El valor de la comida

El valor de la comida

El término comida basura (junk food) en inglés, o comida chatarra en algunos países de América latina, es bien conocido por la opinión pública en general por su precio asequible cuando no irrisorio, pero quizá no tanto por sus posibles efectos devastadores sobre la salud. Este tipo de productos se asocia, con datos contrastables, a una clase de alimentos poco nutritivos cuya coartada es que son hipercalóricos y abundantes en azúcar, grasas saturadas, sal, y un generoso panel de productos químicos (aditivos y colorantes). La ventaja, un precio que a simple vista no justifica siquiera la mano de obra que lo sirve al cliente. Sin embargo, las consecuencias de una alimentación que frecuente este tipo de productos podrían ser la aparición de diabetes, obesidad, problemas cardiovasculares, y una larga lista de efectos perjudiciales para la salud y la calidad de vida de las personas.

En el conocido documental Super Size Me (2004), del cineasta Morgan Spurlock, el autor nos muestra en “propia carne” los peligrosos efectos sobre su cuerpo y bienestar en un período de tiempo muy corto de ingesta de comida basura en una conocida cadena de restaurantes americanos (McDonald`s). 

Fuente: página web de IKEA

¿QUIÉN SE COME ESTO?

Hay un buen número de posibilidades que podríamos usar para articular la hipótesis sobre segmentación de grupos de población a los que van dirigidos estos productos conocidos como comida chatarra o simplemente basura, poco nutritivos y con un elevado nivel de riesgo para la salud de las personas en función del hábito y frecuencia de consumo. Nos fijaremos en tres de las que están más relacionadas directamente con aspectos de responsabilidad social: 

  • Pensados para las clases más desfavorecidas socioeconómicamente
  • Dirigidos a la población infantil y adolescente
  • Enfocados en grupos con escasa información o fáciles de manipular 

Las clases más desfavorecidas social y económicamente suelen basar, no en buena lógica sino por estrategia de supervivencia, sus decisiones en el precio cuando no en la desesperación, como explica una familia al diario Público tras conocer el fraude de las albóndigas con carne de caballo de IKEA. Incluso conscientes de estar siendo víctimas de fraude en lo que comen, la alternativa puede resultarles peor que el engaño. Quizá por eso, conscientes de su poder sobre la voluntad de la miseria, los vendedores de chatarra y comida basura buscan a tenor de lo que encontramos en este otro artículo y el estudio que mencionan, situarse en los peores barrios de las ciudades donde la ley de la oferta y la demanda imponga la cruel ilógica de comer a cambio de la posibilidad de enfermar. En algunos países como Canadá, según leemos concretamente en Adelaida, las autoridades locales y otros grupos de interés reflexionan sobre posibles regulaciones de este sistema de segmentación poblacional de los mercaderes de junk food basados en la debilidad socioeconómica de la población objetivo.

Como se puede ver en la tabla de este artículo publicado en la revista Gerencia y Políticas de Salud, la obesidad y los niveles socioeconómicos correlacionan de manera directa de forma inversa, es decir, a menor nivel socioeconómico mayor obesidad. Lo mismo ocurre con la formación y la capacidad de interpretar la información necesaria para tomar decisiones saludables. El mundo ha hecho una pirueta gastronómica, para transmutar al antiguo gordo ricachón con tirantes en alguien estilizado y saludable y, parajódicamente (un término propio, a caballo entra la paradoja y la jodienda), ha convertido en obesos a quienes por falta de recursos solían ser escuálidos y desmejorados.    

Frecuencia de obesidad según las variables socioeconómicas.

Otro nicho muy rentable en la estrategia de segmentación es la población infantil y adolescente. No entraré en valoraciones éticas en este momento, pero da para un artículo adicional, relacionadas con los señuelos, “juguetitos”, que determinadas cadenas de comida basura insertan en los menús para niños a modo de reclamo invencible para unos padres agobiados por el tiempo, el escaso presupuesto familiar y la mala fe de los vendedores de chatarra. Sin embargo, las consecuencias ya comienzan a ser apreciables en la población más joven. Y el pronóstico es preocupante. Si observamos la tabla publicada en una nota clínica del Hospital Ramón y Cajal, observamos como el sobrepeso en niños con diabetes tipo 2 llega al 85%, configurándose en la causa probablemente primaria de la aparición de una patología que hasta hace poco era, básicamente, “cosa de mayores”.  

Por su parte en este otro artículo publicado en Avances en diabetología se alerta de la alarmante relación entre aumento de la obesidad infantil y la prevalencia de diabetes tipo 2, de la que obviamente, en parte, es responsable una inadecuada alimentación a base de grasa saturada, sal, azúcar e hidratos de carbono refinados y de liberación rápida.

El conocido recurso de aprovechar la precariedad sin mirar las consecuencias puede adoptar muchas caras. Sin embargo, y es de justicia reseñarlo, muchos directivos de cadenas multinacionales son humanos después de todo y tienen sus propias necesidades e intereses. Y al margen de la ciencia y las evidencias, business is busisness, y poco importa que dirigir el foco de la comida basura, ya sea con señuelos tipo juguete para niños o publicidad tendenciosa a la población joven y adolescente sea un “socio-delito” (otro término propio). La vida es así, no es solo una cuestión de responsabilidad... es algo más, es averiguar el precio personal para traspasar una línea ética invisible de difícil justificación. Utilizar el marketing para hacer asociación de ideas, ya sea a través de imágenes o relatos puede ser ingenioso, siempre claro está, que esa asociación no esté dirigida a un engaño que la ciencia y las evidencias contradicen, aunque aporten negocio al que las realiza. Esto, que puede verse con preocupante frecuencia, es lo que algunos llaman marketing con valores, debemos suponer que basado en un supuesto ingenio. Y que yo llamo, personalmente, marketing con perversiones, basándome en la ciencia y la observación.   

La sexta televisión, en este minireportaje, nos deja con el sabor de boca de cómo un intento de diversificación de negocio que nada tiene que ver con la actividad de la empresa cala en el necesitado. El conocido recurso de aprovechar la precariedad sin mirar las consecuencias puede adoptar muchas caras, además de las conocidas y denostadas del modo buitre de los fondos de inversión financieros. 

Reportaje de 'La Sexta' sobre el restaurante de Ikea.

POSICIONAMIENTO DE LA OMS

Las voces de alerta no provienen de intereses comerciales, ideológicos, de posicionamientos y de tantas y tantas otras artimañas que configuran el estado de la post verdad en el que vivimos. La Organización Mundial de la Salud es clara al respecto en un reciente informe: "A menos que los gobiernos tomen medidas para regular sus economías, la mano invisible del mercado continuará promoviendo la obesidad en todo el mundo, con consecuencias desastrosas para el futuro de la salud pública y la productividad económica", señala el coordinador del trabajo, Roberto De Vogli, de la Universidad de California-Davis. Los 194 Estados miembros de la OMS acordaron el Plan de acción mundial para la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles en la Asamblea Mundial de la Salud en mayo de 2013. Uno de los nueve objetivos voluntarios del plan es «frenar el aumento de la diabetes y la obesidad». Además, propone medidas que los países pueden adoptar para combatir la obesidad, como aumentar el consumo de frutas y verdura, o gestionar subsidios e impuestos alimentarios para promover una dieta saludable.

No cabe duda de que la Organización Mundial de la Salud nos anima a situar nuestras políticas y regulaciones nacionales lejos de mercaderes de enfermedad y catálogos de chatarra. El valor de este tipo de comidas no puede medirse por el modo en que se gestiona el volumen de residuos generados, ya que en puridad es prácticamente del 100%, o en las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan. Es aún más fácil. Se mide por el daño causado a la salud de la población, y en particular, a la de los grupos más vulnerables.

 

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