Encuentra tu propósito.
“Es la voz de mi amado que llama:
Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía”
El Cantar de Los Cantares 5:2
Es normal, que cuando algo me arranca de mi rutina, sienta un poco de confusión e incluso me dé cuenta de cosas que había pasado por alto, malestares o inquietudes que se van quedando en silencio debajo del ruido del diario ajetreo.
Estos eventos, que Rafael Echeverría llama “Quiebres” (Echeverría, 2003), en realidad son regalos que nuestra interacción inconsciente con el mundo convierte en llamados de atención para que nos volvamos nuevamente a enfocar en nuestro momento presente.
Porque generalmente, nuestra mental transcurre en un lugar distinto a nuestra vida física. Generalmente nos encontramos en otro lugar y en otro tiempo, pensando, recordando, imaginando, atrapados en situaciones que no podemos resolver – porque no estamos ahí – pero que nos roban la atención del momento presente.
Sin embargo, cuando existe un evento que me obliga a ubicarme en el momento presente, puedo darme cuenta del lugar en que realmente estoy, puedo comenzar a actuar con consciencia o nuevamente, dejar que mi mente vague a otro lugar y otro momento.
La importancia de aprovechar estas situaciones – como son estos momentos en que ocurren accidentes, crisis o nos damos cuenta de algún malestar – es que justo en ese instante estamos ante la puerta que nos puede conducir a tomar control de nuestra vida.
La mayor parte del tiempo actuamos inconscientemente, basta con recordar la última vez que llegamos de nuestra casa al trabajo, seguramente no recordamos lo que vimos o hicimos en el camino simplemente porque nuestra mente estaba en otro lugar mientras nuestro cuerpo hacía lo que generalmente hace de manera mecánica. Una alegoría podemos verla en la película “Click” (2006) con Adam Sandler, dónde casi toda su vida transcurre de forma automática hasta su muerte.
Este mecanicismo nos impide darnos cuenta de la vida que estamos viviendo.
Es por esto, que cuando ocurren crisis económica, laborales, personales o cualquier situación que me obliga a ponerme en contacto con mi realidad y darme cuenta de hay cosas que no me agradan, en realidad estoy ante una enorme oportunidad.
Generalmente, el miedo de enfrentarnos a una situación nos hará regresar rápidamente a nuestro “estado automático”, pero sobre todo en estos momentos es que puedo aprovechar para escuchar lo que mi alma, mi yo interno, tiene que decirme. Generalmente lo que tememos es esa sensación de vacío que experimentamos cuando estamos totalmente en silencio.
Como comenta el R. Kushner en su libro “Cuando Nada te Basta” (Kushner, 2004), el vacío que sentimos se debe a que nos enfocamos en buscar aquellas cosas que nos han dicho nos harán felices, pero finalmente, sólo acumulamos sin volver la mirada hacia dentro de nosotros.
Mientras no escuche el llamado de mi alma tendré una sensación de vacío en mi vida, pese a lo que pueda lograr o acumular, el vacío siempre me hará sentir insatisfacción.
Así que, si en este momento me decido, puedo aprovechar la situación que estoy viviendo o simplemente crear yo mi propio quiebre, haciendo un alto y buscando escuchar lo que mi alma tiene que decirme.
Como menciona Soygal Rimpoché, aprender a silenciar la mente, para estar presentes aquí y ahora, traer la mente a casa, es el principio para poder solucionar nuestros problemas y encontrar la dirección que en muchos casos hemos perdido.
En lo particular he experimentado diferentes tipos de meditación y creo que cada persona debe de probar más de uno, hasta que encuentre la forma de meditación que más se adapte a su estilo de vida, con el que realmente pueda lograr estar presente aquí y ahora.
Este debería ser el principio para cualquier actividad que realicemos, sobre todo para las actividades importantes como el descubrir, ¿Hacia dónde quiero ir?
Así que antes de hacerme la pregunta de ¿Qué debería hacer? O ¿Hacia dónde debería dirigir mi vida?, sería muy positivo primero practicar un poco me meditación antes de iniciar con la pregunta.
En lo particular realizo una meditación que aprendí un Maestro que seguía la disciplina del Budismo Tibetano. Se realiza respirando con el diafragma, es decir, primero sumimos el estómago y sacamos todo el aire y después expandimos el estómago dejando que el aire entre suavemente, sin hacer ningún esfuerzo, dejando que llene nuestros pulmones. Esta respiración se hace 4 veces: 4 tiempos para inspirar, 4 tiempos se retiene el aire, 4 tiempos de deja salir el aire mientras se contra el estómago, 4 tiempos más se queda uno sin aire antes de iniciar nuevamente. Estas respiraciones yo las hago inhalando y exhalando por la nariz.
Al final, hago 7 inspiraciones por el orificio derecho de la nariz, exhalando por el izquierdo y después 7 más inhalando por el izquierdo y exhalando por el derecho.
Durante todo el tiempo, uno se concentra en la respiración y como menciona Soygal, uno deja que los pensamientos pasen frente a nosotros como si fuera una película, sin ponerles demasiada atención, pero tampoco luchando por eliminarlos, se les deja pasar como hojas al viento. Poco a poco, este ejercicio se vuelve más natural y poco a poco la mente se va volviendo más calma.
Cuando mi mente está en un estado de mayor calma y me encuentro más consciente de mí mismo, con mi atención en el momento presente es mucho más sencillo que yo pueda atender las cuestiones que necesito.
Para comenzar a encontrar mi camino, junto con la práctica de ir haciendo que mi mente esté cada día más en calma, debo de encontrar el lugar al que quiero llegar, como decía Lucio Anneo Séneca “Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina” (Séneca, 1982)
Así que lo primero es identificar ¿Hacia dónde quiero dirigir mi vida?
Un ejemplo al respecto lo encontramos en la película “Jerry Maguire” (1996) con Tom Cruise, en la que inicia una aventura que le hace cambiar su vida por completo después de escribir su “Acta de Misión”.
Encontrar lo que queremos en nuestra vida es un acto que requiere mucho valor, porque muchas veces implica reconocer que lo que hemos hecho por años no es lo que realmente queremos, aunque también puede implicar valorar y reconocer lo que tenemos. No necesitamos cambiar nuestra vida completamente, pero si es importante revisarla.
Dentro lo que plantea Stephen Covey en “Los Siete Hábitos de la Gente Altamente Efectiva” es importante realizar nuestra Acta de Misión o Misión de Vida, para poder identificar hacia dónde queremos orientar nuestra vida.
Este acto reflexivo, es sumamente importante para poder reconocer el camino que queremos recorrer, porque al final, la vida no es el destino al que llegamos, es el camino en sí mismo. Como dice el poeta Constantino Cavafis “Al emprender el viaje para Ítaca desea que el camino sea largo, lleno de peripecias, lleno de saberes” (Cavafis, 2018)
Nuestro camino requiere primero una dirección.
Hay dos métodos que yo he encontrado útiles para este fin, el primero es aplicar la metodología de Stephen Covey y otro aplicando el IKIGAI – un concepto japonés que significa “la razón de ser” o “la razón de vivir” – que comparten varios elementos en común.
En caso del IKIGAI encuentro una estructura que puede ayudarme mucho.
Primero debo reflexionar sobre lo que me encanta hacer, lo que me siento realmente bien cuando lo estoy haciendo. Cuando puedo reflexionar sobre las diferentes cosas que me gusta hacer, puedo entonces comenzar a identificar alguna que me ayuden a definir ese destino que estoy buscando.
A mí, siempre me funciona hacer una lista, primero como una lluvia de ideas y después ordenarlas, agruparlas y llegar a un número de 3 a 7 ideas en total.
Cuando he identificado las cosas que realmente me gusta hacer, puedo pasar al segundo punto, que es hacer una lista de las cosas para las que considero que tengo habilidad o capacidad para hacerlas bien.
Después de depurar esta segunda lista puedo contrastarla con la primera y ver las cosas que me gustan y que hago bien. Estas cosas, representarían mi pasión.
La pasión nace no sólo de hacer lo que me gusta, sino de hacer lo que me gusta y son relativamente bueno haciéndolo, porque seguramente lo haré bien, tendré buenos resultados y esto generará un estado de bienestar que me hará querer seguir haciéndolo.
Por otro lado, debo de revisar cuáles son las necesidades que yo veo a mi alrededor. Una vez que he visto en mi interior, lo que me gusta y lo que hago bien, es momento de voltear al exterior con una visión orientada a satisfacer alguna necesidad. En el servicio a los otros, día Kushner, encontraremos un sentido trascendente para nuestra vida. De hecho, si analizamos el fundamento del cristianismo y de la Torá, veremos que su esencia es “amar a los otros como a mí mismo”. Esto significa que buscar aquellos aspectos en los que puedo ser útil para quienes me rodean me ayudará a encontrar una fuente de satisfacción más profunda que si solamente busco una meta que me brinde un beneficio material.
Así, en este tercer paso, me corresponde analizar todas las necesidades que veo en mi empresa, en mi familia, en mi mercado… para entonces pasar nuevamente a relacionar lo que me gusta hacer con las necesidades que tengan las otras personas. El punto de encuentro puede ser considerado mi misión, pero en realidad, nosotros haremos el paralelismo entre la Misión y el IKIGAI competo.
Una vez identificados los puntos en común entre lo que me apasiona, lo que hago bien y lo que es de servicio para el mundo, para mi empresa, para mis clientes, para mi familia… entonces procedo a la última lista.
En esta lista, identifico por cuál o cuáles cosas otras personas estarían dispuestas a pagarme.
Finalmente, cuando logro hacer que los cuatro aspectos coincidan, estoy encontrando mi IKIGAI, es decir, un lugar realmente importante al cuál llegar y para el que vale la pena realizar un plan y esforzarse todos los días.
Para realizar este ejercicio es importante también buscar la opinión de quienes me rodean, pidiéndoles su opinión sobre lo que hago bien, investigando sobre las necesidades de las personas que me rodean, en fin, es siempre provechoso el abrirme para tener más información y poder verme desde diferentes perspectivas.
Mi meta por lo tanto será aquello que yo sepa que aporta un beneficio, que además merece un pago (para que pueda dedicarme a ello), es algo en lo que soy bueno y sobre todo, me apasiona hacerlo.
Mi IKIGAI o mi Misión de Vida, puede cambiar y debe revisarse con cierta frecuencia, pero una vez que lo haya escrito, debo dejarlo fijo para dedicar tiempo a recorrer el camino.
Víctor Frankl habla de que nuestra vocación hay que descubrirla dentro de nosotros, que es algo que tenemos dentro y que, al realizarla, nos sentiremos satisfechos por estar cumpliendo con nuestro destino.
Part time Profesor and consultant
3 añosExcelente ensayo Mario, eres un gran ser Humano
CONSULTOR, MENTOR,TRANSFORMACIONAL,
3 añosExcelente ensayo. Conduciendo con suavidad las propuestas plateadas por interesantes autores y llevando la lectura a una propuesta de vivir el presente. Gracias Mario