El recurso de la huelga en el deporte profesional

El recurso de la huelga en el deporte profesional

Por Andrés Pascual (mayo 15 2015 El Tubeyero22)

A raíz de la huelga de jugadores de las Grandes Ligas en 1994, un amigo me escribió desde Cuba lo siguiente: “Que vengan pa’cá, pa’que vean lo que es bueno…” criterio equivocado, muy utilizado allá a la hora de desacreditar el paro con su tragedia como experiencia.

Lo que se le olvidó a muchos cubanos; otros ni lo saben, es que la huelga es un derecho del trabajador capitalista, en el caso de los deportes profesionales de conjunto, por mucho que cueste llamar así a millonarios en toda la extensión de la palabra.

Lo que mi amigo debió cuestionar fue ¿Por qué los de aquí no hacen eso? Bueno, someramente, porque el dueño de los equipos, de los bates, del jugador, del público, del estadio, del MININT  y de las FAR es el mismo; por lo tanto no hay libertad de expresión ni de asociación, tampoco el Sindicato de Peloteros y la dictadura no les paga por jugar.

Hace 50 años que aceptaron entusiasmados la etiqueta de amateurs y la tiranía, respetuosa al máximo del ideal del Barón Pierre de Coubertein, no contamina al aficionado pagándole por jugar pelota, que queda en el marco de “actividad sana y desinteresada, preparación ante la tarea mayor de un revolucionario: enfrentar al imperialismo yanqui cuando invada”.

A pesar de que “autoricen a reforzar con hombres nuevos del beisbol ligas extranjeras”, como diría un buen plumífero de Cuba Debate, de Granma o de Juventud sin Rebeldía, reaccione, no se deje engañar, el profesionalismo NO REGRESÓ A CUBA, si usted es de la legión de creyentes en reformas y toda esa basura de nueva y mala intención, manipulada por el castrismo y la prensa de Miami, respóndame ¿Cuándo inauguraró la tiranía su LIGA DE BEISBOL PROFESIONAL DE INVIERNO? ¿Cuándo rompe hostilidades su equipo en alguna liga norteamericana del Beisbol Organizado en verano, como los Cubans hasta 1960? Eso fue “profesionalismo en Cuba”.

Al grano y discúlpeme por el rodeo tan largo, la huelga en el beisbol desembocó en una casi catástrofe, porque, para recuperar al público airado, se produjo el contubernio Sindicato-Beisbol Organizado con el Comisionado como llave capaz de abrir una gaveta llena de cucarachas, que trajo como consecuencia “la vista gorda” ante el uso de las sustancias prohibidas para favorecer las atractivas carreras de jonrones, mácula que manchó el expediente de muchos peloteros por la evidencia o por las sospechas y, todos juntos, la credibilidad de una era del beisbol.

La NBA estuvo en huelga, la Liga Española de balompié, también; hace poco lograron acuerdos en la NFL y, como si no alcanzara el postre, el boxeador Kelly Pavlik se negó a pelear hace 3 ó 4 años, porque “se sentía abusado por sus manejadores”; pero ¿Qué es esto?

Sin ánimo de socavar el espíritu de libertad de todo tipo que tienen los obreros capitalistas, nadie puede negar que una huelga erosiona la base moral, incluso económica de las entidades en pugna, con afectaciones graves a terceros que se encargan de asegurar la marcha exitosa del espectáculo, pero que necesitan el dinero en pago por el servicio, desde la hotelería y el mantenimiento de los estadios, al sector de los viajes; además, crea un malestar especial en quien no puede lesionarse de ninguna manera: el RESPETABLE publico.

Si las huelgas continuaran y ojalá que no, el fanático del beisbol, del baloncesto, del balompié, ante actividades de inacción por reclamaciones ridículas, pudiera decidirse y hacerse sentir por el abuso contra ellos con todo su peso de importancia, entonces no será necesario “que los manden pa’lla”, como solucionó el dilema mi socio cubano, desde ese momento, van a entender los implicados, del deporte que sea, que este peligroso asunto no es de “tío, pásame el río”.

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