El problema de la deforestación en la lucha contra el cambio climático
Las masas forestales que pueblan nuestro planeta cumplen una labor crucial a la hora de reducir las emisiones de CO2 en la atmósfera de una forma natural y efectiva.
Casi una tercera parte de la superficie de la Tierra está cubierta por diferentes modalidades de bosques y, debido a la importante función que llevan a cabo dentro del ecosistema, protegerlos adecuadamente es más importante que nunca. Se trata de entornos naturales esenciales, no solo para el desarrollo de la biodiversidad, sino que destacan también por su papel como reservorios y sumideros naturales de carbono en un contexto donde las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) siguen siendo muy elevadas.
El problema con el que nos encontramos en la actualidad con la masa forestal a nivel internacional es que ha ido mermando con el paso de los años, sobre todo, debido a agentes externos relacionados con la acción humana, como la deforestación o la degradación. Actividades que han puesto en peligro su preservación y que, de continuar así, podrían conllevar consecuencias fatídicas en la lucha contra el cambio climático.
El papel de los bosques
Los bosques son protagonistas indispensables en la batalla contra la crisis climática debido a su capacidad de absorción del CO2 de la atmósfera, por lo que su desaparición supondría la emisión a la atmósfera de este carbono.
Al igual que el resto de las plantas, algas y una gran variedad de bacterias, los árboles realizan la fotosíntesis. Un proceso bioquímico por el cual convierten el CO2 que absorben de la atmósfera, así como el agua y la luz solar que capturan por medio de sus hojas y raíces, en moléculas de glucosa y otros azúcares necesarios para su supervivencia. Al ser los bosques grandes extensiones de terreno donde conviven una gran cantidad de árboles y plantas que realizan a la vez este proceso y de manera habitual, se crea en la zona un sumidero que reduce considerablemente el nivel de dióxido del aire por medio de este proceso natural.
La modalidad de fotosíntesis que realizan los árboles se llama oxigénica y cuenta con la particularidad de que, además de capturar dióxido de carbono, va a liberar también oxígeno durante la conversión. De esta forma, los árboles no solo se encargan de una labor tan importante como es la de reducir el CO2, sino que también son los responsables de generar una gran parte del oxígeno necesario para el bienestar de todos los seres vivos.
Deforestación y degradación
A pesar de la importancia que tienen las superficies forestales para el cambio climático, existen dos problemas fundamentales causados por la acción humana que afectan de lleno a su conservación y que ponen en riesgo el funcionamiento de todo este sistema de absorción de las emisiones.
En primer lugar, están los procesos de deforestación, que consisten en la eliminación de una masa arbórea para dedicar ese terreno a otras actividades como, por ejemplo, la agricultura, la minería o la urbanización. Según los datos obtenidos del último informe de La Organización De las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se calcula que han sido desforestadas unas 10 millones de hectáreas anuales entre 2015 y 2020. Masas arbóreas destruidas, sobre todo en América del Sur y África, en su mayoría para su transformación en tierras agrícolas.
Merece la pena destacar también el concepto de deforestación importada o incorporada, es decir, la destrucción de las masas forestales para la producción de materias primas, no para consumo interno, si no para su venta a otros países. Un tercio de esta modalidad de deforestación en el periodo de 1990-2008, fue causada por la economía de la UE en productos como el ganado vacuno, el cacao, el café, el aceite de palma o la soja. Nuevas iniciativas comunitarias trabajan en la actualidad para evitar y contrarrestar estos efectos para el consumo.
Por otro lado, las superficies forestales también pueden verse afectadas por la degradación. Este fenómeno perjudica a los bosques haciendo que se deteriore su densidad, calidad o riqueza, repercutiendo directamente en su papel dentro del ecosistema y en su actuación como reservorio y sumidero de carbono. Los principales motivos de esta pérdida de masa en los bosques son la silvicultura para la producción de madera y frutos, así como la agricultura de roza y quema que utiliza la combustión como forma de fertilizante. También pueden ser causas de degradación las plagas de insectos, las enfermedades de la flora o los fenómenos meteorológicos graves.
El informe de la FAO “El estado de los bosques del mundo 2022” apunta también a los incendios forestales como una de las causas más perjudiciales en la actualidad para el deterioro de los bosques. Una situación que ha ido empeorando todavía más con el paso de los años, tal y como indica la ONU en su última investigación publicada, con incendios que se sucederán con mayor frecuencia y que serán más virulentos.
Impactos de la deforestación y degradación de los bosques
Las consecuencias que pueden tener la desaparición y degradación de los bosques van a repercutir de manera directa en el cambio climático aumentando la cantidad de dióxido de la atmósfera y, por tanto, los efectos de los GEI.
Pero, además, existen otro tipo de repercusiones muy relevantes que también merece la pena conocer y tener en cuenta.
Deforestación: situación actual
El punto de inflexión en materia de deforestación lo encontramos en el periodo de la revolución industrial y que, junto al incremento de población que vino aparejado con este proceso, marcó un antes y un después en la destrucción de la masa forestal. Desde entonces, los ritmos de destrucción no han dejado de acelerarse hasta llegar a la actualidad.
Datos muy preocupantes, pero que parecen estar empezando a revertirse, ya que en el último decenio la tasa de pérdida neta de bosques se ha reducido. Así, todo parece apuntar a que el ritmo de deforestación, al menos, se ha ralentizado.
África es la región con la mayor tasa anual de pérdida neta de bosques, seguida de América del Sur. Pero mientras que en el caso de África, la tasa de pérdida neta de bosques ha aumentado, en América del Sur ha disminuido casi a la mitad en estos años. Al otro lado de la balanza, nos encontramos también con regiones que, además de aumentar sus pérdidas de bosque, han ganado en superficie forestal, gracias a prácticas como la reforestación. Este sería el caso de Asia, que registró la mayor ganancia neta de área de bosque en 2010-2020, seguida de Oceanía y Europa.
Reforestación
Además de preservar los bosques que tenemos y mantener su calidad, una de las mejores soluciones para paliar los efectos de la deforestación y la degradación es la reforestación o repoblación de las zonas afectadas. Pero para poder aprovechar al máximo todo su potencial, hay que tener en cuenta varios factores importantes que pueden influir en los resultados obtenidos.
En primer lugar, existen diferentes tipos de bosques en función de su ubicación climática (tropical, subtropical, templado, boreal) y de su impacto humano (primarios, secundarios, maduros). No todas las modalidades almacenan ni absorben la misma cantidad de carbono, por lo que a la hora de plantar nuevos árboles y compensar las emisiones, es esencial tener presente este factor. Además, los bosques nuevos que se han generado a partir de procesos de reforestación son menos densos, no cuentan con tanta biodiversidad como los bosques que no presentan alteración humana y su capacidad para capturar CO2 es también menor.
Existen varios tipos de plantaciones en materia de reforestación que se pueden llevar a cabo y que tienen que gestionarse adecuadamente, para ser lo más óptimas y sostenibles posibles.
Según los datos de FAO, América del Sur y Oceanía predominan en la incorporación de plantaciones forestales, mientras que Europa lo hace en el resto de las plantaciones.
La lucha contra la deforestación
Son muchas las alianzas y planes internacionales que se han llevado a cabo en las últimas décadas para intentar acabar con la deforestación. En especial, merece la pena destacar algunas de las más relevantes que marcaron un antes y un después en este ámbito:
Otro punto de inflexión importante tuvo lugar en la COP26 de Glasgow en 2021, donde 141 países - entre los que se encontraban Rusia, Brasil y China, con más de 1.400 millones de hectáreas de superficie forestal entre los tres - firmaron la Glasgow Leaders Declaration on Forest and Land Use. Un documento que incluía el compromiso de detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030. Más recientemente, la COP27 de Egipto también ha puesto el foco sobre este asunto, afianzando el compromiso de los 25 países participantes por alcanzar los objetivos de deforestación marcados en la anterior cumbre y destinando, para ello, una partida de financiación adicional.
En el ámbito comunitario, en noviembre de 2021 la Comisión Europea presentó una propuesta para regular la comercialización de los productos asociados a la deforestación y la degradación forestal. Esta proposición impone una serie de requisitos para la importación, exportación, producción y comercialización de determinados productos, establecimiento mecanismos de trazabilidad y debida diligencia que garanticen que no tienen ningún tipo de relación con la deforestación.
Propuestas todas ellas iniciadas dentro del marco internacional y que han ayudado a mejorar la situación de los bosques en todo el mundo, con mayor o menor éxito. Para que las iniciativas más recientes puedan prosperar y ser todavía más eficaces, necesitan colaboración, tanto pública como privada, y avances significativos en innovación y en la búsqueda de nuevas herramientas tecnológicas. Solo así se puede establecer un marco de lucha global sólido y duradero para proteger los bosques de una manera efectiva.
En el próximo evento La lucha contra la deforestación y el cambio climático, que organiza la Cátedra de Transición Energética Fundación Repsol en la Universidad de Barcelona el 1 de diciembre, se presentará el informe Las políticas en materia de deforestación en el marco de la lucha contra el cambio climático, que consolida los acuerdos e iniciativas más relevantes que se están desarrollando para detener la deforestación.