"El Sistema", mi Sistema
En un país convulsionado por un escenario social, económico y político hostil; con espacios culturales cada vez más despreciados y politizados, el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles es esa brisa fresca que te pega en la cara cuando empiezas a ver la luz al final del túnel.
En Venezuela, la música clásica pasó de ser sonido de élite a música transformadora, y creadora de nuevos escenarios sociales. Me atrevo a decir que, luego de 41 años, este proyecto ha consolidado una nueva educación musical, no sólo para los venezolanos, sino también para Latinoamérica y el Mundo.
Para un niño de clase baja en cualquier país tercermundista, no es común escuchar obras de los maestros Bach o Beethoven, en mi país solo basta con acercarse a algún centro cultural, una plaza, o una escuela para darse cuenta que estamos trabajando en formar músicos clásicos integrales, con sentido humano, que generen sonidos de calidad y que se escuchen en cualquier escenario de alto nivel.
Nuestra metodología es tan sencilla como revolucionaria (revolucionaria de verdad, verdad) las técnicas que aprendo de mis profesores, las toco, las enseño a los de menor nivel que yo y las transformo, agregándole un montón de pasión, esos son los ingredientes, no hay secretos. El maestro José Antonio Abreu siempre dice: 'no importa que toques una sola nota, pero tócala muy bien, con buena actitud, con energía y con pasión”.
“El Sistema” es la materialización de una nación posible. Los ideales de democracia, de justicia, de inclusión social, del rescate de los niños y jóvenes a través del arte, del desarrollo de la sensibilidad en los ciudadanos, del trabajo y la educación como vía de progreso individual y colectivo, son algunos de los valores de este gran proyecto musical creado tan exitosamente.
En nuestros pueblos y ciudades, los sonidos de un chelo tocado con incesante entusiasmo, bailan al compás de una corneta que resuena a la intemperie el punki punki de un moderno reguetón tón. No es una lucha, es un romance. “El Sistema” es crecimiento, es alianza y camaradería, significa compromiso y perseverancia. Es cada nota que no sale, que no armoniza, que se desprende en solitario intentando encajar con el resto de sonidos.
En mi país, Mozart y Chopin se fusionan en las calles con Daddy Yankee y Chino y Nacho.