchito practico” y María Julia, la antítesis del peronismo

 “Nadie elige su familia, pero a mi viejo lo quiero, supongo que está equivocado…pero es mi viejo, como supongo que él cree que estoy equivocado…pero soy su hijo”.

Aquí debo hacer un aparte y adelantarme a los hechos acontecidos. Zulema, al partir “Paco” para Tucumán, le arranco la promesa de que si lo agarraban con vida iba a decir quién era; eso Lalo le prometió a la madre. Lo que sigue es una declaración del general Videla que encontré en internet:

—Una vez, nos avisan de la Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA: “Lo tenemos al hijo de Laplane; está metido hasta la cabeza y es irrecuperable. ¿Qué hacemos? ¿Lo fusilamos o qué?”. Yo ordené que se lo entregaran a Harguindeguy; le avisamos al padre y lo hicimos salir del país, a Israel, país que él eligió porque su esposa era judía. Una cosa era matar al hijo del coronel Escobar, y otra cosa al hijo del general Alberto Numa Laplane, que había sido jefe del Ejército. Otro caso: el hijo del general Julio Alsogaray. Un día, él vino y nos dijo: “Sé que mi hijo está en la guerrilla; yo no puedo hacer nada, no lo puedo controlar; sólo les pido que me entreguen su cadáver”. Es decir, él calculaba que en algún momento íbamos a matarlo, y veía lo que estaba pasando con los desaparecidos”.

Existe una versión diametralmente opuesta que dice que “Paco” fue detenido junto a otros dos combatientes con vida y que un cuatro logro escapar. Según la versión lo llamaron al general Alsogaray y le dijeron que lo tenían a su hijo y a dos más, que hacían. Según esta versión, que se falsa, el general habría dicho: “hagan con mi hijo lo que van a hacer con los otros dos”, lo que virtualmente seria la condena a muerte del Hiipy Alsogaray. Y yo soy testigo presencial de que el “vasco” lo amaba al Lalo, a pesar de estar, políticamente, de la otra vereda y no creo que haya dicho eso. Además, yo estaba en Tucumán cuando lo asesinaron sin defensa.

 

 

Lalo, (a mí, particularmente nunca me gusto llamarlo de “Paco”, pero después tuve que hacerlo ante los demás compañeros), hablo una hora y media conmigo, me explico sus ideales y yo los míos, su lucha en Montoneros y los planos que tenían para el futuro. Confiaba en mi porque me conocía bien, y sabía que debajo de ese semi-delincuente estaba un tipo en busca de su destino….y con sus mismos ideales, aunque debo de reconocer que tengo ( o tenía) varios familiares “gorilas”, los cuales, mientras Maliza fue famosa y amiga de Evita y Perón, la iban a visitar y le llevaban costosos regalos, pero cuando el peronismo cayo y ella, sin posibilidades de trabajar, se fue acercando a la miseria,  si la iban a visitar era para comprarle, por “chauchas”, antigüedades y objetos valiosos que le quedaron de sus buenos tiempos. Los García Méndez fueron los más ambiciosos.

Le dije a Lalo que quería ser Montonero, que había creído militar para el E.R.P. había usado una 45 y como había tenido coraje para usarla en 35 operativos, tenía coraje para usarla en cualquier otro que la organización lo juzgara conveniente. Me dijo que no era tan simple así, primero tenía que consultar a la directiva y exponer mi caso, pero con la más absoluta verdad, y si ellos me aceptaban podíamos volver a conversar. Fijamos un lugar de encuentro para tres días después y se fue.

 

 

 

Tres días después nos encontramos. Tenía pensado que ya estaba en Montoneros, que luego me darían una pistola y “la capsula” y me mandarían a la acción. Pero me lleve una sorpresa, a pesar de tener la misma edad, (en ese momento, a fines de 1971, ambos teníamos 25 años) nuestro nivel cultural era diametralmente opuesto. Lalo había estudiado en dos universidades, la U.B.A y la Sorbona, nada menos, había participado en el “mayo francés” y tenía muy claro porque luchaba y suponía que iba a morir en esa lucha, pero me dijo que la Orga lo había autorizado a incorporarme como “aspirante”, pero con algunas condiciones básicas a seguir; primero y principal nadie, pero absolutamente nadie, podría saber que militaba en Montoneros, ni mi madre ni el mejor amigo, y mucho menos la pareja. A partir de esa frase me dieron una lección de amor y traición, que a muchos convenció, desafortunadamente no a todos, razón por las cuales se perdieron muchas vidas,

 A partir del lunes próximo debería asistir a las clases de filosofía, como oyente, que un profesor daba en la Universidad de La Platas, después de las cuales nos teníamos que reunir, con varios compañeros/eras en la Confitería Paris y debatir. Lunes y jueves tendría charlas políticas, individuales y o colectivas, donde aprendí cual era la realidad de mi país y de mi movimiento, Montoneros. Y que este es un camino sin retorno: En una revolución se triunfa o se muere, si es verdadera.

 Y hay que hacerse cargo de eso.

Participe en muchas reuniones, algunas dirigidas por el “Paco” y a nivel peronismo tuvimos algunos desacuerdos, pero en lo básico e importante estábamos de acuerdo.

Me sometieron a un cuestionario intenso donde me preguntaron de todo, donde detalle mi vida tin tin por tin tin. Entre reuniones y citas realizaba pequeños encargos, como ser sacar un paquete del guarda volúmenes de Constitución y llevarlo a Moreno, en el Oeste, sentarme en un banco de la estación con el paquete al lado y esperar que alguien se parase a mi lado, encendiese un cigarrillo, tomase el paquete y desapareciera con el.

En otra oportunidad el mismo Paco me pidió, por favor, si podía entregar un sobre en una dirección de Palermo. Por el por lo de “favor “creí que era un encargo particular.

 Me entrego un sobre de papel manila mediano y note que dentro, además de papeles, había un casete. “Tenes que grabarte la dirección en la cabeza y no recordarla nunca más. Necesito tu palabra de Montonero.”

Me emociono el boludo. Confiar en mi palabra de montonero, a mí, que solo había disparado en los entrenamientos, que empezamos la semana anterior. Si supiera cuanto me costaba dominar el miedo que sentía cuando tenía que actuar en operativos, siempre como “chofer de escape”,  Y el que sentía todos los días, desde que me levantaba hasta que me dormía, pastilla mediante, no me mandaría ni a comprar cigarrillos. El no parecía que tuviese un miedo a dominar.

Tenía que estar en la puerta de un edificio de departamentos, en Palermo, exactamente a las nueve, exactamente a esa hora alguien abriría la puerta y me diría “buenos días”, ridículo porque era de noche, pero era una contraseña a la que debí contestar también con un “buenos días”. Era una mujer no muy alta que me hizo pasar, cosa que me asusto un poco, el asunto era agarrar el paquete y liberarme, pero se ve que la mina creía otra cosa, no sé qué.

Entramos en un departamento en planta baja que parecía la cueva de un Hiipy con plata, un par de guitarras, un grabador, en fin, esas cosas, la mujer me miro y me dijo: “espera”, se metió en la cocina y después de varios ruidos y minutos, se apareció con una pizza humeante. “Sentate”, me mando, más que me dijo, yo intente con un “Señora…..” pero no me dejo terminar: “por favor sentate y come” y comí. Ella, de pelo corto, mas parecía un hombre por su aspecto y forma de ser, me miraba como embelesada. Y no era por mi pinta. En cuanto me servía un vaso de coca me dijo; “quería conocer un soldado, sé que no debería hacerlo pero quería ver la cara de alguien que se haya jugado la vida por un ideal y todavía viviese”. Bueno, yo me jugaba la vida cuando hacia un encargo, participaba de un operativo, respiraba y estuviese dormido o despierto. La verdad que el miedo a caer preso vivo me atenazaba la garganta, vivía tocando la capsula y la pistola, que ahora llevaba a cualquier lado.

Años después alguien me dijo que la mujer marimacho del departamento de Palermo, era María Helena Whas y que se había inspirado en mí y en “Paco” para escribir su famosa canción “La Cigarra”, corría el año 72, me gustaría, mas no creo, y ya no hay ocasión de preguntarle.-

Tiempo después comprendí porque las órdenes siempre me llegaban a través del “Paco “; la dirección de la Orga sabía quién era yo, y lo peor era que yo sabía quién era el Paco, el mejor secreto guardado en Montoneros. Cuando el “Paco” presento mi solicitud, a la dirección de la Orga se le debe de haber presentado este dilema: “que hacemos con un joven “aspirante” que sabe la identidad del Paco, uno se nuestros mayores secretos? Si lo rechazamos andara por ahí un ciudadano que sabe que Juan Carlos Alsogaray, hijo del general Julio Rodolfo Alsogaray, es Montonero. Y corremos el riesgo de que fanfarroneando, lo cuente por ahí, o que caiga en manos de la policía por cualquier otra cosa y acabe soltando la lengua. Lo mejor, más rápido y más seguro seria “salir “de él, pero no se le puede pagar así a una persona que aspira a ser un Montonero y que además es presentada por un oficial reconocido, del cual es amigo.

Por una cuestión de dignidad y lealtad no se puede. Pero lo que sí se puede es explicarle la situación al “Paco” y decirle que la Orga ha decidido que se admita al nombrado como aspirante, pero en el presente y futuramente se deberá de cuidar al citado no exponiéndolo demasiado a fin de evitar su detención, y si es detenido y no hace uso de la pastilla y no se defiende por estar desarmado o cosa así, hay que evitar que caiga vivo en poder del ejército o policía.

 El responsable directo de eso era el “comandante” Paco, como a mí me gustaba llamarlo. Era un ser excepcional. Un tipo pintón, alegre y no apegado a las cosas materiales, el cual se volvió mi guía espiritual, una especie de “Gurú” que yo adopte por decisión propia.

 

Pero eso no me libraba de las angustias….que son más o menos lo mismo que el miedo. Yo siempre pude controlar mis miedos- De los operativos en los que participe en ese entonces, hasta hoy, no sé qué objetivo tenían, pero yo cumplí mi parte, por lo cual más tarde “Paco” me informo que había sido ascendido y que a partir de aquel momento pasaba a formar parte de un cuadro del Partido Montonero, tendría mis obligaciones de zona y estaba bajo sus directas órdenes. Ya habíamos aprendido en el entrenamiento que una orden no se discute, se cumple.

“Sos mi primer oficial”, me dijo una vez

 El “Paco” me entrego una 9mm recuperada del ejército y la “capsula” de cianureto, al entregármela, sentados en el interior de un auto, recuerdo que me dijo: “ya viste lo que les pasa a los que detienen antes de morir, si te toca úsala sin miedo, te vas a ahorrar mucho sufrimiento”

Pero aquí, en honor a la verdad, debo resaltar que empecé a notar como que me cuidaban más que a los otros, que siempre había, en los operativos, uno cubriéndome las espaldas. Volví a sentir la rabia que había sentido cuando Zulema me conseguía puestos de trabajo de inútil, porque no le podían decir que no a la mujer del comandante en jefe del ejército. Sería que ahora estaba pasando lo mismo con Lalo?...no deje por menos y le pregunte, el me lo explico con la calma, que, poco a poco, iba alejándose de esa hermosa personalidad.

_.Lo que pasa “pela” (ese era ni nombre de guerra) es que vos conoces mi identidad, a mi familia. Y mi filiación es uno de los secretos mejor guardados en Montoneros, por eso, cuando presente tu pedido, solo tenían dos opciones; o te aceptaban o te “borraban”, y yo te garantí, entonces te aceptaron, pero inmediatamente te pusieron bajo estricta vigilancia, e incluso me pidieron que no te exponga. Y que siempre tenías que estar a mi mando

Supe que fue un error revelarte abruptamente mi filiación política, pero en ese instante se me ocurrió que podrías ser muy útil en las filas de la Orga y tener una vida decente y me deschabe…sigo pensando que podes ser muy útil, pero tengo que aceptar lo que me dicen de la conducción en cuanto a exponerte. Vales mucho en las manos del enemigo…por lo que sabes de mí._

Me parece que Paco quería impedir que Montoneros resolviera “salir” de mí y terminar con un posible problema, me empezó a preocupar que siempre tuviera un compañero atrás.

Hasta entonces había participado de varias acciones, como el acopamiento de la custodia de una fábrica automotriz en Bs. As., y la prefectura de Zarate donde recuperamos armas cortas, y muchas acciones más que recuerdo perfectamente, pero temo que alguno de los compañeros tengan que ser nombrados y no quiero hacerlo, no sea que, como yo, pretendían llevarse el secreto al más allá…o al más acá.  Además no quiero entrar en detalles que cualquiera puede obtener de internet, y que en general son macabros. Salteare esa parte, que no le agrega ni le quita nada a este relato. Al final daré detalles de las acciones en las que participe.

Así paso parte del 72 y casi todo el 73; yo haciendo acciones, entrenamientos y estudiando, viviendo de lo que me asignaba la Orga a través del Paco. y viviendo atemorizado en pensiones de mala muerte con mi mujer y mis dos hijos. Antes, en los operativos, a veces se caia algo a mi bolsillo, pero ahora vivía de lo que ganaba como artesano y de una pequeña suma asignada por la Orga. Creo que ya tenía un puesto de artesanías en cuero en la Plaza San Martin. Pero ya el miedo continuo empezó a pasar factura, ¿qué pasaría si me detenían y no me daban tiempo a masticar la capsula, y para que confesara cosas que no sabía torturaban a mi familia delante mío, para estar seguros de que no mentiría? porque cualquiera se hace cargo de cualquier cosa, en esas circunstancias.

En el 74 comencé a viajar a Tucumán donde debería establecer una “cabeza de playa”, simulando ser un visitador médico de la capital, representante de un laboratorio y con domicilio provisorio en la provincia de Tucumán, donde visitaba médicos residentes y particulares en toda la provincia, así hacia un doble trabajo, preparaba el terreno para manejar grandes cantidades de medicamentos, para cuando empezaran las acciones que la Orga tenía planeado, para comenzar a formar el Gran Partido Montonero que sería el ejército del peronismo. Allí la cosa mejoro porque le explique al Paco mi situación y este me designo una suma mensual más elevada para gastos de sobrevivencia. Cada vez que me tenía que ir a Tucumán, Ana María y los chicos se iban de la abuela, y me imagino que se supondría una separación. Pero mi estadía en Tucumán era de un mes, incluidos viajes de ida y vuelta.

El primer objetivo del Operativo Pindapoy, como lo bautizaron en un principio los Montoneros era el lanzamiento público de la Organización. Se cumplió con éxito. En cuestión de horas, días cuanto más, todos los argentinos supieron que las luchas peronistas, las de la Resistencia, las del Plan de Lucha, las de los Uturuncos y todas las expresiones combativas del peronismo, se habían sintetizado en un grupo de jóvenes dispuestos a triunfar o morir por su pueblo. Esto lo supieron los gorilas de quince años atrás y los gorilas de entonces. Y lo supo también la clase trabajadora, la que siempre había creado nuevas formas de lucha contra cada nueva estrategia imperialista, la que había dado su ejemplo a estos Montoneros que ahora avanzaban un paso más en la guerra: tomaban las armas hasta las últimas consecuencias.

En 1975, el Paco estaba en Tucumán jefiando una columna de Montoneros, que con el apoyo de ERP. Intentaba una cabeza de playa en la selva Tucumana, el apoyo logístico, en cuanto a medicina, corría por mi responsabilidad. Tenía un contacto en el hospital Padilla, de la calle Mendoza en Tucumán a quien le entregaba regularmente remedios, solo que le entregaba también remedios para los compañeros, que el los entregaba a otro compañero que  manejaba un taxímetro, y que lo llevaba hasta el borde del monte. Además visitaba médicos residentes y en consultorio para no levantar sospechas. Llevaba todo anotado, los médicos que había visitado, los remedios que había dejado, todos los movimientos, que, supuestamente, yo daba en Tucumán, todo se podía corroborar si era investigado, y no se si no fue. Pero creo que no, si no la doble carga de remedios hubiera llamado la atención Pero también estaba el informe secreto que le daba a la Orga sobre los movimientos de tropas que podía advertir, donde se encontraban los retenes y muchísimas más informaciones de importancia.

 Una tarde mi mundo ya debilitado por el miedo a que se venguen  en mi familia, el miedo de que me capturen y no pueda morder la capsula, que llevaba como una de la antigua “ballenitas”, en el cuello de mi camisa. Miedos y angustias que no me permitían vivir en paz, debía estar siempre atento, siempre vigilante, no confiar demasiado en nadie, y creer que si puede suceder, sucederá. Y rogar para que no me agarren junto con mi familia, sería terrible tener que morder la capsula frente a los niños y mi mujer. Estos y otros fantasmas desfilaban en mi mente cuando no estaba activando, en el momento de la acción el miedo desaparecía, pero volvía inmediatamente después.

 Recuerdo que había traído de Buenos Aires una importante cantidad de remedios que debían seguir su ruta hasta el monte, era el 25 de febrero de 1976 y  lleve los remedios para el contacto en el hospital Padilla. Lo encontré en emergencias, estaba pálido como un papel, al verlo supuse que algo había pasado, pero revise rápidamente alrededor y no había nadie sospechoso. Me acerque sonriendo y el me paro en seco;

“Lo mataron al Paco, a él y algunos más….desaparece”. Y se dio vuelta y se perdió en los pasillos del hospital. No supe que hacer, me temblaba todo, pero me tuve que contener, primero tenía que salir de esos remedios, los para el hospital los deje en la sala de emergencias, el resto, que debía seguir para los compañeros, lo lleve a la terminal de buses y lo deposite en el guarda volúmenes. Después, de la misma terminal tome un micro para Rosario, Santa Fe, nos revisaron dos veces pero con las credenciales de visitador médico pase fácil, aunque estaba aterrorizado.

Cuando por fin llegue e Buenos Aires me entere que era la más pura verdad; al “Paco”, a mi hermano  Lalo, Juan Carlos Alsogaray, lo habían matado, desarmado, a bayonetazos en la cara, con saña, al el que era la ternura en persona, que era mi guía y mi héroe, que tenía un coraje a toda prueba, como demostró en la vuelta de Perón, cuando paro un tren para que subieran los que iban a recibir al general, parado en la vía, con las piernas abiertas y empuñando con las dos manos una 45.

Sentí que mi vida no tenía más sentido. Fue como si todo se derrumbase a mí alrededor, no quería ni imaginarme el dolor de Zulema, Lalo era su hijo amado.

Después de un mes la Orga me volvió a contactar a través de Beto y durante fines del 75 y comienzos del 76 realizamos varias acciones, ya no estaba el “Paco” para mandarme a la retaguardia y tuve que entrar en combate varias veces. No había más un compañero detrás de mí.

A mediados del 76 me ofrecieron un contrato para hacer el show de “Rompecoches”, en el que junto con Beto habíamos actuado como choferes acróbatas un par de veces. El Beto era también “chofer de escape”. Pedí la autorización a la Orga y me pidieron una copia del contrato y que, para fines publicitarios, televisión, diarios etc., no usara mi nombre real.

Entre octubre – noviembre hicimos 18 show en la Rural de Palermo, cuna de todos los oligarcas que nunca imaginaron que un montonero hiciera 18 show en su predio.

Pasó el año 76 y comenzó el 77 encontrándome algo mejor económicamente pero moralmente destruido, para colmo la Orga me aviso, a mediados de año, que creían que mi nombre se había filtrado en averiguaciones después de la muerte de “Paco”, no estaban seguros pero que estuviera atento.

Ya el año 1977 fue un horror, a mis miedos se sumó el aviso de la Orga de mi posible identificación. Viva tomando pastillas. En ese tiempo hable mucho con el negro Beto que se encontraba en una situación parecida. Estaba trabajando un taxi ajeno y militando cuando lo llamaban, pero también estaba estresado por el miedo y la cantidad de grupos legales o no, que nos estaban buscando. También tenía mujer e hijos.

La eclosión fue para navidad del 77; la Orga me aviso que había dado positivo y que me autoexiliara a la brevedad posible. Así nomás. Dejaban todo por mi cuenta. En navidad tomamos un whisky con el Beto y le conté que me tenía que exilar, pero era un exilio de zurda, no podía llegar a ningún país, a no ser Cuba, y decir; yo soy guerrillero ,me quiero exilar,. Y a Cuba no podía llegar.

 Por un tiempo la Orga me ayudaría económicamente, pero para eso debían saber exactamente donde estaba….y eso era muy peligroso, si se habían enterado quien era yo a través de un compañero muerto que me esperaría si daba mis datos ciertos. Cuando le dije a Beto que ya había decidido donde ir ni me pregunto a donde, “voy con vos” dijo.

Yo no sé si alguien se puede imaginar la presión que se acumula en no sé qué parte del cuerpo o la mente, pero es un peso real, es un silicio que no te deja en paz, abrazas a tus hijos y sentís que les estas fallando, porque por tu culpa pueden sufrir mucho, y a mi mujer, tan suave, tan femenina, no quiero pensar que pasaría si caía conmigo, porque el asunto era yo, porque ellos sabían que mi mujer no militaba, que trabajaba y estudiaba, que solo la podrían usar para chantajearme y hacerme confesar torturándola en mi presencia. Pero si yo no caía no les servía para nada. Por eso sentí una especie de tranquilidad, de paz interior al saber que tenía que marcharme, debía dejar a mi familia, pero al menos mi ausencia los libraría de ser usados como rehenes. A mediados de enero nos fugamos con el auto en el cual trabajaba Beto, el cual dejamos abandonado en Paso de los Libres, frontera con Brasil.

Fue a mediados de enero, un día me levante y sentí que debía de ser ese día, no aguantaba más la angustia y el miedo. Me encontré con Beto y le dije que avisara a la conducción que yo me auto-exilaba, según orientación de la Orga. Me miro en silencio, estábamos sentados en un banco de una plaza, se miró las manos y me dijo: “yo voy con vos”. Tenía familia también y lo amenazaban los mismos miedos que a mí, era uno o dos años más grande que yo Le dije que tenía que ser esa noche y el no tuvo problemas, decidimos usar el taxi en el que él trabajaba para fugarnos. Me pasaría a buscar a las 22 por mi casa, un departamento en la calle Santiago del Estero 777. Anita sabía que me tenía que ir y que ella no podía decir nada, para todos los efectos hacia tres meses que no me veía. Recuerdo que lo último que le dije era si quería venir conmigo. Estaba acostada en la cama, en la semioscuridad sentí su “no”…no podía ser de otra manera, era demasiado riesgo para ella y los chicos.

Me fui a las diez de la noche, a las cuatro de la mañana mi casa fue allanada por un comando de la federal.

 Como había calculado, al ver que yo no estaba, que los niños eran grandes para darlos en adopción a algún militar frígido, un subalterno le pregunto al que comandaba la “patota”: “que hacemos con ella”, refiriéndose a Anita, “la llevamos?”, el superior contesto: “yo lo quiero a él, no a ella”. Y se fueron. Esto me lo conto la propia Anita tiempo después.

Había salvado a mi familia.

 

 

Brasil

Llegamos a la frontera y se nos presentó un dilema; teníamos documentos falsos que la Orga nos había proporcionado, pero quien aseguraba que la imprenta o donde los hubieran hecho no había sido allanada o alguien hubiera abierto la boca y esos documentos estuviesen ya en la lista negra?.

No había saltado mi nombre, o eso creía, después de la muerte del “Paco” Alsogaray en Tucumán? Si no usábamos esos documentos tampoco podíamos usar los legales, y sin vista de entrada a Brasil no podes salir de Paso de los Libres para Sao Paulo, que era nuestro destino. Y nosotros no podíamos ser registrados en inmigraciones ni con los nombres falsos ni con los verdaderos. Finalmente conseguimos que un vago de frontera nos consiguiese dos visas selladas pero en blanco, o sea no quedaban registradas en ningún lugar, nos cobró caro pero nos sacó del dilema.

Llegamos a Sao Paulo y nos acomodamos en una pensión.

 

Evitare, por no tener mucha importancia en esta historia, datos de como conseguí, de casualidad, un socio capitalista para hacer un nuevo show de “Rompecoches”. Lo cierto es que, siempre mirando sobre el hombro, emprendimos con Beto ese proyecto, pero estábamos perseguidos, sospechábamos que el D.O.P.S. (División de Orden Político y Social) podría saber de nuestras identidades y podían estar buscándonos. A pesar del tiempo y la distancia el medio arremetía de a ratos.

Después de mucho pensar y teniendo la cobertura de un socio capitalista, decidimos con Beto usar nuestros verdaderos nombres, más que nada porque recibiríamos noticias de nuestra familia y otros tipos de ayuda, como ser la documentación que nos consiguió la Orga. Recibimos la dirección de un gestor en el Parque Don Pedro, en el centro de Sao Paulo. El que, al final de tres días, nos consiguió una cedula de identidad, a nuestros nombres y como  “naturalizados”. Esta supuesta naturalización estaba, como todavía está, fechada en 1975….y habíamos llegado a Brasil a principios del 78. Fue el íntimo contacto que tuve con la Orga.

 

Gabriel Criscuolo

 

No sé si me consigo explicar bien lo que pasaba por mi mente: estaba en Brasil pero el plan “Cóndor “abarcaba casi todos los países de Sudamérica. La C.I.D.E  Argentina trabajaba con la D.I.N.A. de Chile, el D.O.P.S. de Brasil y todos los otros “servicios” latinos de persecución y exterminio de los actuales y ex guerrilleros. Había tenido que abandonar a mi joven mujer, a la que quería,  y a mis dos hijos, tan pequeños, a mi madre, mis hermanos y mi patria, en donde, si me quedaba, podía desaparecer en cualquier momento, pero no estaba preparado para lo que seguía a continuación, ni me imaginaba que podría sucederme.

Con Beto habíamos alquilado una casa y comenzado a montar los talleres de mecánica y chapa, además de comprar coches. En Brasil era más fácil vivir Pero yo estaba en otra dimensión, en realidad no me importaba nada, vivía jugando con mis angustias, mis miedos y mis recuerdos, que no me dejaban en paz. En esos días comencé a fumar marihuana. Se mezclaban los “servicios” persiguiéndome, los ojos de mis hijos, la cara de mi mujer, mi vieja tomando mate debajo de la parra, junto con los relatos de las torturas que habían pasado tantos compañeros.

Pero torturas terribles porque no era solo a ellos, era a sus familiares más cercanos.  Por lo menos ahora estaba seguro que no sufriría mi familia, pero estaba completamente solo, absurdamente solo….y no tenía a quien recurrir. Mirándolo desde el tiempo y la distancia ahora entiendo que tenía ganas de morir. Había fracasado en mi lucha armada, porque sentía que estar autoexiliado era terriblemente desesperante, era como si te jubilaran a destiempo…y encima a fin de mes no te pagaran.

Nuestras relaciones con mujeres eran pasajeras, casi por obligación física, no podíamos formar pareja y no hablar de nuestro pasado y del peligro que suponía estar a nuestro lado. Menos de un futuro que se veía sombrío Así que las relaciones eran pasajeras, duraban alguno fin de semana y a dar vuelta la página…pero el hombre propone y el destino dispone.

 

 

Parece que fue ayer, pero fue hace mucho tiempo, el doce de mayo del 78.

Si se pudiera volver atrás, si existiese el milagro del retorno, tal vez, esa tarde del día del debut, podría haber parado todo, no salir al ruedo, sabiendo que iba a fracasar…por mi culpa, por no haber fiscalizado todo como debía, por haber aceptado debutar en un estadio mugriento, con el pasto creciendo entre las grietas del cemento resquebrajado, con una publicidad basada en afiches y panfletos, lo cual yo sabía que me llevaría al fracaso. Pero esta vez venia fugado de Argentina, me había desvinculado de Montoneros hacia dos meses, cuando me habían ordenado abandonar el país pues estaba corriendo grave peligro.

Desde febrero de 1975, cuando en Tucumán asesinaron al “Paco” Alsogaray, un tipo fuera de serie, un hermano que siempre me había guiado y me había adoctrinado cabalmente, que además era el hijo menor de una mujer que me había ayudado tanto, desde ese día algo se había roto en mí, no sé si me empecé a sentir más inseguro o qué, pero me empezó a faltar algo, algo que me apuntalaba.

Hacía casi dos años del último show, que fue un éxito total, pero aquella vez estuve al tanto de todo, todo el tiempo, era un lugar espectacular, fui de día y de noche, pedí más luces, camine solo por el ruedo y calcule, con pasos, la distancia del salto, la carrera del vuelco, y cigarrillo tras cigarrillo, fui armando en mi mente todo el espectáculo, numero por número, la secuencia de las rampas, el lugar que cada uno debería ocupar. Salí de La Rural de Palermo, el lugar más noble de Buenos Aires, con todo armado en la cabeza, sería un éxito, estaba seguro. La publicidad televisiva arremetía en los hogares, la radio y los periódicos acompañaban. Yo sabía que la organización estaba detrás de Expo Producciones, que había aceptado el financiamiento, y hasta me mandó un motociclista que tiempo después fue uno de los 30.000 desaparecidos.

Al llegar al hotel, en ese momento estaba separado, en el casillero de la llave había un mensaje: “te espero mañana a las cinco en La Opera “una confitería que quedaba en la esquina, firmaba “Perla”…...no conocía a nadie con ese nombre, pero mañana vería. Al final fue una hermosa mujer, que trabajaba en la boîte más famosa y cara de Buenos Aires…quería salir conmigo. Muchas veces me acontecieron cosas similares con mujeres deslumbradas, como le debe pasar a todo artista. Salí rápido con ella, directo al motel, después a trabajar de nuevo, no podía perder tiempo con mujeres, mi show era más importante, además no podía fallar, yo sabía que era un proyecto que habíamos planeado con Lalo antes de su fatídica ida a Tucumán y que alguien había descojonado y puesto en marcha, como muchas de las inversiones que la Organización hacía con el dinero que manejaba. Estas, en realidad, son suposiciones mías, para todo el mundo fue un espectáculo presentado por Expo Producciones Se acercaba el día del debut y no podía dejar nada librado al azar. La televisión me hizo famoso por un mes y esa fue mi finalmente mi ruina. Reunión con pilotos, con ramperos, supervisionar la publicidad, en fin, fueron días enteros dedicados a que nada falle, mande confeccionar banderines, programas, y me hicieron una entrevista en la televisión y otra en la radio (fue un trueque que entro en el “paquete” de la publicidad, que se llevó el 20 por ciento de la recaudación, pero que no sentí porque fueron 18 shows a casa llena), además conseguir mamelucos, cascos, visera, guantes y botas, todo de primera, y prepararse mentalmente para el debut, mi primer debut como capitán de equipo, todo dependió de mi….y salió perfecto. Ningún accidente y record de recaudación. Está bien que en la hora del vuelco la pase mal, era mi primer vuelco y use una rampa de 3,50 cuando tenía que usar una de 7 metros. Al final creo que volqué usando la rampa grande. Para que se tenga idea fueron, durante los diez y ocho show, 200.000 ingresos…a cinco dólares cada uno.

Pero ahora había sido todo distinto, había dinero para hacerlo todo bien, pero ya no estaba la organización atrás dándome seguridad, por el contrario no sabía que pensar, si vendrían atrás de mí y quienes, podían ser los del ejército o los federales. Y justo en esa angustia terrible, sabiendo que había posibilidades de que el DOPS rompiera la puerta de mi casa cualquier noche de esas, y que estaba haciendo fracasar al show de propósito, conocí a una mujer y perdí el tino, el norte y la cordura….que nunca me acompaño mucho.

 La vi la primera vez que baje a Santos”, la localidad costera que está más cerca de Sao Paulo. Es a esa playa que “bajan” los paulistas los fines de semana. Dicen “ bajar “ en vez de “ ir “ porque de Sao Paulo bajan una sierra para llegar al mar. Decidimos ir con Beto un fin de semana en el que no había mucho que hacer y estábamos aburridos. Llegamos a la playa y empezamos a caminar por ella con los zapatos en la mano. Habíamos ido en un Aero Willis que estábamos preparando para el show, sin puertas, con jaula anti vuelco y pintado. Lo habíamos dejado estacionado frente a una gran estatua que había en la playa, 30 metros de altura, y que mostraba a una mujer, mirando el mar, y con las dos manos extendidas de las cuales rodaban perlas hacia el mar.

 Después supe que era Himanja, la Reina del Mar.

 Nos habíamos alejado algunas cuadras y decidimos volver, nos guiábamos por la estatua. Yo venía arrastrando los pies por la arena y cuando estaba más cerca vi un grupo de unas treinta personas bailando alrededor dela estatua, todos de blanco. Me acerque un poco más y la vi: había un grupo de gente formando una gran rueda mirando el espectáculo, y ella estaba allí…de pronto todo se borró de mi vista, todo se volvió sombras y ella estaba como iluminada en el medio. Sé que fue una sensación que llego a mi mente. Después me acuerdo que me acerque, ella estaba con una criatura tomada de cada mano  asistiendo al espectáculo, podía ser una empleada, una madre, una tía…. cuando estaba a tres metros levanto los ojos y me miro. Yo sentí como un pedido de auxilio, una soledad inmensa que me llamaba, y en ese mismo instante, a pesar de los “servicios”, a pesar de mi militancia que se estaba desbarrancando, a pesar de mi mujer y mis hijos abandonados, a pesar de mi patria que amaba y se estaba desangrando…me enamore como nunca antes en mi vida.

El Encuentro

Desde el mismo momento en que Wanesa, su hijita,  tomo aquel caramelo de mi mano,  ( que yo había puesto cerquita de su cara de propósito ) a partir del momento que nos miramos por primera vez a los ojos, los dos sentimos íntimamente que  esa enorme pasión que se empezó a gestar ese sábado, y que se fue consolidando el domingo, recordaras que cuando nos despedimos en la playa de Santos, cuando  te dije que te iba a buscar, me dijiste; “Sao Paulo es muy grande”, sabiendo que te iba a encontrar. Yo, seguro de eso, te dije, “ si te encuentro salís conmigo?”  Me dijiste que sí.

Yo volví a Sao Paulo como quien hubiera encontrado la mujer que siempre había buscado, ya con el plan para encontrarla armado en mi cabeza, y que funciono a la primera tentativa, la encontré al otro día, y salimos, y el “Paddock”, in bar intimo o el parque Ibirapuera y la playa de Santos fueron testigos mudos de una relación cristalina que siempre tuve miedo de romper

 

Pero algo ocurrió para que nuestra relación fuese tan atípica… ¿porque?, porque  de llevarte a la cama nuestro amor no duraría más que  dos o tres semanas, cuando perdiéramos la novedad sexual. Y yo había conocido tu lado espiritual, dejaste de ser un posible amor para convertirlo, junto a mí, en un gran amor, pero, para que exista un gran amor es preciso que  no arda en el corto fuego de la pasión…porque se convierte en cenizas…nada.

Esto me parece una excusa desarrapada.

Además ya llegaba el tiempo de decir la verdad y yo no podía decírsela a ella, de quien estaba realmente enamorado, porque seguramente la espantaría, era una buena mujer, pero era una burguesa de clase media a la que no le interesaba mucho la política. Contarle la verdad seria perderla, no tenía estructura para mezclarse con gente con el pasado como el mío.

Yo sabía perfectamente que si ella conocía mi real pasado (no sé qué le invente sobre mi pasado, no recuerdo) la perdería al instante.

Ustedes, los que son especialistas en emociones y creen, o deberían creer, en el inconsciente, como creía Schopenhauer, sabrán que no se elige un gran amor, se tiene y punto. Pero aquí comienza lo extraño en mí, porque no demoraba nada en llevar una mujer a la cama. Pero con vos no pude, a pesar de los besos y abrazos que nos dimos en el carro, te juro que no paso por mi cabeza llevarte a un motel, no sé porque pero eso no aparecía en mi yo cociente, y me gustabas, por dios que me gustabas, pero ahora bien, que hubiera pasado si te llevaba al motel?...te hubiese comido hasta hacerte gritar, de placer o de dolor, y hubiese sido como todos los amores que se extinguen en el fuego fatuo de la pasión.

 No sé qué sucedió, pero lo único que paso a importarme fue aquella mujer, dueña de una clínica, elegante, educada, hermosa y a mí ver desamparada, triste y sola, me inspiraba una tremenda ternura y una gran pasión. Cada vez que salía con ella daba grandes vueltas por las locas calles de Sao Paulo para verificar que no me seguían Lo más importante era salir a los bares con ella, pasar horas besándonos y conversando en su auto en el parque Ibirapuera. En cuanto al show fui dejando todo en la mano de terceros y ni siquiera me daba cuenta de cómo andaba el negocio, el asunto era estar arreglado, con plata y coche para salir con ella. Me había agarrado un estado de nebulización terrible. Ya no sabía si podía más el miedo que el amor….como amor?...y tu mujer y tus dos hijos, bueno, ella también tenía dos hijos. Había otras pero solo eran para satisfacer mi sexo apurado….pero ella no, tal vez después del debut…...pero no hubo después. Esperando, ya de mameluco y casco para entrar al ruedo, se apareció una de esas, con las cuales me acostaba de vez en cuando, y justo en esa hora, casi al comienzo del show, me dijo que estaba embarazada. Mi mundo cayo, de golpe sentí la realidad sopapeando mi cara, y pensé “como le voy a explicar a ella esto?”, como me voy a sacar a esta mujer de encima si se embarazo a propósito?, no conozco a una mujer de 26 años que quede embarazada sin quererlo. Cuando salí al ruedo casi no había luz y poca gente, empezó a garuar y los limpiaparabrisas de loa autos no funcionaban, alguien se había robado los motores, todo se puso gris, estaba fracasando en todo, en mi trabajo, en el amor…todos mis sueños agua abajo. A mi amor y a mi Sponcer, que habían confiado ciegamente en mí, les había fallado.

En uno de los primeros números, “el torero”, donde parado en la punta de una rampa en puntas de pies, salto para atrás en el momento justo que pasa un auto, y todavía tenía tiempo de pegarle un puñetazo al guardabarros, mientras el público gritaba ¡!ole!, como en las corridas de toros En ese número, que era uno de los primeros, se juntaron todos mis fracasos, y en un momento de locura en vez de saltar me agache y mire venir el auto a 80 kilómetros por hora, directo a mi cabeza.

 

 

Y vino el accidente, donde yo grite tu nombre varias veces hasta que me durmieron. Y el resto es conocido, pero como dice Roberto Carlos “no adianta intentar en esquecer” (de nada sirve intentar olvidar)

Lo que vivimos fue único, no tiene explicación en tu cabeza, que estudiaste para eso, imagínate en la mía en la que impera la fantasía y la imaginación.

 

 

 

Estoy adjuntando dos fotos del número durante el cual sufrí el accidente. Como se puede apreciar en las dos fotos, es un numero de los denominados “relleno” que yo invente,  de ninguna manera hay posibilidad de que el vehículo golpease mi cabeza, ni si se rompe la rampa, ni si se le rompe la dirección al piloto o si mismo este pretende golpearme, solo podrá arrollarme y podrá llegar a golpearme las piernas….nunca la cabeza.

Inclusive una vez, en la Rural de Palermo, salte a destiempo y el auto me golpeo en las rodillas, pero no paso a mayores. Manejaba  Beto.

 

Llegue al final de esta historia que finaliza y comienza con el fatídico accidente, que me dejo cuatro días en coma profundo del cual fui despertando de a poco. Hasta que llegue a Bahía, un mes y medio después, solo recuerdo algunos flashes. Parecía medio idiota, porque no hablaba mucho y me quedaba horas mirando la nada, fue el tiempo de la “irrealidad”, donde no sabía si estaba vivo o muerto, si era un sueño o había sido guerrillero, recuerdo que en mi casa de Sao Bernardo me quedaba horas mirando por la ventana del comedor a ver si veía a mi hija pasar volviendo del colegio. Tal era mi confusión mental. La memoria volvía lentamente junto con la razón y la cordura. Cuando llego el tiempo de la semi-realidad ya todo estaba perdido y tenía una mujer, que casi no conocía,  embarazada de ocho meses

El estado de coma no suele durar más allá de las dos a cuatro semanas. Algunos pacientes con capaces de recuperar un cierto nivel de conciencia tras permanecer en estado vegetativo de manera persistente. Al despertar del coma los pacientes pueden presentar una serie de complicaciones físicas, intelectuales y psicológicas que requerirán de una atención especializada. A grandes rasgos la recuperación se produce de manera gradual. Pero una recuperación total  suele durar más de dos años. Mientras que algunos pacientes van recuperando progresivamente su capacidad de respuesta a los estímulos externos, otros pacientes pueden quedar con una limitación y responder solamente con respuestas más básicas. En general, la mayoría de los pacientes recuperan la conciencia en su totalidad

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