En plena hora punta de la oficina
Año 2017.
Martes. 10 de la mañana.
Yo flotando en la piscina del GoFit.
¿Qué hago yo aquí rodeado de gente senior flotando?
Parece Cocoon.
Me sentía culpable.
Excluído de un sistema que, a esas horas, está currando a tope.
Con reuniones, teléfonos ardiendo y diretes con café de máquina.
Han pasado siete años.
De aquel Nacho con su paro recién estrenado a los 41 años y sentimiento de culpabilidad…
Al Nacho de hoy.
Pudiendo hacer, en la hora punta de cualquier oficina, cosas más propias de un jubilado o parado.
La diferencia es que ahora trabajo.
En lo que me gusta, me pagan bien y me permite haber vuelto líquido mi tiempo.
Al principio parece incontrolable… pero cuando lo entiendes… es una maravilla.
Estás a esa hora de histeria colectiva, cogiendo la mano de tu hijo que te aprieta fuerte porque le están sacando una muela.
Y luego un colmillo.
Porque hay que hacer hueco para los dientes “de verdad”.
Demasiado coche para tan poco parking.
Working in progress… que diría Muzzy.
Estar en ese y en otros momentos históricos de tu existencia particular… y alejarte de la historia colectiva programada.
Haber roto con el horario rígido de la vida y el trabajo es un triunfo para algunos de nosotros… y sin embargo, es una exigencia innata de las nuevas generaciones.
Esas que tienen un talento descomunal y no se dejan domesticar fácilmente.
Stay hungry, stay foolish.
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