Enfermedad y salud, en muchas dimensiones
¿Qué significa realmente ser saludable?
Esta es una pregunta que muchas veces me he hecho, especialmente al ver amigos míos empeñados en esotéricas dietas o volviéndose fanáticos por un estilo de vida que respeto, pero no comparto…
En realidad, la salud tiene muchas dimensiones y aunque haya una dimensión fallando, las demás se ven afectadas y no se puede decir que la persona es sana. Aquí describo algo basado en mi experiencia que, advierto, no exime que alguien vaya a un médico u otro experto para solucionar su situación.
- El cuerpo. Esta es la primera área donde identificamos la salud o enfermedad, es cuando sentimos que ese pequeño reino que tenemos fue invadido o algo no está operando bien… Para el cuerpo, el ser humano ha dedicado literalmente siglos estudiando y comprendiendo como solucionar las diversas situaciones por las que pasa, y ofrece alternativas respaldadas por la ciencia, por la naturaleza, por tradiciones y por la abuelita. Lo importante aquí es estar atento a que al menos una alternativa realmente cure el cuerpo, no solo entregue una sensación de bienestar.
- La mente. Hay dos aspectos sobre esa dimensión. El primer está relacionado a un misterio científico y se trata de las enfermedades mentales que azotan el planeta, habiéndose convertido, en muchos países, en epidemia – pero está relacionado al cuerpo, a algo del cerebro que no funciona bien y por lo tanto entraría más en la primera dimensión. Hay otro aspecto de la mente que es el poder que tiene para imaginar y pensar; cuando este poder se ve afectado y la persona se siente triste sin razón aparente, tiene dificultad de tomar decisiones o se siente confundida, esa es la hora de tomar precauciones y sanar la mente. El mejor remedio es pensar positivamente y trabajar en actitudes que construyan, que te hagan una persona más creativa, aceptando los retos de la vida.
- La dimensión espiritual. Sí, hay enfermedades que afectan el ser de forma profunda. Atacan principalmente los valores y principios, o hacen que el individuo se sumerja en un profundo desaliento y desesperación, donde no haya nada qué hacer… No son provocadas por virus, sino por un mal funcionamiento de la conexión entre alma y materia, el alma consigo misma y con otras almas. La mejor solución es conectarse con Dios, con el Ser Supremo, o la fuerza mayor en la tradición religiosa o espiritual correspondiente. Esta conexión funcionará, pues Dios servirá de Gran Médico entregando al ser la energía que necesita para volver a sentirse sano.
- Las finanzas. Para mí que viví en innumerables crisis relacionadas con el dinero, fue fácil ver como eso afectaba a las personas de forma amplia, rompiendo matrimonios y familias, debilitando la productividad y disminuyendo la autoestima, eventualmente llegando a afectar la inmunidad física, abriendo puertas para varias enfermedades del cuerpo. Paradójicamente el remedio no es dinero; la cura más efectiva es que la persona se sienta productiva y protegida, aunque no gane mucho – por ejemplo, trabajando con una organización sin ánimo de lucro.
- Relaciones saludables. El stress provocado por las relaciones va en aumento visible y es más dañino que aparenta. Cada relación sirve como un catalizador de algo bonito y poderoso del ser, algo que realmente vale la pena vivir. Por ejemplo, sin una madre o una que no le dé a la persona lo que necesita, ésta no desarrollará plenamente cualidades como la generosidad o el cuidar a otros. Al tener una relación no positiva, es decir, cuando la relación está enferma, el ser no está pudiendo desarrollar lo que podría potencialmente hacer; todo lo contrario, pasa a desarrollar comportamientos negativos, vicios o malos hábitos. La mejor cura es dialogar, conversar y que todas las partes tengan el tiempo necesario para expresar, estar en desacuerdo y gradualmente llegar a un punto positivo.
Al trabajar en todas esas dimensiones, experimentarás una salud holística que te ayudará en tu proceso personal.