El sabio y el viejo empresario

Un viejo empresario cansado y arruinado, se encontró cierto día, a un sabio de camino a su compañía. No queriendo desaprovechar la gran oportunidad, el viejo le preguntó por una fórmula mágica, para devolverle a su compañía el éxito y las riquezas que había tenido algún día. Ante la pregunta, el sabio respondió: “Cuando llegues cada mañana, saluda a cada uno de tus empleados por su nombre; y al retirarte cada noche, agradéceles la labor realizada”.

El viejo pensó que el sabio se había vuelto loco, pero aun así decidió poner en práctica su consejo. Al llegar a la compañía, e intentar iniciar con su plan, se dio cuenta de que no conocía los nombres de todos sus empleados; y peor aún, no conocía muchos de los trabajadores que habían ingresado recientemente. Fue por lo cual, que inició un recorrido por toda la planta y cada una de sus oficinas, preguntando nombres para poder cumplir con lo solicitado por el sabio. Al hacer las visitas, además de conocer nombres, conoció géneros, edades y cualidades. Logró resolver una que otra inquietud por parte de los empleados y enviar a mantenimiento, una que otra máquina en mal estado. Al pasar un par de semanas, ya conocía los nombres de todo el personal; por lo tanto, ya lograba cumplir con la primera parte del consejo del sabio.

El viejo empezó a evidenciar que su empresa estaba funcionando como lo hacía anteriormente. Cuando culminaba la jornada, tomó la costumbre de sentarse a la entrada, para agradecerles a todos la labor realizada, y cumplir con la segunda parte del consejo. Este espacio, empezó a ser aprovechado para conocerlos un poco más y hablar sobre el crecimiento de la compañía. 

Al término de unos pocos meses, el viejo se encontró nuevamente con el sabio y le dijo: “Gracias por el consejo, fue un milagro haber recuperado nuevamente mi compañía”; a lo que el sabio le contestó: “Yo no hago milagros, tan solo le muestro a los ciegos el camino que deben recorrer”.

“Pero si yo no estoy ciego”, refutó el viejo. “Sí”, dijo el sabio; “ciego no es sólo aquel que no logra ver sus pasos, sino también aquel que no logra ver la huella que está dejando atrás”.

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