Elecciones en España: diferencias y similitudes con Chile

Elecciones en España: diferencias y similitudes con Chile

Según el último registro de su Ministerio del Interior, en España hay 4.750 partidos políticos. Mientras que, según la más reciente actualización del Servel, en Chile estos no superan la veintena, aunque aquí es importante considerar que hay leyes que obligan a su disolución en caso de que no obtengan una cuota mínima de votos o escaños después de cada elección.

Pese a que ambos cuentan con el método D’Hont como sistema electoral, en España las Elecciones Generales de hoy son para que los ciudadanos elijan a sus representantes en las Cortes Generales (diputados y senadores). De acuerdo a la representación obtenida en el Congreso de los Diputados, el grupo parlamentario que consiga la mayoría absoluta (176 votos) puede investir a su candidato a Presidente de Gobierno. Es decir que, pese a las continuas críticas existentes en el sistema electoral chileno es una democracia más directa que la española, aunque en esta última los partidos políticos están más fuertes y empoderados. 

Ahora, ¿cuál es el escenario español considerando que las últimas elecciones generales debieron repetirse por la imposibilidad de nombrar presidente, el cual una vez investido no pudo acabar su mandato, y cuyo reemplazante se vio obligado a adelantar las votaciones sin siquiera cumplir un año encabezando el Ejecutivo? Se intentará responder aplicando el máximo parangón posible con el escenario chileno.

El Partido Socialista (PSOE) -que en realidad se parece más a la ex Nueva Mayoría que a su símil local- busca que Pedro Sánchez continúe en el poder, pero con una representación parlamentaria mayor que le dé mayor estabilidad a su gobierno. Su discurso ha estado más en el diálogo para resolver problemas, en un gabinete ministerial con equidad de género y en la moderación en tiempos revueltos. Aunque sabiendo muy bien que todo apunta a que tendrán que negociar con partidos ideológicamente muy disímiles para conseguir investir a Sánchez, por ello no pueden cerrarse a muchos escenarios.

El Partido Popular (PP) -a quien Lily Pérez calificó hace algunos años como “el ejemplo a seguir” para Chile Vamos- aún golpeado por la destitución de Mariano Rajoy del gobierno, intenta renovar el partido con la figura de Pablo Casado, quien ha arrastrado a la derecha tradicional española hacia posiciones más extremas ante la arremetida de ideologías más radicales. Podría perder votos de centroderecha e incluso se augura una bajada histórica en sus resultados.

Ciudadanos (C’s) -que en Chile ha tenido múltiples proyectos malogrados como el liderado por Andrés Velasco y sus asociaciones con Súmate y Amplitud- tiene a Albert Rivera como su gran líder y mentor principalmente porque su ideario liberalista de centroderecha (una etiqueta de la que constantemente reniegan) consigue apoyos en Catalunya con un discurso contrario al independentismo. Su crecimiento como “derecha light” podría permitir un pacto que ayude al Partido Popular a regresar al gobierno, aunque no se descarta que suceda lo inverso: que Casado se vea obligado a apoyar una investidura de Rivera.

Podemos -símil perfecto del Frente Amplio- está sumido una crisis tras una serie de disputas internas propias de un partido joven y con ambiciones de poder en constante aumento (otro parecido al FA). En un ambiente electoral de continua beligerancia, su líder Pablo Iglesias (temido por ciertos gremios empresariales) ha parecido exactamente lo contrario a lo esperado: un candidato pausado, moderado y con un discurso bastante integrador, aunque sin dejar sus ataques a las desigualdades sociales y a los abusos de privados. Es casi seguro que el PSOE y Sánchez los necesitarán como aliado de gobierno.

Finalmente está Vox -que tiene en Chile su equivalencia con Acción Republicana- como la gran incógnita de estas elecciones: ¿cuánto crecerá la extrema derecha en España? En la península, aquel señor mayor de tendencia franquista (muy similar a quienes aún tienen el cuadro de Pinochet en sus casas), que tras unas copas de vino lanza comentarios racistas, xenófobos y homofóbicos (y cuanta fobia exista) era visto de manera caricaturesca y burlona que como un verdadero temor para la democracia. Ese escenario ha cambiado radicalmente en cuestión de semanas, incluso para PP y C’s que necesitarían su apoyo.

Dentro de las curiosidades que genera el panorama político social de España es que, independiente de la región (comunidad autónoma) desde donde se hable, Catalunya centraliza el discurso: decir “España no se rompe” es bastante más populista que centrarse en los problemas locales de las personas. 

Por otro lado, llama la atención a diversos analistas de todo el mundo que la política internacional no sea ni tema de campaña ni se haya mencionado en los debates previos. Es que, a diferencia de sus vecinos, el euroescepticismo -deseo de no continuar dentro de la Unión Europea- casi no existe. Podría encanarlo Vox, pero sin duda que meterse con los catalanes es más populista. Cuánta razón había en ese eslogan ideado en los 60 por el franquismo para atraer turistas: Spain is different!

Artículo publicado en la edición impresa de hoy de El Labrador de Melipilla.

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