Enseñar

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Alumno. – Hoy hay tutoría, ¿verdad? ¿Vamos a hacer algo, en plan juntarnos, o nos dejas estudiar?

Yo. – Hoy hay tutoría. He preparado una dinámica.

Alumna. – ¿Ponemos las mesas en círculo?

YO. – Esperad. Antes, sacad una hoja, un folio y, de este, hacéis dos partes. Una se la dais al compañero de la derecha.

Otro alumno. – Entonces, van a sobrar. Si todos tenemos una hoja y se la damos al otro…, ¿No? Es que, en plan, no me entero…. ¿Cómo era?

YO. – ¿Podéis hablar entre vosotros? Es decir, si Juanjo le da una hoja a Rubén. Rubén no saca hoja… Y Patricia saca hoja y la comparte con Alba, ¿No? Es decir, por favor, hablad entre vosotros. Sólo quiero que tengáis medio folio para contestar unas preguntas.

Otra alumna. – Pero, ¿Cuánto nos va a ocupar? Porque yo tengo la letra muy grande. A ver si, en plan, no nos va a caber… No sé… ¿Cuántas preguntas son?

YO. – Son tres preguntas. Ahora os las digo, en cuanto terminéis de poneros de acuerdo con los folios.

Otro alumno distinto. – No me entero..., ¿Has dicho ya lo que hay que poner? ¿Se puede escribir en negro? Es que he perdido el boli azul. A mí me desaparecen siempre….

Otra alumna distinta. – ¡Ay! A mí me pasa lo mismo…

YO. – Por favor, ¿Termináis de repartir los folios? Me gustaría hacer algo hoy….

Una tutoría es una sesión donde se profundizan en temas que ayudan a los alumnos a hablar. A salir de su caparazón. A abrirse. A dar su opinión ordenada. A pensar. A salirse de lo que deberían decir, para expresar “lo que sienten”.

No siempre sale bien.

Normalmente llegas con unas preguntas y unas expectativas altísimas y, en cuanto llevas diez minutos te das cuenta de que ese no es el día.

Y, lo dejas para otro momento.

Suele funcionar hacer actividades juntos. Lo que sea. Bajarnos a jugar al patio. Reírnos juntos. Pasar tiempo donde no haya obligaciones. Donde nos podamos relajar todos.

Y eso también es educar.

También es educar enseñar Lengua Castellana. Aprender a analizar oraciones. Aprender vocabulario. Ampliar léxico.

También es educar hacer prácticas de programación en la sala de ordenadores.

Es educar, enseñar a despejar la ‘x’. Derivar, integrar, hacer problemas complejos de física.

Es educar quitar al alumno el móvil al entrar en el colegio.

Enseñar a escuchar y estar concentrado.

También se educa entrenando en algún deporte. Cuando hay que salir a competir. Y cuando toca quedarte en el banquillo esperando y animando a tu equipo.

Es educar hablar con un alumno acerca de cómo ha hecho sentir a un compañero. Cómo le ha hecho daño, con su manera de hablar y con sus malas formas.

También es educar al felicitar a tus alumnos cuando lo hacen bien. Por cierto, esto suele ser lo más cotidiano.

Es educar quedarte una tarde en el centro con algún alumno. Para que entienda que sus malos actos tienen consecuencias y no suelen ser buenas…

Últimamente leo mucho acerca de todo lo que la escuela o los colegios deberían enseñar.

Hablar en público.

Gestionar emociones.

Asertividad.

Manejo de conflictos.

Motivación.

Programación informática.

Liderazgo.

Y, por supuesto, enseñar la materia correspondiente: Filosofía, Lengua, Matemáticas, Física, Química, Música, Biología, Lengua extranjera….

Ahora bien, ¿Existen personas que hagan todo esto?

Que sea un motivador, que lidere, organice, gestione conflictos, regule emociones, hable de manera interesante, programe en los lenguajes que vayan surgiendo, lleve su materia al día….

Un profesor tiene vocación.

Sí.

¿Sólo los profesores?

Y, ¿los padres? ¿los adultos? ¿la sociedad? ¿Tienen vocación de sacar adelante a las generaciones que vienen por detrás?

¿No estaremos buscando poner parches a lo que no se hace en casa?

¿No estaremos buscando delegar todo lo que no puedo hacer yo?

¿Estoy realmente comprometido con la educación de mi hijo?

¿Apoyo o reclamo?

Nuestros alumnos e hijos aprenden en el colegio.

Con sus compañeros, con sus amigos.

Y también en casa, en la calle. Con su familia, sus abuelos, sus vecinos.

Aprenden con el ejemplo.

Con experiencias vitales plenas. Con alegrías.

Con disgustos. Con tropiezos.

Pasemos tiempo con ellos.

Eduquemos en todo. A través de nuestra presencia y actitud.

No tengamos miedo de enfrentarnos a ellos. Démosles lo que necesitan y no lo que quieren.

Y, no tengamos reparo en seguir aprendiendo, aunque ya no seamos niños.

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